La invención de los BRICS

La ciudad sudafricana de Johannesburgo fue la sede, del 22 al 24 de agosto último, de la 15ª Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), dando lugar a infinidad de comentarios, derivados del peso geopolítico y económico de los países que integran el club en el actual contexto internacional.

La invención del del acrónimo BRIC, en 2001 por Jim O’Neill, economista en jefe de Goldman Sachs, acrónimo al que en 2011 se añadió la letra S para incluir a Sudáfrica, que identifica a los mencionados países, se me ocurrió -afirma su autor- ante la impresión de la hábil -sutil- manera de en que China puso fin a la crisis financiera asiática de 1998 y ante el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, al World Trade Center de Nueva York, ¡contra Estados Unidos! Pensé que la dominación americana en el mundo no continuaría, y lancé el acrónimo que identificaba a cuatro y más tarde a cinco economías emergentes.

Esto, sin embargo -siguió diciendo O’Neill- no llamó la atención sino hasta 2003 cuando despertó interés y podría decirse que se puso de moda: Gracias a la publicación de un estudio en el que afirmábamos que el PIB de los países BRIC (aún sin África del Sur) superaría al de las seis mayores economías del mundo (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) en 2050, la comunidad de negocios entera se interesó en el acrónimo.

Durante el primer decenio del siglo XXI, la perspectiva de tal crecimiento de las economías BRIC parecía cumplirse: Brasil llegó a ser la séptima economía del mundo, China superó a Japón y el G20 adquirió enorme importancia, en mucho debido al impactante crecimiento de los BRIC. De tal suerte que cuando tuvo lugar la primera cumbre del grupo, en 2009 en Rusia, el club parecía imponente.

Pero diez años más tarde quedó claro que el poder de estos BRICS era más simbólico que real: Brasil y Rusia han sufrido, desde 2010, una década catastrófica, víctimas de “la maldición de las materias primas”: un ciclo de enormes negocios que se terminó dando lugar a que el PIB de ambos países se retrajera al de 2001: ambos países siguieron una “trayectoria de montañas rusas”.

De suerte que el autor del acrónimo afirmó con ironía, en una entrevista de 2021, que quizá debió llamar al grupo IC: India y China; o únicamente C. Aunque también dijo que el peso de la economía de Pekín es tal que, añadiéndole el PIB de los otros países, podría seguir siendo cierto que, hacia 2050 superara al de Estados Unidos, Japón Alemania, Reino Unido, Francia e Italia.

Sin perjuicio de estas realidades, O’Neill defiende la validez del concepto de los BRICS, porque muestra “un mundo más complejo, con más países influyentes -el G20- incluso más influyentes que Occidente; un mundo en el que la economía estadounidense ya no domina como en los años 1980”. Época en la que informa el entrevistado, él inició su carrera.

Destaca en la historia de los BRIC -hoy BRICS- el 20 de septiembre de 2006, cuando los ministros de relaciones exteriores de Brasil, Rusia, India y China se reunieron en Nueva York en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas y el “eterno” canciller ruso, Serguéi Lavrov, celebraba los acuerdos de los 4 países en institucionalizar su colaboración. Y, ya institucionalizado el club, sus cumbres: en 2009 en Yekaterimburgo (Rusia), en 2010 en Brasilia, en 2011 en Sanya (China), en 2012 en Nueva Delhi, en 2013 en Durban (Sudáfrica), en 2014 en Fortaleza (Brasil), en 2015 en Ufá (Rusia), en 2016 en Benaulim (India), en 2017 en Xiamen (China), en 2018 en Johannesburgo, en 2019 en Brasilia, en 2020 por videoconferencia debido a la pandemia de Covid. En San Petersburgo, en 2021 por videoconferencia, en Nueva Delhi, en 2022 por videoconferencia, en Pekín. Finalmente, este año, como lo mencioné, en Johannesburgo, África del Sur.

Al mismo tiempo, van precisándose tanto las prioridades del Club como sus contradicciones: respecto a la economía y al comercio, están claras como prioridad no contar, por ahora, con una divisa común -desdolarizar la economía- aunque las iniciativas para usar el yuan se multiplican. Pero sí contar, en cambio, con el Banco de los BRICS el Nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shanghái, alternativo al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional que ha financiado proyectos de desarrollo en cuatro continentes por 33.000 millones de dólares.

En lo que hace al sentido político del Club -alternativa a Occidente, “anti Occidente”- por supuesto que agrada, entusiasma -¿enfebrece?- a Putin y, en menor medida, a Xi Jinping. Ramón Aymerich, destacado analista de política y economía en La Vanguardia, de Barcelona, recuerda el duro discurso del jerarca ruso, en la Conferencia sobre Seguridad en Munich, en 2007; y hace notar también, Aymerich, que, a China, que piensa como super potencia, también le complace la vocación no occidental, ¿anti occidental?, de los BRICS. Y ciertamente, a ninguno de sus miembros le molestaría que el Club cuestionara la arrogancia de Estados Unidos y de sus instituciones multilaterales.

Dicho esto, hay que aclarar, sin embargo, que acabar con la hegemonía occidental, no significa lo mismo para todos. Brasil defiende su neutralidad y, dicen los expertos, siempre ha trabajado para llevarse bien con todos. Tampoco parece ser el caso de Sudáfrica y mucho menos de India y sus permanentes recelos geopolíticos con China, lo que hace a Nueva Delhi necesitar de la buena relación, de “la alianza con Washington”.

 

La Cumbre de Sudáfrica

Esta cumbre de los BRICS arranca, como alternativa a Occidente, quizá hasta sucumbiendo a la tentación demagógica del anti Occidente,  con un proyecto de expansión: la entrada de nuevos socios escogidos entre cuarenta Estados -se dice- que solicitan ser aceptados como miembros del Club.

La cumbre también se ha referido a ciertas demandas que se consideran de trascendencia para los cinco miembros originarios: La reforma de las instituciones creadas por los ganadores de la II Guerra Mundial: la ONU, el FMI y el Banco Mundial.

A este respecto, hace años que la India, Brasil y Sudáfrica reclaman la reforma de Naciones Unidas. Consideran de justicia sentarse en el Consejo de Seguridad como miembros permanentes, al lado de China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia.

Me tomo la libertad de comentar una experiencia -y mi sentir personal- en torno a la pretensión de Brasil de sentarse como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas representando a América Latina y el Caribe.

Mi sentir personal es el de que Brasil no tiene derecho alguno a sentarse en el Consejo de Seguridad representando a México o a cualquier otro Estado de nuestra región. Mi experiencia es que, al “encontrame” en la última de mis misiones como diplomático: embajador en Polonia, con la pretensión brasileña, participé en Varsovia, en el grupo “Unidos por el Consenso”, expresando nuesrto enérgico desacuerdo a la pretensión de el mencionado gobierno sudamericano. “Unidos por el Consenso” está compuesto por Italia, Corea del Sur, Canadá, Colombia, Costa Rica, España, México, Turquía, Argentina, Pakistán, San Marino y Malta.

Concluyo: Los Estados admitidos como miembros de los BRICS son: Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, dos potencias petroleras, Egipto, país importante, Irán, también potencia petrolera, pero Estado paria, Argentina, país hermano en crisis económica, cuyo impresentable candidato presidencial expresó que el país no acepta la designación, y Etiopía, sin comentarios.

Jim O’Neill, autor del acrónimo BRICS y que explicó su real atractivo como agrupación geopolítica y económica de Estados, declaró a un diario brasileño que la expansión no es beneficiosa porque dificultará los acuerdos. También se preguntó por los criterios usados para invitar a esos seis países, que dejaron fuera a Estados como Argelia y Nigeria.