En 1934, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se aprobó la reforma constitucional al artículo tercero que establecía la educación con una visión socialista; posteriormente, en 1946, Ávila Camacho quitó este carácter social; y trece años después en 1959, en el gobierno de López Mateos, se crearon los libros de texto gratuitos de la mano de Jaime Torres Bodet, por lo que esta visión social de la educación y los intentos para frenarla, no son algo nuevo.

En este sexenio, se ha planteado un modelo educativo integral, con una visión social, incluyente y humanista, que va desde un marco conceptual que es la Nueva Escuela Mexicana, la reforma constitucional que fue aprobada sin mayor sobresalto, las leyes secundarias y en una implementación pedagógica que se ha realizado por maestras y maestros con gran aceptación a través de los Consejos Técnicos Escolares, sobre principios como la cocreación, el bienestar educativo de niñas y niños y acciones aterrizadas a la territorialización. Estas acciones han sido complementadas con programas sociales que, en particular, en la Ciudad de México han tenido un gran impacto como lo son Mi Beca para Empezar, La Escuela Es Nuestra-Mejor Escuela, el apoyo para Uniformes y Útiles Escolares, el seguro escolar contra accidentes Va Segur@, internet gratuito en escuelas y desayunos fríos y calientes. El punto es que todo esto constituye un nuevo paradigma educativo.

En un país en donde más del 50 por ciento de la población vive en pobreza y el 10 por ciento de los más ricos concentra casi el 80 por ciento de la riqueza nacional, de acuerdo con el Reporte Mundial de Desigualdad 2022 ¿no resulta de la mayor conveniencia para el país una educación centrada en la equidad y el desarrollo comunitario? Sobre todo cuando el régimen neoliberal devastó los principios, valores y sentido de comunidad en aras de un individualismo centrado en capacidades productivas pero no humanas, una educación orientada al mercado, no a las personas. Lo importante es el desarrollo de la comunidad y la persona, que como señaló Marco Aurelio: “lo que es bueno para la abeja, es bueno para la colmena”. Por ello, este nuevo paradigma, expresado en la Constitución, es urgente.

En los últimos días se ha abierto un debate sobre los nuevos libros de texto, en particular sobre los errores; que sí los hay, pero sería absurdo descartar todo lo que se ha construido. El tema de fondo no es caer en la trampa de que el eje del debate sean las fallas en los textos, sino debatir sobre un modelo que se ha creado de manera ordenada, estructurada, con claridad y talento, encabezado en su momento por Esteban Moctezuma y por la maestra Delfina Gómez y, actualmente, por la secretaria de Educación, la maestra Leticia Ramírez.

Edgar Morín, uno de los pensadores más poderosos del siglo XXI, en su libro Una mente bien ordenada señala la necesidad de pensar diferente la educación y se plantea: “hay una inadecuación cada vez más amplia, profunda y grave entre, por una parte, nuestros saberes desarticulados, compartimentados en disciplinas y, por la otra, las realidades o problemas más polidisciplinarios, transversales, multidimensionales, transnacionales, globales, planetarios”, el tema de fondo es cuál es la educación pertinente para nuestro país en este momento. Hemos avanzado mucho desde la reforma constitucional de 2019 hasta el último Consejo Técnico de junio pasado, por lo que sería reduccionista y miope, pero sobre todo dañino para el país, que todo lo avanzado en educación no se reconozca. Por todo lo anterior, y por el bien de todos debemos defender la escuela pública y el modelo establecido en la Constitución. Habrá que recordar a los malquerientes las palabras de Torres Bodet: “¡Hasta en la hoguera donde los tiranos lo arrojan, el libro, ardiendo, desprende luz!”.

@LuisH_Fernandez