México llevará a cabo sus próximas elecciones federales el 2 de junio de 2024. En donde se elegirá al nuevo presidente de la República, 128 senadores, y 500 diputados federales. También elegirá nuevos gobernadores en Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, habrá elecciones para la renovación de 31 congresos locales 1580 ayuntamientos, 16 alcaldía de la Ciudad de México, y 24 juntas municipales.

Ese día 2 de junio, 96 millones de ciudadanos mexicanos acudirán a las urnas a elegir al sucesor de Andrés Manuel López Obrador que será el presidente número 66 desde la Independencia de México. Este sexenio será más corto pues con la reforma del 2014 a la Ley electoral se modificaron las fechas de entrega y recepción del Poder Ejecutivo. Dicha reforma establece que la transición de poder Ejecutivo se realizará el 1 de octubre y no el 1 de diciembre, como ocurrió hasta el 2018, con lo cual en este sexenio, el Ejecutivo federal gobernará exactamente durante 2,131 días en lugar de 2,190 días.

A lo largo de 45 años, México ha tenido ocho grandes reformas electorales, la de 1977, la de 1986, la de 1989-90, la de 1993, la de 1994, la de 1996, la de 2007-2008 y la de 2014. Todas esas las reformas han sido una exigencia del en ese entonces bloque opositor, lo que permitió que se alzara con un triunfo el actual gobierno federal. La reforma intentada por López Obrador no llegó a concretarse al ser declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Las campañas dieron inicio desde junio del presente año a pesar de que la Ley electoral señala que las precampaña deben dar inicio hasta el mes de noviembre, y mediante el uso de los eufemismos de llamarles postulaciones para encabezar los movimientos de la 4T y del Frente Amplio por México; es así como ambos “bandos” arrancaron las campañas internas para designar su candidato o candidata a contender por la elección presidencial.  Aun y cuando lo nieguen, existe en los dos grupos una guerra sucia por ganar la competencia, los fragores de los encontronazos internos se escucharan fuertes. Informar que hay coordinación y armonía sería mendaz, porque nadie de los militantes actuales tiene el liderazgo. En recientes declaraciones Marcelo Ebrard señaló: “Veo campañas sucias arreciando. La campaña sucia cuando la empiezas a ver que sube es porque vas muy bien. Cuando no hay campaña sucia, es que no eres todavía un peligro para nadie o nadie piensa que eres un problema”.

Muchos mexicanos, estamos convencidos que al país le conviene tener partidos fuertes, renovados, propositivos   que  recuperen los valores, que tomen su papel  de equilibrio del poder y contribuyan al fortalecimiento de la democracia y que se evite la corrosión interna entre los propios partidos. Se debe evitar la guerra sucia que prevaleció en las elecciones intermedias del 2021 cuando hubo una serie de candidatos asesinados en diversos estados de la República.

Los indudables errores del presente gobierno han afectado a muchos ciudadanos en el sector salud, el educativo, en la falta de empleos, en el casi nulo crecimiento económico, la falta de inversión, y los actos de corrupción denunciados son solo algunos de los factores que incidirán en las próximas elecciones asi como la propia imagen de los futuros candidatos, también tendrán su peso específico en los resultados de la elección presidencial, sin olvidar  que también estarán en juego, las elecciones a Senadores y diputados, así como diversas elecciones locales, que obedecen a sus propias inercias y responden a otras consideraciones de equilibrios de poder regionales.

En sexenios anteriores, tradicionalmente el quinto año de gobierno el Ejecutivo en turno vive el clímax del ejercicio del poder, pierde el sentido de la realidad, es secuestrado por el primer círculo de sus allegados y naufraga en el absurdo de su megalomanía. Así, vive un mundo irreal, en el cual se siente capaz de trasformar con sus puros deseos la realidad del país, solucionar sus problemas y desde luego trascender históricamente, lo cual conlleva que surja de su interior, en este caso,  lo peor de sí mismo.

Esto es lo que estamos observando y viviendo desde el inicio de la presente administración, y no, no es un asunto de percepción, su estado de ánimo, de excitación nerviosa, regañando, vilipendiando, exhortando, criticando, exigiendo, es y ha sido evidente. Ahora trasciende su nerviosismo que es más evidente,  porque se le agota el tiempo y siente que no tiene seguro el triunfo de la elección presidencial ni la mayoría absoluta del próximo Congreso.

Lo que el Presidente y algunos actores políticos hacen, es distraer de lo esencial, en lugar de construir consensos, de lograr acuerdos, de tender puentes de entendimiento, y todo por empezar en su sentir o su decir, a clarificar sus intenciones a hablar claro a los electores, obviando la tormenta de spots y de las campañas de guerra sucia, lo que quiere la sociedad es darle la vuelta a la página, no quiere más luchas de poder. En las Dirigencias de los partidos han entrado en un vértice de ajuste de cuentas internas, señaladamente en el partido Morena con las demandas de su anterior dirigente, Yeidckol Polenvsky” por haber sido impedida para ser otra precandidata o “corcholata”.

El abstencionismo debe considerarse como una conducta poco cívica y  antidemocrática por parte de los ciudadanos, si bien es cierto que la libertad de voto incluye  la libertad para no votar, también lo es  que esta omisión conlleva una perniciosa desatención de los asuntos públicos que atañen a toda la sociedad. Y como dice la sentencia popular: la política es una cosa tan seria que no podemos dejársela solo a los políticos.

Una consecuencia entre varias de lo nocivo que puede resultar el abstencionismo es que permite a los partidos pequeños reducir el umbral de votos a obtener para alcanzar o mantener su registro y seguir gozando de las prerrogativas que ya alcanzan niveles del orden de los cinco mil millones, que bien pudieran canalizarse a atender la pobreza lacerante que nos agobia.

La participación ciudadana en los comicios, es vital en la coyuntura actual de nuestro país. Si es cierto que las elecciones intermedias constituyen en los hechos un referéndum, acudir a votar en contra o a favor del régimen sería un sano ejercicio democrático. El ejercicio del voto es la mejor y quizás la única manera como la sociedad puede generar un cambio real de la Nación. Los ciudadanos debemos informarnos  bien sobre a quién otorgar nuestro voto y no permitir que otros decidan por nosotros. Recordemos al politólogo italiano Sartori, quien afirmaba que los males de la democracia sólo pueden curarse con más democracia.