La historia se repite. El asesinato del joven Nahel Merzouk, de 17 años de edad, cuya familia es oriunda de Argelia, algo que no es ninguna novedad en Francia, baleado por un policía durante un control de tránsito, el martes 27 de junio pasado, al conducir (sin licencia) un automóvil de alquiler en Nanterre, volvió a agitar el debate y las protestas por el racismo policial en un país donde 13 personas murieron en circunstancias parecidas en el año 2022. Los disturbios y los daños provocados por el enfrentamiento entre la sociedad y la rebasada policía, han provocado los enfrentamientos más violentos desde 2005, cuando dos adolescentes murieron electrocutados al refugiarse en una estación eléctrica perseguidos por la policía.
El turbulento enfrentamiento, que se alargó por cinco jornadas consecutivas —en las que se han arrestado más de 3,500 personas, desde el inicio de las protestas, algo “sin precedente” declaró el ministro del Interior, Gérald Darmanin—, se caracterizó por la edad promedio de los arrestados, 17 años (la misma edad del adolescente asesinado), aunque también hay niños de 12 y de 13 años; y el 60% de los detenidos sin antecedentes penales. Como sea, el grave incidente ocasionó un nivel de arrestos “sin precedente”. La violencia se recrudeció en Marsella, Lyon, Pau, Toulouse, Lille, Grenoble, Estrasburgo, así como en algunas zonas parisienses, especialmente en el barrio obrero de Nanterre donde se cometió el asesinato. Además de Francia continental, hay que incluir los territorios franceses del Caribe, las islas de Martinica y Guadalupe con incendios, saqueos y levantamiento de barricadas.
Al paso de los días, el gobierno fue aumentando el número de efectivos para tratar de controlar los disturbios: de nueve mil el primer día, a 45,000 agentes policiacos en todo el país. Los medios franceses, en su generalidad, atribuyeron el gran número de disturbios en Francia al enojo popular por la discriminación contra personas de origen árabe o africano que viven en barrios pobres de los suburbios. Solo por ejemplificar, los daños de la noche del domingo 2 al lunes 3 del mes en curso, 297 vehículos se quemaron, así como 34 edificios. En las primeras cinco noches de violencia, las autoridades contabilizaron 5,000 vehículos y 10 mil basureros ambulantes incendiados, mil inmueble dañados, la mayoría gubernamentales; 250 ataques contra comisarías y más de 700 policías heridos. De los civiles no hay números.
Hasta el momento de escribir este reportaje, las pérdidas por los destrozos se calculan en más de 1,200 millones de euros, sin incluir las del sector turístico (cancelación de vuelos, de habitaciones y tours), de acuerdo a los datos proporcionados por Geoffroy Roux de Bezieux, presidente del Movimiento de Empresas de Francia, en declaraciones al periódico Le Parisien. Las autoridades impusieron toques de queda en por lo menos tres localidades de la región parisiense y en otras partes del país. En tales condiciones, la situación atrajo la atención internacional y la Organización de Naciones Unidas (ONU) solicitó a París ocuparse de los “profundos problemas de racismo” en las fuerzas de seguridad, en lo que el Ministerio de Exteriores calificó de acusaciones “totalmente infundadas”.
Los disturbios de la semana anterior recordaron las revueltas de París de 2005, cuando Francia vivió tres convulsas semanas y el entonces presidente Jacques Chirac tuvo que declarar el estado de emergencia. Esa ola de violencia se originó en el suburbio parisiense de Clichy-sous-Bois y se extendió por todo el país. Diez años más tarde dos agentes fueron condenados en un juicio por la muerte de dos jóvenes. Ahora, la chispa provino de la muerte del joven Nahel Merzouk el martes 27 de junio. El adolescente no se detuvo ante las indicaciones de la policía cuando circulaba en un automóvil Mercedes AMG, acompañado de dos amigos. En medio de un embotellamiento los agentes lo detuvieron. Al volver a arrancar el vehículo, un oficial le disparó a quemarropa a través de la ventanilla del conductor. El disparo le atravesó el brazo izquierdo y el pecho, según informó el fiscal de Nanterre, Pascal Preche: además, agregó: “La fiscalía considera que no se dieron las condiciones legales para justificar el uso de un arma”. Y así se armó la de Dios es Cristo, como en el Concilio de Nicea.
Los abogados de la familia de Nahel calificaron el asesinato como una “ejecución”. Y de la vista de un video, la dirigente del Partido Verde, Marine Tondolier, denunció: “lo que veo es la ejecución de un niño de 17 años a manos de un policía en Francia, en 2023, y a plena luz del día”. El indudable asesinato del martes 27 de junio fue el tercer homicidio por disparos en un control de tránsito en Francia durante 2023. En 2021 hubo tres homicidios parecidos, y otros dos en 2020, según un informe de ls agencia Reuters, que muestra que la mayoría de las víctimas, desde 2017, han sido afrodescendientes o de origen árabe.
Las características de estos homicidios han sido más que suficientes para que la derecha exija a Emmanuel Macron declare el estado de emergencia, pero aunque el presidente calificó como “imperdonable” el asesinato, los ataques a edificios públicos y los demás actos de violencia los consideró como “totalmente injustificables”.
En los cinco días consecutivos de disturbios, el ambiente en el país se “consideró una guerra”, aunque la presidenta del Consejo Regional de Isla de Francia (París y su zona urbana), Valerie Pecresse, consideró: “Son millones de euros en servicios públicos hechos humo. Son millones de euros en dinero público destinados a los barrios de clase trabajadora. Es irresponsable, es incorrecto y esto tiene que parar”.
Aunque las opiniones estén divididas en Francia por tan infausto acontecimiento, es indudable que debe resaltarse la posición de buena parte de la sociedad —sean o no descendientes de argelinos o de árabes— ante la muerte violenta de “una sola persona” a manos de un policía que no era bisoño en el desempeño de su trabajo. Mueve a la reflexión saber que en un país todavía indigna —y de qué manera—, que un ciudadano pierda la vida de forma tan estúpida, algo que parece ya no priva en México, donde cotidianamente la delincuencia (en cualquiera de sus modalidades) asesina brutalmente aproximadamente un centenar de ciudadanos. Lo peor del caso es que la mayor parte de esos asesinatos quedan impunes, y parece que “no pasa nada”, en el país de “los abrazos y no balazos. Indigna que eso suceda en México y la sociedad civil se asuma pazguata, asombrada por la palabrería de un Ejecutivo que no ha superado su condición de merolico cuando está a quince meses de terminar su mandato. ¿Qué sucede en México?
En fin, en un gesto que no todos los alcaldes franceses aceptaron de buen grado, el presidente Macron se reunió, el martes 4, con 220 alcaldes de los municipios afectados por los disturbios de la semana pasada. Los ediles respondieron al llamamiento de la Asociación de Alcaldes de Francia después que dos de sus compañeros fueron atacados por manifestantes. Al grito de “basta ya”, los funcionarios municipales exigieron a los vándalos detener el caos, pues ya ha cruzado una línea roja que no tiene nada que ver con el reclamo de justicia para el joven Nahel, aunque nadie olvida que la escalada de estos actos son resultado de años de racismo y colonialismo. El desorden está a la orden del día en Francia. Macron no la tiene nada fácil. VALE.