África, como en un cuento borgeano que, al llegar casi al final, como acto de magia, no se puede finalizar, y se tiene que volver a comenzar en una serie infinita de Golpes de Estado, una y otra vez, tal y como sucedía en las décadas de los 70 y los 80 del sangriento siglo XX, el de las dos Guerras Mundiales, con el mayor número de víctimas, militares y sobre todo civiles. Tantos horripilantes actos que ponen en duda la nobleza de la especie humana.

Al iniciarse la descolonización en África, años después de que este proceso se diera en Asia, muchos estaban convencidos de que por fin había llegado el gran momento para el continente negro, pero no ha sido así. Para los nuevos países terminó el coloniaje y empezó el tiempo de las sublevaciones de los altos jefes militares que les encanta el macabro juego de “quítate tú, pa ´ ponerme yo”.

Sin duda, cada país tiene sus respectivas políticas, económicas y sociales, pero la constante en todos los golpes de Estado es la presencia de los militares, profesionales y mercenarios.

Como sucede en los países jóvenes, de todo el mundo, sus instituciones noveles no tienen la suficiente resistencia y experiencia suficiente para enfrentar los embates del momento, cada vez más pesados y urgentes. Sus exigencias de solución no admiten tardanza, sino rapidez y eficacia. Casi nunca se resuelven. La democracia —como lo señaló el añoso y marrullero estadista, político, militar y escritor británico, Sir Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965)—, “es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los los demás”. Nada más cierto. Si Estados Unidos de América, durante tantos años considerado el ejemplo democrático mundial ahora enfrenta que “su democracia” hace crisis, porque uno de sus ex presidentes trata de volver al poder después de que trató de dar Golpe de Estado contra su propio gobierno, al perder las elecciones en las que trató de reelegirse. Qué no sucederá en los jóvenes países africanos que a duras penas tratan de gobernarse democráticamente hablando.

África no es la excepción, en México —donde la democracia es alimento nuevo—, una “izquierda de conveniencia” (cundida de chapulines populistas y ácaros semejantes), trata de mantenerse en el poder a como de lugar tras su primer periodo de (des)gobierno manirroto. Curiosamente, en México, las fuerzas armadas están ahora más presentes que nunca.

De tal suerte, lo sucedido apenas la semana pasada ilustra perfectamente lo que está sucediendo en África. En un comunicado por televisión, tras una reunión en Libreville, la capital de Gabón, los militares golpistas informaron el 30 de agosto pasado: “El general Oligui Nguema Brice ha sido designado por unanimidad Presidente del Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones (CTRI), la junta golpista”). Y el coronel Ulrich Manfoumbi, portavoz del citado comité, agregó: “El general ha ordenado la reconexión de la fibra óptica y el restablecimiento de la señal de las radiodifusoras y las cadenas televisivas internacionales en el país”.

Obviamente que la Internet se reinstaló, así como la suspensión de los medios internacionales dictada por el gobierno, aunque se mantuvo el toque de queda, otras de las medidas impuestas el sábado 26 de agosto, cuando tuvieron lugar los controvertidos comicios en los que fue declarado vencedor el presidente del país, Alí Bongo.

Después de que el organismo electoral proclamara el triunfo, por el 67,24% de votos, un grupo de militares anunció en un mensaje por TV, la suspensión “de todas las instituciones de Gabón y la anulación de los comicios, al considerar que no fueron transparentes, creíbles ni inclusivos”. Los sublevados ratificaron que el general Bongo está en arresto domiciliario, junto con su familia y su médico, así como también se aprehendió a uno de sus hijos, Noureddin Bongo Valentín, y su jefe de Gabinete, Ian Ghislain Ngoulu, y otras personas más.

La acusación en contra de los personajes detenidos en Gabón, es de “alta traición a las instituciones del Estado”, así como de “malversación masiva de fondos públicos”, y otros delitos. Machote utilizado en casi todos los golpes de Estado. Las redes sociales, difundieron un video grabado en la residencia del ex presidente: en el que el propio Bongo confirma su arresto y pide ayuda a la comunidad internacional. Su detención finaliza con el poder de la dinastía familiar iniciada por el padre, Omar Bongo hace más de 50 años.

Parece que en África quieren romper el récord de este tipo de sucesos. En un lustro, se han registrado golpes en Zimbabue (2019), Guinea Conakry (2021), Chad (2021), Malí (enero y agosto de 2021), Burkina Faso (enero y septiembre de 2022), Sudán (con éxito en 2019, otro en 2021, y otro fracasado que se convirtió en guerra civil en abril del año en curso), Níger (2023), y en Gabón, en los últimos días. Once golpes en un lustro.

Como dicen en la OMS, la epidemia se trocó en pandemia y la gobernanza —en el continente que se considera la cuna de la humanidad, donde el homo sapiens apareció hace aproximadamente 300,000 años, y no solo en una parte específica sino en cuatro lugares distintos, pero todos africanos—, mal funciona como nadie esperaba. Por si a alguien le interesa el dato.

La variedad en los coup d´Etat, es algo que debe tomarse en cuenta. Por ejemplo, en Zimbabue en 2015 ganó el propio partido de Gobierno, el Zanu-PF, para que cambiara el liderazgo de Robert Mugabe, por el del presidente en funciones, Emmerson Mnangagwa; en tanto los últimos golpes en Malí y Burkina Faso destituyeron a sendas juntas militares que se hicieron del poder por el mismo camino. En Níger, el mandatario democrático, Mohamed Bazoun cayó por manos militares; y el intento fallido en Sudán, en abril de este año, se debió a un pleito entre los mismos generales que tomaron el mando en 2019. Y el más singular ocurrió en Chad, cuando Mahamat Déby se dio un autogolpe para perpetuarse.

En varios países del Sahel —zona ecoclimática biogeográfica del norte de Africa entre el desierto del Sahara y la sabana sudanesa—, empezaron a aparecer las banderas rusas y las pancartas en favor del partenariado con el tristemente famoso Grupo Wagner y Vladimir Putin. Pero no es la generalidad. Lo que sí se puede decir con elevado número de golpes con la antigua metrópoli: Francia, desde 2021. Tres ex colonias francesas, Burkina Faso, Malí y Níger han roto sus relaciones diplomáticas con París, expulsando a los embajadores de Macron. Gabón podría seguir por el mismo camino.

Las consecuencias inmediatas de tanta inestabilidad política pueden causar la ingobernabilidad en el continente. Incluso, en donde se pretendía derrocar a presidentes dictatoriales, como en Gabón, el arribo de la clase castrense en el Gobierno no provoca sino cambiar un autoritarismo por otro. Cada junta militar anuncia una transición entre los dos y cinco años, sin que en ninguno de los países “salvados” se hayan efectuado elecciones.

La solución no está ni mucho a la vuelta de la esquina, sobre todo porque los organismos regionales son débiles, muy débiles, sobre todo la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (CEDEAO) y la Unión Africana (UA), a la que pertenecen casi todos los países de Africa, excepto Marruecos. Son organismos que dialogan, pero no resuelven. ¿Y la ONU?, bien gracias. Ni París, ni Washington, ni Moscú, ni Pekín toman al toro por los cuernos. Pobre continente africano. Sus problemas van para largo. VALE.