El cine comienza con D. W. Griffith y termina con Abbas Kiarostami”

Jean Luc Godard

 

Sabía sobre el cine de Abbas Kiarostami, por la lectura del libro Películas clave de la historia del cine de Claude Beylie. En el libro viene la crónica-crítica de A través de los olivos (Irán, 1994). Destacan su comienzo: “Bajo la mirada púdica y tierna de un cineasta fraternal, el arte y la vida se funden en uno” y un subtítulo: “Doce minutos de cine puro”. A continuación, les comento mi impresión, después de ver El sabor de las cerezas (Irán, 1997), otra de sus películas clave.

 

El sabor de las cerezas (Irán, 1997) de Abbas Kiarostami (1940-2016).

Me acabo de enterar de la muerte del famoso realizador Abbas Kiarostami del que, debo confesarlo, no había visto ninguna de sus películas. Sin embargo, recordé de inmediato que por ahí tenía, en DVD, El sabor de las cerezas, Palma de Oro en el Festival de Cannes, 1998.

Película austera, minimalista, se dice hoy, sobre un hombre que opta por suicidarse y después de intentar convencer inútilmente a varios inmigrantes que trabajan en Irán, por fin logra que un viejo turco le haga el favor de enterrarlo al consumar su plan, previo pago por el servicio. Lo dicho anteriormente no llena el espacio visual, poético y filosófico de la película. Coincidentemente, el final lluvioso en la película fue acompañado por una lluvia real mientras la veíamos. ¿El espíritu de Kiarostami agradecido? No, de ninguna manera, no es para tanto. La escena de la luna pasando entre nubes negras da la impresión de que no se suicida el personaje, pues el viejo turco le dice antes: ¿no te gustaría seguir saboreando las cerezas? Da la impresión, porque después de un largo fade out-fade in, vemos al equipo de rodaje al siguiente día, entre el que se encuentra el realizador Kiarostami, diciendo: “vamos a hacer una toma de sonido”, y al actor que interpreta el personaje suicida rondando por ahí. Una película para la reflexión, sobre la belleza de la vida y la estupidez de quitárnosla por nuestra propia mano. Un comentario más: la música final es un blues-jazz, con un triste sonido con sabor a Nueva Orleans.

 

Paisa (Paisà, Italia, 1946) de Roberto Rossellini (1906-1977).

Mi auténtica cinefilia comenzó cuando vi Roma città aperta, primero, y Paisà, después. Había leído, antes, un comentario sobre Roberto Rosellini: “se sitúa bajo el signo del más apasionante de los elementos, el fuego”. Pasó el tiempo hasta que encontré y compré su libro Un espíritu libre no debe aprender como esclavo. Escritos sobre Cine y Educación: “En el curso de su larga existencia, la especie a la que pertenecemos se ha visto obligada, para ampliar sus conocimientos y ejercer un dominio cada vez mayor sobre el mundo que nos rodea, a modificar poco a poco su sistema de raciocinio y su concepto del universo”.

El movimiento neorrealista italiano tiene como su primera gran película a Obsesión (Ossessione, Italia, 1942) de Luchino Visconti, pero son Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, Italia,1945) y Paisa, ambas de Roberto Rossellini, “las que, por su sobriedad, su inserción en una colectividad real, fueron los verdaderos detonadores de la explosión neorrealista”. Paisà, es una película que contiene seis historias diferentes que ocurren en el marco de la lucha de la liberación de la Italia contra el fascismo y el nazismo. Seis historias que contienen ya la fuerza humanista que caracterizaría la obra completa del realizador. La última historia, para Jean Mitry, “consigue, por su desnudez misma, una penetrante grandeza”.

 

Lucifer (México-Bélgica, 2014) de Gust Van Den Berghe (25 de abril de 1985, Amberes, Bélgica)

En su camino del paraíso al infierno, Lucifer (interpretado, ni mandado a hacer, por el sobrio actor Gabino Rodríguez) pasa por un poblado de Michoacán y, por supuesto, comente diabluras, como llevarse a una nativa del lugar, faltaba más faltaba menos.

No soy muy afecto a la teología, menos al cristianismo y su variante católica, incluida la constante alusión a Lucifer (Ángel portador de la luz, expulsado por Dios del paraíso), como representante del mal. Si soy afecto al buen cine, tanto en sus avances formales (la película que nos ocupa fue fotografiada en Tondoscope o sistema mediante el cual al poner la cámara por encima de una semiesfera espejeada convierte el marco de la imagen en un círculo), como en sus avances temáticos que confrontan el bien con el mal y su condicionamiento histórico, lo que me permite afirmar que, inspirado en la obra La Tragedia de Lucifer (1654) de Joost Van Den Vode, el realizador Gust Van Den Berghe, denuncia la conchuda mentira y el fanatismo de la fe, cuando la ignorancia se entrona en la conciencia social, de las comunidades atrasadas de cualquier parte del mundo.

 

Las malas hierbas (Les herbes folles, Francia-Italia, 2009) de Alain Resnais.

A nueve años de la muerte de Alan Resnais (1 de marzo de 2014, en París, Francia), nacido el 3 de junio de 1922, en Vannes, Francia, por fin pude ver su última película, Las malas hierbas, de la que se dice que la estética y el símbolo alcanzan una forma máxima. El revolucionario autor, integrante de aquella famosa Nueva Ola del cine francés, en términos de montaje y fotografía, y algo más allá del lenguaje cinematográfico tradicional, realizó una inquietante película, muy a su estilo narrativo que lo caracterizó desde sus dos primeras y elogiadas películas: Hiroshima, mi amor y El año pasado en Marienbad, en las que el monólogo interior, la voz fuera de cuadro y el juego con el tiempo y el espacio, al combinar armónicamente pasado y presente inmediatos dentro de la narración, trata un tema en que el azar conduce a una extraña historia de amor no consumado y que concluye con la muerte, más planeada que accidental, de los personajes. Una historia de amor loco senil, provocado por la gana de vivir, trascendiendo la diaria rutina existencial.