Ganar perdiendo y perder ganando

Las elecciones generales de España celebradas el 23 de julio, acertadamente comentadas por Bernardo González Solano en el artículo que publicó la semana pasada esta revista, arrojaron un resultado favorable al Partido Popular (PP), la derecha, con 137 escaños, contra los 122 del socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que gobierna.

Sin embargo, como los populares no obtuvieron 176 escaños, la mayoría absoluta, Alberto Núñez Feijóo, su líder, no puede asumir la presidencia de Gobierno sin negociar apoyos de otras formaciones políticas o llegar a un acuerdo para el efecto con Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y actual presidente de Gobierno. Por eso la ironía de ganar perdiendo y perder ganando.

La situación, como es de suponerse, ha dado lugar a requerimientos ríspidos de Feijóo a Sánchez, insistiendo en el derecho del PP a gobernar por haber obtenido la mayoría de votos, exigiéndole hacerse a un lado o, al menos, tener ambos líderes una amplia conversación para llegar a acuerdos que permitan gobernar a los populares. Requerimientos que Sánchez responde con ironía y dando largas, porque no es su intención ceder la presidencia de gobierno. Como dirigentes del PP defendieron en 2019 la legitimidad de sus investiduras pese a ser segunda fuerza: Isabel Díaz Ayuso en Madrid, así como el alcalde de la capital José Luis Martínez-Almeida, Juan Manuel Moreno en Andalucía, y en Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco.

Al margen de ello, tanto Feijóo como Sánchez, buscan el apoyo de otros partidos cuyos escaños puedan sumarse a los del PP o del PSOE, según sea el caso: el PSOE, con Sumar de la carismática Yolanda Díaz, que desplaza definitivamente a un extremista y debilitado Podemos, y negociando el apoyo de formaciones nacionalistas vascas: EH Bildu y PNV, así como los catalanes Ezquerra Republicana y Junts per Catalunya -en el caso de Junts, Sánchez tiene que lidiar con el corrupto y tramposo Carles Puigdemont, exiliado -prófugo- en Bélgica y con otros independentistas catalanes, que exigen un referéndum sobre la independencia, que es anticonstitucional e irracional.

En este mercadeo de apoyos. La líder de Sumar, Yolanda Díaz, que es asimismo una de las vicepresidentas de gobierno y es de habla gallega, está proponiendo reformas en el parlamento para que se pueda hablar en las lenguas cooficiales del Estado como el catalán, el euskera y el gallego.

Por lo que se refiere al PP se afirma que Feijóo podría contar con el apoyo y los votos de Vox, UPN y Coalición Canaria. Aunque la compañía del ultraderechista Vox, es con un perdedor, ya que el rabioso extremismo de su líder Santiago Abascal cobró factura al partido: de 52 escaños que obtuvo en los comicios de 2019, perdió 19 y actualmente solo cuenta con 33. Además, respetados analistas, como Jason Horowitz, del Times, interpretan tal descalabro como señal de que los votantes españoles mostraron en las urnas “un anhelo evidente de alejarse de los extremos y volver al centro político”.

Es de preverse que continúen las maniobras negociadoras, la violencia verbal pero también la diplomacia; y la teatralidad. Hasta que el rey -ojalá que sea después de algún acuerdo de los dos grandes partidos- encomiende a Sánchez o a Feijóo la formación de un nuevo gobierno. En la inteligencia de que el jefe del Estado -el monarca- no está obligado a encomendar que forme gobierno al líder del partido más votado o con más escaños, sino que consulta antes a grupos políticos y después de tal ronda de consultas toma su decisión.

 

Elección en clave europea

Los comicios españoles son de vital importancia para la Unión Europea, primero, porque se dan en un momento en el que España ejerce la presidencia del Consejo de la Unión Europea, cargo rotatorio, de 6 meses, que inició el 1 de julio y concluye el 31 de diciembre. Con prioridades, para Madrid, en materia de medio ambiente, justicia social y económica y refuerzo de la unidad europea, entre otras, de las que destaco esta última, así como la prioridad implícita de América Latina, que dio lugar a la cumbre UE-Celac y al atinado comentario de Josep Borrell, ministro de Exteriores de la UE, de que “hay que evitar otra década perdida con Latinoamérica”.

El mal resultado para Vox en la elección española, favorece a la UE, en la medida en la que debilita a la extrema derecha que hoy de nuevo amenaza la integridad de la Europa comunitaria. Una amenaza que podría venir desde España, como lo analiza un reportaje del prestigioso semanario británico The Guardian Weekly en cuya portada aparece un águila -la extrema derecha- proyectando su larga sombra sobre la bandera de España.

Porque Abascal, líder de Vox, partido “hostil a la energía verde, el multiculturalismo y el feminismo”, según lo definió el diario, también británico, Financial Times, planeaba desde el gobierno de España al lado de Feijóo y el PP, “desembarcar” en Bruselas, de la mano de su amiga y correligionaria, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, líder de la igualmente formación ultra Fratelli d’Italia. En un momento en que pululan los gobiernos de ultra derecha en la UE: Polonia, la alianza de la derecha tradicional con la extrema derecha en Suecia y en Finlandia, países de vieja tradición socialdemócrata, los ultras alemanes que se encumbran con Alternativa para Alemania (AfD) como el partido segundo más votado.

Habrá que añadir a otro dinamitero de la Unión Europea, el premier húngaro Viktor Orban, que apoya a Putin y boicotea a Europa. Y al Rassemblement national francés, encabezado por Marine Le Pen, con muchas posibilidades de ganar las elecciones. De ahí que los macronistas se hayan regocijado de la derrota de Vox.

Esta corriente extremista de derecha se está dando precisamente cuando Manfred Weber, el bávaro que preside el Partido Popular Europeo intenta “establecer acuerdos, alianzas y sintonías precisamente con partidos de extrema derecha, fieles a la Alianza Atlántica”, reunidos en el grupo Conservador del Parlamento Europeo. Cuando desde mi punto de vista, estos partidos son en el fondo euroescépticos.

En síntesis, el resultado de las elecciones españolas ha favorecido a la Unión Europea, al atajar la vorágine extremista de derecha que la amenaza; y cito de nuevo a Jason Horowitz, del Times, diciendo que los votantes españoles mostraron en las urnas “un anhelo evidente de alejarse de los extremos y volver al centro político”.

 

En clave latinoamericana y mexicana

Aunque el PP sin la alianza con Vox es una derecha civilizada y sus relaciones con América Latina y con México son cordiales, el PSOE ha tenido mayor sensibilidad e identificación con el continente latinoamericano -que, por cierto, incluye la inmensa minoría hispana latinas que habita en Estados Unidos, 31.7 millones según censos oficiales.

Por citar un ejemplo del pasado no tan remoto, las cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno iniciaron en 1991 bajo la presidencia de Gobierno del socialista Felipe González, por cierto, en “complicidad” con el presidente Carlos Salinas de Gortari, lo que dio lugar a que la primera de ellas se realizara en Guadalajara (México). Lamentablemente muchos gobernantes latinoamericanos no les dieron la importancia que debían tener como foro de diálogo con España y Europa, aunque siguen efectuándose.

La cumbre Celac-UE a la que me referí es hoy la instancia por excelencia de las relaciones de América Latina y el Caribe con Europa, a instancias del gobierno de España que participó en la reciente elección. Por esto es válido afirmar que las elecciones en España también se dan en clave Latinoamericana y mexicana.

Termino citando a Jorge Volpi, que, en su artículo del 29 de julio, publicado en Reforma con el título Partidos por la mitad dice: “No deja de resultar paradójico… que el presidente López Obrador se congratule con el freno a la derecha, cuando tanto se ha empeñado en torpedear la relación natural que podría haber tenido con Sánchez y el PSOE”.