Una figura determinante en la historia jurídica y política de nuestro país, lo fue, sin duda alguna, Manuel Crescencio Rejón y Alcalá. Abogado, diplomático, político y pensador. Un verdadero visionario que con enfoque democrático y humanista colocó al individuo en el corazón del sistema legal, otorgándole el más hermoso mecanismo de defensa contra la injustica y el abuso de poder: El juicio de amparo.

Manuel Crescencio Rejón nació en la Población de Bolonchenticul, Yucatán, el 30 de enero de 1799, una localidad que, en ese entonces formaba parte del territorio Yucateco. Sin embargo, esta península desde la época colonial hasta nuestros días, ha sido motivo de disputas territoriales y políticas que llevaron a la separación de los Estados de Yucatán y Campeche. Sólo por mencionar un conflicto que perdura hasta la fecha es la localización del famoso Punto Put. Debido a estos cambios geopolíticos, hoy Bolonchenticul es parte del Estado de Campeche y es conocida como Bolonchén de Rejón, en honor a nuestro ilustre personaje.

Sus padres Manuel García Rejón y Bernarda de Alcalá, ambos de ascendencia española, aunque no eran una familia de enormes recursos económicos, proporcionaron a su hijo una buena educación. Rejón Ingresó al Seminario de San Ildefonso, en la ciudad de Mérida, en donde en 1819 cursó estudios de filosofía. Mas tarde se consolidó como un hombre de leyes.

Su educación fue rigurosa y completa, en una época en que este derecho era considerado un privilegio al que no todos tenían acceso. Su inclinación por el estudio le proporcionó una sólida base no sólo para la comprensión de la jurisprudencia, sino que le infundió un sentido de justicia y equidad que influiría de manera determinante en su pensamiento, siempre congruente con su actuación.

Rejón fue un visionario de su tiempo. Comprometido siempre con dos valores fundamentales: la libertad y la dignidad humana. Al ser electo Diputado en el Congreso de la Unión, entre otras iniciativas, lo primero que propuso fue la abolición de la pena de muerte, y de los servicios personales a que estaban obligados los indígenas, así mismo, luchó por la fundación de una universidad en el Estado de Yucatán.

Fue un enérgico crítico de la proclamación de emperador de Agustín de Iturbide. Situación que dio como resultado que Iturbide disolviera el Congreso y los diputados que lo integraban fueron privados de su libertad. Entre ellos, por supuesto se encontraba el diputado Rejón.

Al quedar en libertad Rejón, no dejó de criticar la actuación de Iturbide. Viajó a la ciudad de Puebla, en donde, como lo señala Doralicia Carmona Dávila, en Memoria Política de México, Rejón publicó diversos escritos, entre ellos, su famosa “Exhortación de un yucateco dirigido a los poblanos contra la tiranía”. Al restablecerse el Congreso, regresó como diputado y participó activamente en la redacción del proyecto de la Constitución Federal de 1824.

Carmona Dávila trae a colación la redacción que Rejón efectuó de un artículo del señalado proyecto de constitución, en el que “…buscaba limitar el poder la autoridad para efectuar el registro de casas, papeles y bienes de los ciudadanos, lo que fue después considerado como un antecedente de la Ley de Amparo. Sostuvo también la necesidad de que el poder judicial, al que bautizó como Corte, fuera independiente e igual a los otros poderes, facultado para conocer de las infracciones de la Constitución y de las leyes generales”.

 Este testimonio nos presenta cuál era la mentalidad humanista de Rejón, y su clara visión por cristalizar la autonomía del Poder Judicial Federal y, consecuentemente, el principio de división de poderes. Ideas totalmente vanguardistas.

Cuando Iturbide fue desterrado, Rejón fue nuevamente diputado y senador de la república por el Estado de Yucatán, en donde participó en el intento de la primera reforma de separación de la iglesia y el Estado. Perteneció al rito escoces de las logias masónicas. Sin embargo en la época del gobierno centralista fue perseguido y obligado a vivir en situación precaria.

En 1840, presentó un proyecto para la Constitución de Yucatán con diversos conceptos vanguardistas, como incluir la tolerancia religiosa y el voto directo para elección de diversos funcionarios. Pero sin duda alguna el planteamiento más aplaudido de este proyecto fue la instauración del Juicio de amparo, para el que tomó como base la supremacía del Poder Judicial Estadounidense.

En 1843, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, cargo que desempeñó durante las presidencias de Santa Anna, José Joaquín de Herrera y Valentín Canalizo.

En 1848 se firmó el tratado Guadalupe Hidalgo, en el cual se asentaron las bases de la rendición de México después de la intervención Estadounidense y la anexión del territorio de Texas. Conforme a los dictámenes realizados como penalización por guerra, México entregó a Estados Unidos cerca de dos millones trescientos mil kilómetros cuadrados, la superficie que hoy pertenecen a los estados de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming. México recibió la ridícula cantidad de quince millones de dólares. Tratado que fue enérgicamente criticado por Manuel Crescencio Rejón.

En 1846 Rejón fue electo nuevamente diputado y presidente de la comisión de puntos constitucionales. Época en la que participó en la redacción de la constitución de 1847, la que en el gobierno de Venustiano Carranza, con el pretexto de su reforma, dio lugar a la constitución de 1917, vigente hasta la fecha.

Fue en la Constitución de 1847, en los artículos 101 y 102, en donde se estableció por primera vez en nuestra Carta Magna las bases de nuestro juicio de amparo. Rejón y Mariano Otero, tuvieron la visión que fue más allá de las prácticas legales existentes para crear un procedimiento judicial de protección de los derechos individuales, en esa época conocidos como garantías individuales, hoy derechos humanos y fundamentales o constitucionales. El juicio de amparo, es una figura jurídica que ha traspasado nuestras fronteras y que se ha considerado como una aportación netamente mexicana.

En un país que en esos momentos gozaba de una independencia relativamente reciente y que enfrentaba numerosos retos económicos, políticos y sociales, la creatividad y el ingenio de Rejón al crear el juicio de amparo reflejó no solo un profundo entendimiento del derecho, sino, de su compromiso inquebrantable con la libertad y la dignidad humana.

La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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