¿Una noticia menor?

En el actual escenario internacional sigue presente la guerra en Ucrania, tema grave, pero en impasse y tedioso. Los dimes y diretes: de la cordialidad a las condenas, entre China y Estados Unidos. Israel encendido por la indignación popular ante los intentos del premier Benjamín Netanyahu de yugular a la Corte Suprema -diríase, “estilos mexicanos”. Las acusaciones y juicios que enfrenta Trump y la esperanza de que Estados Unidos y el mundo se deshagan del nefasto personaje.

Desde América Latina el asesinato de un candidato presidencial en Ecuador y la revelación de la presencia de cárteles mexicanos del narcotráfico en el país hermano; y la presunta responsabilidad de uno de ellos en el magnicidio. Asimismo la elección presidencial -preliminar- de Argentina, con el triunfo de Javier Milei, un candidato “antisistema”, que recuerda a Trump y provocó ya la caída de los mercados  -sobre Milei, lenguaraz, insolente, con planteamientos absurdos, analistas mexicanos y extranjeros están haciendo comentarios hasta el aburrimiento.

En fin, desde África un golpe de Estado en Níger que se traduce en furiosas condenas a Europa -en especial a Francia- y a Estados Unidos, revela que una logia de dictadores: de Mali, Burkina Faso y Guinea (Conakry) apoya al gobierno golpista y obstaculiza los esfuerzos diplomáticos -y presiones- de la CEDEAO/ECOWAS (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) para que los militares devuelvan el poder a los civiles.

Además, lo que sucede en Níger constata la presencia ¿imperialista? de Rusia en el África, primero, a través del apoyo al gobierno golpista de Niamey por los mercenarios rusos del grupo paramilitar Wagner, que desde 2017, están ya asentados en la República Centroafricana, controlando no solo el aparato de seguridad, sino también las minas, en particular las de diamantes. Pero, sobre todo, porque el propio Putin echó a andar, el 27 y 28 de julio en San Petersburgo, la segunda cumbre Rusia-África, en la que el amo del Kremlin prometió cancelar deuda y enviar armas y granos a ciertos países africanos: “Un Putin aislado que busca el apoyo africano”, dijo la CNN.

En tal escenario internacional, hoy tan cargado de noticias de importancia y gravedad mundial, me pregunto si interesa comentar los sucesos, por más dramáticos que sean, de un país asiático de escasa significación en el panorama internacional como es Birmania, también conocido como Myanmar.

 

¿Por qué el tema?

En mi artículo titulado Birmania, el golpe militar, la represión sangrienta y la resistencia de los jóvenes, que apareció el 21 de marzo de 2021 en esta revista, con motivo del golpe militar del 1 de febrero de ese año, contra el gobierno civil de Aung San Sun Kyi, La Dama de Birmania, a la que encarceló en lugar secreto y la juzgó y condenó por delitos, muchos de ellos absurdos, me hacía la misma pregunta.

Tuve que reconocer en mi artículo la insignificancia de este país del sudeste asiático que se pierde al lado de potencias “emergentes”, como Filipinas, Malasia, Tailandia, Singapur, Brunei y Vietnam; y al lado de Japón, Corea del Sur, Taiwán y, por supuesto, de China. Esta Birmania, que pierde visibilidad ¡incluso ante Corea del Norte!

Pero intenté justificarme hablando de la personalidad de claroscuros de La Dama de Birmania y de la heroica e inteligente lucha de los jóvenes, armados de las herramientas cibernéticas de última generación, contra los militares. Una resistencia que contó con mártires, como Kyal Sin, la chica de 19 años, de sobrenombre “Ángel”, que, en Mandalay, al lado de otros y otras jóvenes, gritando: ¡no huiremos! enfrentó a la policía y fue acribillada; y con ella decenas de manifestantes fueron abatidos. Convertida en símbolo de la resistencia.

Hoy vuelvo al tema porque la dictadura militar, encabezada por el general Min Aung Hlaing, ha indultado parcialmente a La Dama, reduciendo su pena de 33 a 21 años de prisión -en el marco de una amnistía a favor de 7000 presos con motivo de la cuaresma budista. Con el indulto de San Suu Kyl, y el anuncio de nuevas elecciones en este mes de agosto, el régimen intentaba “lavarse la cara”, sobre todo en vísperas de la reunión anual, en octubre, de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), que ha establecido condiciones, las más importantes vinculadas a la situación de la señora Suu Kyi para el retorno de Myanmar al organismo como interlocutor de pleno derecho.

Sin embargo, las elecciones han tenido que retrasarse, ya que el régimen, inestable y enfrentado a “ejércitos de liberación” de más de una de las múltiples minorías étnicas y religiosas, ha prorrogado el estado de excepción y habrá de esperarse por lo menos 6 meses de “normalidad”. Por lo que se refiere al indulto, parcial a La Dama, la Unión Europea lo ha calificado como “gesto sin sentido”, porque tiene que ver con un juicio por motivos políticos y esos juicios, sigue declarando Bruselas, “son totalmente inaceptables”.

Al lado del tema del indulto parcial a La Dama, es importante denunciar la criminal represión del gobierno militar, entre los que destacan los bombardeos a poblaciones, en los que mueren hombres, mujeres, niños y viejos, indiscriminadamente -según la ONU, más de 3500 civiles han sido asesinados a dos años y medio del golpe de Estado. Asimismo, la práctica infame de la violación de mujeres y niñas, perpetradas por militares. Y etcétera.

El régimen militar que encabeza el general Min Aung Hlaing está siendo objeto de sanciones internacionales, entre otras, el embargo de material militar, que no respetan ni Rusia ni China, según la ONG Myanmar Witness y el periódico francés Le Monde. La ONU, por su parte, afirma que el régimen ha importado más de mil millones armas, desde el golpe de Estado.

 

La pequeña gran historia de la dama de Birmania   

 

Aung San Suu Kyi, hija del general nacionalista Aung San, organizador del moderno Ejército birmano y negociador con el Imperio Británico de la independencia nacional, el 19 de julio de 1947, con tan solo dos años de edad, quedó huérfana al ser asesinado su padre. Meses después, en enero de 1948, el país obtenía la independencia con el nombre de Unión de Birmania. Por razones familiares y más tarde personales, estudió y vivió en el extranjero, contrajo matrimonio con un profesor británico y tuvo dos hijos.

En 1988 retornó a Birmania para atender a su anciana madre y se encontró un país en plena efervescencia popular y terminó involucrándose en una lucha por la democracia, de la que se convirtió en el ícono: el 26 de agosto celebró su primer mitin junto a la pagoda Shwedagon de Rangún. Su vibrante alocución ante medio millón de personas, la identificó de inmediato con las aspiraciones populares de democracia. Pero La Dama de Birmania, a pesar de contar con el apoyo de un partido político fue, de hecho, prisionera del régimen: de 1990 a 2011. Mientras recibía, como ícono de la lucha a favor de la democracia de su país, innumerables reconocimientos internacionales, entre otros, el Premio Sájarov instaurado por el Parlamento Europeo (1990) y el Nobel de la Paz (1991).

En la década 2011-2021 La Dama gobernó, aunque siempre limitada por los militares, hasta el golpe de 2021. Fue, sin embargo, el período en el que ella, contra lo que podía esperarse, se abstuvo de condenar la violencia de los militares contra minorías religiosas o étnicas.

Como se comenta en la revista francesa Moussons, “Aung San Suu Kyi ha encarnado sucesivamente el futuro democrático de su país, el delicado compromiso con los militares y la islamofobia.”

Sin ánimo de una justificación gratuita a La Dama por su abstención de condenar las violencias del Estado contra minorías, habría que tener presente que a menudo algunas minorías ejercen también la violencia. En un país en el que al lado de la etnia birmana y del budismo, ampliamente mayoritarios -37 millones de los más de 54 millones de población, con el 80% de budistas- existen otros 135 grupos étnicos y minorías religiosas significativas: un 6% de cristianos, 3% de musulmanes y poco menos del 1% de hinduistas, animistas y otras confesiones. Los rohynias, muy perseguidos, han cometido también masacres, como lo documenta Amnistía Internacional.