Este término es relativamente joven y tal vez se acuñó para definir las varias actividades del magnate italiano Silvio Berlusconi, quien murió a mediados de junio de este 2023. Sus negocios comenzaron, y no es casual, sino, por el contrario, muy significativo, con una compañía de publicidad. Su expansión tomó vuelo con un canal de televisión, en un país, donde este medio era exclusivamente estatal. No sólo fundó un canal nacional, con el aumento de capital, se adueñó, con programas de concurso y entretenimiento, de tal cantidad de audiencia que se habló de oligopolio. En la prensa impresa era dueño de un diario, La República, y de varias revistas semanales. El equipo de futbol Milán y, sobre todo, su partido político Forza Italia, le dieron fama mundial. (No sobra añadir que la palabra forza es la de un publicista, pues alude a poder, resistencia, valor (de valiente) e invita a actuar como en “vamos” o en el himno francés “allons enfants de la patrie). En México, aleteó fuerte su presencia con la poderosa editorial Mondadori y la tienda de videos Blockbuster (taquilla ¿o superproducción? en inglés).

En Estados Unidos, la que más se mencionaba como imperio cultural era la Warner, que dejó sentir su presencia sobre todo en la televisión por cable, es decir, la de paga, no digamos ahora que se asoció a Discovery. Una cadena de cines y el parque de diversiones Six Flags son otras de sus líneas.

En México, no cantamos mal las rancheras, en la época de Azcárraga Milmo, además de las telenovelas de exportación, era suyo

el Museo de Arte Contemporáneo, la revista de arte Saber ver (que dirigía Paula Cusi) y si no recuerdo mal hasta la popular revista Vanidades. En lo personal me sorprendía que la editorial Diana también era de este consorcio. Al final, pero no último en importancia, el equipo de futbol América.

La amplia gama de actividades de los imperios culturales tienen un denominador común: nuestro tiempo libre. El tiempo que usted o yo no tenemos que dedicar a trabajar y a ir y venir del trabajo, la parte, diría Marx, que no es enajenante, y que debíamos llenar con el arte, con el deporte personal, como una cascarita, jugar tennis o boliche o nadar en un balneario, o los llamados hobbies, cocinar o jugar ajedrez, o caminar en un parque o alquilar una trajinera en Xochimilco o comer en Chapultepec, visitar un museo o leer a Balzac, en vez de los sucedáneos que nos sientan a ver el partido o a ver la tele o a leer los conflictos de la realeza.

Lo más sorprendente es que los imperios culturales venden a sus anunciantes, lo más preciado: nuestro tiempo libre. Esos son los llamados imperios culturales y la muerte de Berlusconi los recuerda. No sobra añadir que Berlusconi fue precursor de los empresarios (él fue Primer Ministro entre otros importantes cargos) que desplazaron a los políticos y ellos mismos tomaron las riendas de la nación, como Trump, Fox o Macri.