Si alguien creía que la invasión de Rusia a Ucrania era más que suficiente para desestabilizar la paz no solo en Europa sino en el mundo, ya se percató que el problema bélico provocado por el mandatario de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, es tan relevante como el que avivó el sábado 7 del mes en curso en Eretz Israel, la agrupación terrorista palestina Harakat al-Muqawama al-Islamiya (Movimiento de Resistencia Islámica, mejor conocida por su acrónimo Hamás), al atacar con miles de cohetes (más de cuatro mil 500 en tres días) a Israel, e invadiendo por tierra kibutzims, colonias agrícolas y asesinando a más de 260 jóvenes que asistían a un festival musical de paz en las cercanías del kibutz Re´ Im, bordeando la Franja de Gaza. Además, Hamas secuestró a un número indeterminado de personas de todas las edades y sexo (algunas fuentes aseguran que son alrededor de 150), a las que amenazó con asesinar, una por una, por cada ataque israelí en blancos de Gaza.

A cuatro días del ataque de Hamás, Israel informó que recuperó el control de su territorio colindante con la Franja de Gaza, donde los atacantes terroristas dejaron un rastro de muerte y sangre. Al mismo tiempo, continúan los bombardeos sobre el enclave palestino y el gobierno de Jerusalén ratificó la realización de una “ofensiva total”; después de cuatro jornadas de guerra, el saldo mortal es de más de 3,300 muertos en ambos bandos. Y contando.

El presidente de Israel, Isaac Herzog, denunció la sangre fría de los militantes de Hamás, que irrumpieron en las colonias israelíes disparando a diestra y siniestra: “Desde el Holocausto no habían matado a tantos judíos en un solo día”, al comparar a los yihadistas con el Estado Islámico, y prometer que así como Estados Unidos de América (EUA), acabó con los terroristas de ISIS, harán lo propio.

“Estamos en guerra”, declaró el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en su primer mensaje a la sociedad judía por la mañana del sábado 7, cuando Hamás ya había lanzado más de 400 cohetes e invadido colonias judías en el sur del país. En respuesta a los inesperados ataques —algo que ya levantó ámpulas en la sociedad judía porque abundan las preguntas sobre la falla de la inteligencia militar y policiaca israelí que usualmente responde con prontitud a los ataques de las organizaciones terroristas palestinas, ¿qué sucedió con la inteligencia? Se demandan—; y el ejército informó que en primera instancia llamó a filas a un número sin precedentes de 300 mil reservistas (en Israel la conscripción es obligatoria para los jóvenes, hombres y mujeres), y que impuso un bloqueo total de la Franja de Gaza, lo que adelanta que está en proceso un asalto terrestre por los ataques de Hamás. El sufrimiento del pueblo palestino es innegable.

Pocas horas más tarde se dio a conocer el llamamiento a otros 60,000 soldados de la reserva. El contralmirante Daniel Hagari, dijo: “Nunca habíamos llamado tantos reservistas a tal escala”. Los corresponsales, en sus adelantos, informan de tanques y vehículos de personal castrense cerca de la frontera entre Israel y Gaza. Para Ripley: nueve guerras en 75 años. Déjà vu.

Un antiguo vocero del ejército de Israel, Gabriel Chocron, comparó la situación de los últimos días con los atenidos terroristas del 11-S en Nueva York, al afirmar que la proporción de víctimas es mayor a las causadas en EUA en 2001 contra un enemigo “salvaje, inhumano y radical que no puede ser representante legítimo de nadie”.

La organización terrorista no se amilana frente al poderío de Israel, e insistió que en breve habría ejecuciones públicas. Transmitidas por Internet. De hecho, en algunas colonias judías el ejército ya encontró al tercer día de la embestida de Hamás cuerpos decapitados de jóvenes judíos. Uno de sus voceros alardeó que se preparan para matar a civiles y que transmitirán sus crímenes por Internet para demostrar que no les temblará la mano, tal y como lo hicieron en el festival de música anteriormente citado donde asesinaron a asistentes de todas las edades y género, además dejaron víctimas de varias nacionalidades.

La crudeza del ataque de Hamás —que la inteligencia israelí consideró fuera de cualquier posibilidad, craso error—, está encuadrada en su objetivo histórico: lograr un Estado palestino donde rija la ley islámica y expulsar a Israel —nación a la que en reiteradas ocasiones los dirigentes de Unidades de Yahya Ayyash, otro de sus nombres, se han negado a reconocer, simple y llanamente—, de las tierras que consideran pertenencia de los palestinos. Además de los israelíes, el movimiento islámico también ha señalado a los estadounidenses sus enemigos, por el tradicional apoyo que la Casa Blanca presta al gobierno judío. Los objetivos y los principios ideológicos de la organización están expuestos en el manifiesto denominado Pacto de Hamás publicado el 18 de agosto de 1988. Esta declaración establece en sus 36 artículos la destrucción del Estado de Israel por medio de la Yihad (guerra sagrada) como el objetivo prioritario de Hamás y como deber individual de todo musulmán.

Para ellos, Israel se encuentran instalado en tierra islámica y, por lo tanto, desde esta visión teológica del conflicto árabe-israelí, la única salida es la expulsión de los israelíes de ese territorio por medio de una lucha sin cuartel en la que los combatientes  musulmanes deben sacrificar su vida por el Islam. El preámbulo del manifiesto señala: “Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, de la misma manera que ha destruido a otros en el pasado”; y en el artículo 15: “El día que los enemigos usurpan parte de la tierra musulmana, se convierte la yihad en la obligación individual de todo musulmán. Ante la usurpación de los judíos, es una obligación que sea izada la bandera del Islam”. Y, en el artículo 32, se declara: “La conspiración judía no tiene fin y después de Palestina van a ambicionar la expansión desde el Nilo hasta el Eufrates”. Con tales argumentos poco margen de maniobra le queda a Israel para vivir en paz con los vecinos palestinos.

Estas consideraciones hacen que cite el último párrafo de la página 269 del libro Mi vida (la autobiografía de Golda Mier, la única mujer que hasta el momento ha sido primera ministra de Israel), publicada tres años después de la Guerra de Yom Kippur (Día de la Expiación, la fiesta más sagrada del año judío) que comenzó el 6 de octubre de 1973, hace 50 años.

La señora Mier escribió: “(John F.) Kennedy no apartaba la vista de mí, y continué: “Hay en EUA 5 millones y medio o 6 millones de judíos. Son buenos, generosos, admirables, pero creo que ellos mismos serían los primeros en convenir conmigo si dijese que dudo mucho de que tuviera la tenacidad que tuvieron los seis millones desaparecidos (las víctimas del Holocausto). Y si tengo razón, lo que está escrito en la pared para nosotros es: “Cuidado con no perder de nuevo vuestra soberanía, pues esta vez acaso la perderían para siempre”. Si sucediera eso, mi generación pasaría a la historia como la generación que hizo de nuevo soberano a Israel, pero que no supo conservar su independencia”. Palabras, creo, muy diferentes a las del manifiesto de Hamás.

En esta novena guerra de Israel, la opinión pública ha regresado a la peor pesadilla de los descendientes de David: el Holocausto, que representa, para la nación hebrea, la noche negra de la “solución final” creada por el gobierno de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, que presuponía el asesinato de los judíos de Europa en las cámaras de gas, fusilamiento y otras medidas mortales. Poco más de seis millones de judíos murieron en la conflagración mundial, o sea, dos tercios de los judíos que vivían en Europa en 1939. LA Shoah —palabra hebrea que equivale al Holocausto—, fue un proceso gradual que se ejecutó por los nazis en todo Europa de 1933 a 1945.

Quiérase o no, el radicalismo antisemita aún prevalece en la mayoría de los países musulmanes y árabes, que agrava la radicalización de dichas naciones con el propósito generalizado de terminar con el Estado de Israel. Y en otros países, aunque las autoridades lo niegan “diplomáticamente”. Sardónicos e hipócritas.

La “solución final” se concretó el 26 de febrero del 1942 en una carta dirigida al diplomático germano Martin Luther, redactada por Reinhard Heydrich durante la Conferencia de Wansee para solicitar a Luther asistencia administrativa para la implementación de la “Endlosung der Judenfrage” (Solución final al problema judío). Ahora, el Oriente Medio vuelve a vivir los polvos de aquellos lodos.

En esta ocasión, como en anteriores guerras, Israel ha mantenido una estrategia de la que han echado mano otros primeros ministros israelíes y generales secretarios de la Defensa: ordenan la acción bélica en contra de los atacantes una vez que éstos ya causaron bajas civiles. Al contrario de la actuación de los terroristas. No obstante, ahora, es claro que falló la “inteligencia”, por las razones que hayan sido. Una comisión especial se encargará de investigar el caso. Alguien (o algunos) fueron los culpables y serán sancionados. Hasta el momento, en Israel existe un gobierno democrático. Y este sistema es muy diferente a los que imperan en otros países del Oriente Medio. Israel, se quiera o no, es el único país de esa parte del globo que es democrático.

De la pandemia de COVID19 el presidente mexicano dijo que “le había caído como anillo al dedo”. Así la novena guerra de Israel. Los viajes de los aviones de la Defensa para transportar a los mexicanos que se encontraban por aquellos lares resultan excelente propaganda política en los adelantados procesos electorales del 2024. Abusadillo el huésped de Palacio Nacional. Y lenta la “compañera” Sheinbaum.

Esta guerra, como tantas otras, tienen principio, pero nadie conoce su final. Ojalá —palabra de origen árabe, que significa “Si Dios quiere”—, que termine pronto antes de que se convierta en un conflicto internacional. Aunque desde los primeros ataques terroristas han asomado intereses de otras partes, Rusia, Irán (que niega su financiamiento a Hamás, aunque se sabe que lo apoya desde hace varios años), Siria y Líbano que ya lanzaron cohetes contra Israel; y, del otro bando, EUA y otras capitales europeas que arman a Ucrania desde el principio de la invasión rusa, ya denunciaron el  terrorismo de Hamás, aunque no niegan las consecuencias que afectan al pueblo palestino en Gaza. En Hispanoamérica se han encontrado los intereses de la izquierda y la derecha. Desde México, donde la 4T se enreda con la “ideología” neutral (cuando le conviene a López Obrador), con las particulares visiones de los líderes de Venezuela, Colombia y Brasil. La embajadora israelí reconvino a AMLO por no denunciar el terrorismo. El tabasqueño contestó diciendo que la Jefa de Misión puede  decir lo que quiera, porque México es un país libre, pero “nosotros somos pacifistas”, que bueno que lo diga. Su dicho se comprueba por los miles de asesinados en sus cinco años de gobierno.

Occidente, encabezado por EUA, acompañado por Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, firmaron un comunicado condenando el terrorismo de Hamás, y al mismo tiempo legitiman las “aspiraciones del pueblo palestino”, sin dejar de lado que Israel debe defenderse. Solo el tiempo dirá por dónde correrá la novena guerra de Israel. VALE.