El continente americano está que arde. De Canadá hasta la Patagonia, incluyendo el Caribe, no hay un solo país que pueda considerarse completamente tranquilo. Los tres que conforman América del Norte: EUA, Canadá y México; Centro y Sudamérica, todos, unos más, otros menos, se encuentran en ebullición política, bajo el embate de la inflación y del narcotráfico, de la violencia, la inseguridad y la desigualdad social. Y sus anexos. A lo qué hay que agregar las tremendas consecuencias del cambio climático. Ni los dos primeros se salvan de esta vorágine, cuya suerte económica les permite paliar la situación, pero no nulificarla.

Complace ver que Ecuador y Guatemala hayan celebrado, el domingo pasado —20 de agosto—, comicios presidenciales en paz, sin incidentes, sin víctimas mortales que lamentar, pese a que en Ecuador asesinaron, días pasados, de manera brutal, a un aspirante al Ejecutivo, al llegar a un acto de campaña. Y a otros políticos. En suma, pese a sus fallas, la democracia lucha por la supervivencia, aunque algunos países del Nuevo Continente sufren regímenes autoritarios (dictatoriales); otros quieren que haya continuidad en su “transformación”. México, por ejemplo.

La candidata de izquierda Luisa Magdalena González Alcívar (Quito, 22-XI-1977), del Movimiento Revolución Ciudadana (MRC), y el empresario Daniel Roy-Chilchrist Novoa Azin (30-XI-1987), del Movimiento Ecuatoriano Unido (MEU), quedaron en primero y segundo lugar respectivamente en la votación dominical, lo que les asegura el paso al balotaje del domingo 15 de octubre próximo, de los comicios presidenciales extraordinarios de Ecuador.

La jornada electoral se desarrolló en medio de gran tensión por las amenazas de violencia durante el proceso, que se tiñó de sangre por el asesinato de Fernando Villavicencio el 9 de agosto último a manos de sicarios colombianos posiblemente amafiados con el Cártel de Sinaloa, que el propio asesinado había denunciado semanas anteriores al crimen.

La jornada fue vigilada por cien mil policías y militares. González y Noboa, que sufragó protegido con chaleco antibalas, disputarán la sucesión de Guillermo Lasso, quien decidió adelantar las elecciones del Ejecutivo debido a una crisis política en la que disolvió la Asamblea Nacional. La abanderada del partido político dirigido por el ex presidente Rafael Correa (2007-2017, alcanzó el 33.17% de los sufragios. Mientras que el aspirante millonario, solo logró el 24.12%.

La presidenta del CNE, Diana Atamaint, reportó un problema de carácter tecnológico, grave, pero no de seguridad: la plataforma de voto telemático sufrió ataques cibernéticos desde la India, Bangladesh, Pakistán, Rusia, Ucrania, Indonesia y China, que afectaron la fluidez de la participación.

Al conocer los resultados, Luisa González declaró que Ecuador está cerca de contar con una presidenta —sería, en todo caso, la primera—, e indicó que el domingo 20 de agosto “el país rompió el miedo”. Ante lo cual, sus adversarios dijeron que no lo permitirían, pues eso significaría que el “correísmo” regresaría al poder, cuyo líder escapó del país para no ser arrestado por la policía. Correa está exiliado en Bélgica tras ser perseguido judicialmente por corrupción.

El sustituto del candidato de Movimiento Construye asesinado (Fernando Villavicencio),  el también periodista Christian Zurita, quedó en tercer lugar, a siete puntos del segundo, pese a que no tuvo tiempo de hacer campaña. 13.4 millones de ecuatorianos podían elegir al nuevo gobernante y a los 137 integrantes de la Asamblea.

 

GUATEMALA, “NUEVA PRIMAVERA”

Con el 90.53% de las urnas escrutadas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Guatemala, informó en la Internet que el candidato presidencial propuesto por el Movimiento Semilla,  Bernardo Cesar Arévalo de León (Montevideo, Uruguay, 7/X/ 1958), había ganado, el domingo 20 de agosto, la Presidencia del país con el conteo de 59.54% de los votos, frente al 35.77% de la ex primera dama Sandra Julieta Torres Casanova (Melchor de Mencos, 5/ X/ 1955), de la Unión por la Esperanza (UNE).

Esta mujer y este hombre poseen visiones sociopolíticas muy diferentes de lo que su país necesita. Mientras la agrupación política progresista Semilla —nació como protesta contra la clase política corrupta—, Torres Casanova dio un giro de la socialdemocracia a valores conservadores y religiosos, amén que también ofrece ayuda social y reducción en los precios de la canasta básica, en su tercer intento de convertirse en la primera mujer que llegue a la Presidencia guatemalteca. Arévalo, a su vez, de 64 años de edad, nacido en el exilio, diputado al congreso, diplomático de carrera -entre otros cargos fue embajador en España—, sociólogo e hijo del ex presidente progresista Juan José Arévalo Bermejo (1945-1951), ha prometido combatir la corrupción y la impunidad, mal nacional.

Arévalo hizo de la lucha contra la corrupción su bandera de campaña y será investido titular del Poder Ejecutivo el mes de enero próximo. Cabe citar las palabras de una compañera de partido de Arévalo, recién diputada electa, Andrea Villagrán Antón, que refleja las esperanzas que causó el triunfo del diplomático: “Guatemala floreció. La primavera ya está aquí. Triunfó el pueblo. Demostramos que somos muchas más las personas honestas que queremos vivir con dignidad”.

Y, la nueva vicepresidenta de Guatemala, la  química bióloga Karin  Larissa Herrera Aguilar, segunda mujer en ocupar el cargo, afirmó: “Trabajaremos incansablemente para construir una nueva primavera”.

Así las cosas, Bernardo Arévalo, de ideología socialdemócrata, superó en el balotaje a Sandra Torres Casanova, con 2.4 millones de votos a su favor (el 58% del total), mientras que la candidata de Unidad Nacional de la Esperanza (UNE)  logró 1.5 millones de sufragios (37%). Lo que significa que los chapines no eligieron a un político tradicional, de los “de siempre”, o un iluminado que presuma  “ser diferente”, que no es “igual a los anteriores”, o que se llene la boca afirmando que “el que manda es el pueblo”, cuando lo único que le importa es el poder para que todos le obedezcan, sin discusiones; de no ser así, los disidentes, los que no doblen la cerviz  son traidores “a la patria”; “Si no estás conmigo, estás en contra de mí”. Menos democracia y más autoritarismo.

Quedan atrás siete décadas de manipulación y corrupción política. Bien dijo la nueva diputada Andrea Zeceña: “Es la primera vez que la ciudadanía organizada pone a un presidente. No todo va a ser perfecto, pero trabajaremos muy duro para garantizar sus derechos a los guatemaltecos; el pueblo tiene hambre y está enfermo”.

Hace dos meses Arévalo ni siquiera aparecía en las quinielas electorales. Arrancó la campaña en séptimo lugar, muy por detrás de otros como la ultraderechista Zury Ríos, hija del exdictador  Efraín Ríos Mont. En los últimos tiempos el autoritarismo iba de la mano del todavía presidente Alejandro Giammattei.

El arribo de Arévalo fue bien visto por propios y extraños. Desde el presidente Andrés Manuel López Obrador, que además de felicitarlo consideró que el “triunfo de Bernardo fue una cosa extraordinaria, milagrosa, algo que merecía el pueblo de Guatemala después de muchos años de sufrimiento… A lo mejor lo minimizan en las noticias del mundo, en el New York Times, en el Washington Post, o en el Financial Times, pero es muy importante este triunfo”. Lo mismo hicieron José Biden, Nayib Bukele, y hasta el dictador nicaragüense Daniel Ortega. ¡Buena suerte! VALE.