Mientras la violencia se enseñorea por todo el país el presidente está desatando, todos los días, una forma de violencia política aberrante, brutal y desproporcionada, con los ataques que orquesta desde Palacio Nacional contra la senadora Xóchitl Gálvez.

Desde que Xóchitl mostró que puede ser una opción altamente competitiva y ganar la elección de 2024 con amplio apoyo de la ciudadanía, se soltaron los demonios palaciegos en una ola desenfrenada de acusaciones infundadas, infundios reiterados y falacias sin límites.

Los ataques presidenciales son inéditos por su nivel de virulencia y por el odio y el enojo que ponen en evidencia. Xóchitl está desnudando al presidente, mostrando su auténtico y genuino talante autoritario, su vena represora, su vocación de dictador y su incontenible lengua viperina. Ante la insobornable senadora, López Obrador ha optado por la estrategia del garrote, dando palos de ciego a diestra y siniestra, para tratar de abollar una candidatura viable, solvente y alentadora.

Xóchitl era la candidata idónea para la Cuarta Transformación: nacida en cuna humilde, de padre indígena, oriunda de una comunidad marginada; es la mujer que se hizo a sí misma desde abajo, vendiendo gelatinas para llegar a convertirse en una exitosa profesionista y empresaria. Las corcholatas carecen de estas fuertes cartas de presentación: no son gente del pueblo, sino políticos profesionales nacidos en cunas privilegiadas que hicieron su fortuna a la sombra del poder público.

La candidatura de la senadora pone en riesgo la continuidad de un guion que se daba por hecho. Los secuaces de Palacio ya habían cocinado, a la sombra de su líder, el Proyecto de Nación 2024-2030, lleno de propaganda ideológica, de ideas falaces y de llamados a la revolución, que como bien sabemos, conlleva siempre sangre, dolor, muerte y violencia, tal como hoy lo ha logrado la 4t con México.

Los virulentos ataques presidenciales y de las huestes morenistas han creado una cortina de humo en torno a empresas y contratos, tratando de ensuciar al máximo la pulcra imagen de una mujer que recorre el país ganando adeptos y sumando voluntades. Se le ha atacado por sus empresas, por su gestión como alcaldesa y también por su trabajo como senadora de la República. Se le ha señalado como beneficiaria de una supuesta mafia del poder, que nunca se ha demostrado que realmente existe, aunque sus supuestas cabezas son atacadas de forma sistemática desde el púlpito mañanero y en las redes sociales.

Hay quien incluso, desde el cinismo, el descaro y la ignorancia se ha tomado el atrevimiento y la desfachatez de señalarla como una legisladora improductiva, cuando en su haber encontramos cerca de 50 iniciativas, múltiples y bien estructuradas participaciones en tribuna y en comisiones y más de 100 proposiciones con punto de acuerdo.

La campaña contra Xóchitl, orquestada desde las más altas esferas de Palacio, con el uso de todos los recursos posibles del Estado, ha llegado al grado de violar secretos fiscales, violando leyes al por mayor, con la garantía de impunidad que brindan fiscalías entregadas a los afanes persecutorios presidenciales.

Los arteros y desmedidos ataques muestran la abierta desesperación de quien se creía impune para heredar la presidencia dinástica a la corcholata favorecida por el dedo imperial. El proyecto hegemónico y la instauración de una dictadura, basada en la destrucción de las instituciones, el clientelismo político más burdo, la coacción desmedida y la ideologización de la niñez de México.

Para el partido que hoy gobierna, la pérdida de 2024 significaría el fin de la impunidad, los saqueos y los privilegios, y el inicio de una larga noche en el que los delitos recurrentes, los saqueos a las arcas públicas, las obras inservibles y la auténtica mafia hoy enquistada en el poder, saldrían a la luz pública, con consecuencias funestas para quienes hoy se creen intocables.

Se dice que en política sólo se comete un error y todo lo demás son consecuencias. Es difícil borrar de la historia la imagen de una senadora, quien acudió a las puertas del poderoso y resguardado Palacio, un 12 de junio de este año. Es imposible desterrar ya, del imaginario colectivo, el rechazo abierto de un presidente solitario al legítimo derecho de réplica de una mujer, en un abierto desacato a una orden judicial.

Después del colapso de la destructiva reforma constitucional electoral y de la declaración de invalidez del nocivo Plan B, ha quedado en riesgo también un Plan C con voto masivo a favor de Morena, para perpetuar a un gobierno frívolo, cínico e inhumano. El año 2024 se avizora como una coyuntura crítica en la que se decidirá el futuro de México. Estamos ante una encrucijada de alto riesgo: la ciudadanía está despertando de un largo letargo inducido por promesas incumplidas y esperanzas vanas.

El sueño de opio de la Cuarta Transformación está demostrando ser una nociva “religión” civil, regresiva y peligrosa, basada en la idolatría hacia un mesías tropical, quien pretende encarnar a la mismísima divinidad. Peluches, amuletos, botones, muñecos parlanchines y una innumerable gama de productos propagandísticos evidencian el nivel de manipulación logrado por el hoy presidente.

Para desgracia de López Obrador, la candidatura de Xóchitl desnuda también la forma como construyó una candidatura artificial: la supuesta cercanía con el pueblo ha caído bajo las murallas de Palacio y la negativa para recibir a víctimas de la violencia; la trayectoria de luchador social se ha mostrado ya como la de un político oportunista que ha vivido del poder toda su vida; su carrera profesional se ha evidenciado como la trayectoria de un alumno fracasado, de un beneficiario de redes de cash y de un falso apóstol de la democracia. López Obrador daría todo por ser alguien como Xóchitl, pero no puede. De ahí su coraje, rabia y desesperación.

La autora es senadora por Baja California y presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores América del Norte.

@GinaCruzBC