Una larga noche populista

El 1º de mayo de 2004 Polonia se incorporó como miembro de pleno derecho a la Unión Europea -yo era entonces embajador de México en Varsovia y fui testigo del júbilo con el que ciudadanos y gobierno lo celebraron, como también he podido percatarme de la rica presencia y valiosas aportaciones de Polonia a la Europa comunitaria-.

Por ejemplo, Donald Tusk, destacado primer ministro polaco (2007-2014), asumió, al término mismo de su gestión, la presidencia del Consejo Europeo (2014-2019). Un político, dice CIDOB, el prestigioso centro catalán de investigación en relaciones internacionales, con “una trayectoria de europeísta constructivo cimentada a la par de una de las gestiones gubernamentales mejor valoradas de Europa.”

Sin embargo, Polonia, desde 2015 -y antes, de 2005 a 2007- es gobernada por el partido Ley y Justicia (PiS), euroescéptico -casi eurófobo- iliberal, católico y rabiosamente anticomunista. Creado por los gemelos Jarosław y Lech Kaczyński, que fueron durante el período mencionado, primer ministro y presidente de la república respectivamente. Lech, que continuó siendo presidente de la República, falleció en 2010, en un accidente de aviación.

En esta larga noche populista Jaroslwav, el gemelo superviviente, ha seguido conduciendo el gobierno con el apoyo de las infanterías reaccionarias del PiS y de miembros de las clases menesterosas a los que controla con aportaciones de dinero como “ayudas sociales”. Cuenta, además, en su condición de partido católico, ultramontano, con el apoyo de personajes como el sacerdote Tadeusz Rydzyk, el “Padre Director”, que dirige Radio María, cabeza de muchas estaciones de radio por todo el país; de apariencia sencilla, carismático -llegué a conversar breve y cordialmente con él- es un católico integrista, señalado además por su antisemitismo.

Estos ocho años de gobierno del PiS han sido de permanente controversia con Bruselas -en mancuerna con el también eurófobo gobierno del húngaro Víktor Orbán- a través de sus continuos ataques al Estado de derecho, traducidos ya en una polémica reforma del sistema judicial que erosiona la separación de poderes y en la pretensión de que el derecho nacional prevalezca sobre el comunitario. Asimismo, en el dominio partidista de los medios de comunicación estatales y en una hostilización furiosa a la migración y el rechazo a la regulación realista y humanitaria de ella que pretende echar a andar la Unión Europea (Cfr. Mi artículo UE ¿reformas profundas…? En SIEMPRE!15/10/2023).

Los atentados contra el poder judicial y el Estado de derecho dieron lugar ya a que la Unión Europea sancionara a Varsovia con la congelación (retención) de 36.000 millones de euros del llamado fondo anti-Covid, que el Gobierno solo podrá recuperar si aprueba una legislación que abrogue la controvertida.

 

Un verano de sorpresas

Mientras el mundo experimenta hastío y cansancio de la guerra interminable en Ucrania, invadida por Rusia, y nos enteramos, con horror, del sanguinario ataque de los terroristas de Hamas a Israel, victimando a inocentes y de la respuesta del Estado hebreo victimando a otros inocentes, que anuncia otra guerra, el verano en la Unión Europea deparó al menos una buena noticia: las elecciones legislativas de Polonia dieron el triunfo a partidos de la llamada Coalición Cívica (KO) que conforman un bloque liberal centrista y un socio de izquierda, Nowa Lewica (Nueva Izquierda), sobre el PiS de Kaczynski, al que se había unido el partido de ultraderecha Konfederacja (Confederación).

Una victoria aplastante, dice Jakub Iwaniuk, corresponsal en Varsovia de Le Monde, porque, a pesar de que el PiS gobernante obtuvo el 35.38% de la votación y Coalición Cìvica (KO), “el centro izquierda”, el 30.70%. esta, es decir, la oposición, ¡que encabeza ni más ni menos que Donald Tusk! obtuvo 248 de las 460 curules en la Cámara de Diputados y 66 de los 100 asientos del Senado, contra 194 en total del PiS. Sin embargo, el presidente de la república, Andrzej Duda es miembro del PiS y su mandato concluye hasta 2025. En otras palabras, Tusk y su coalición de centro izquierda ganadora cohabitarán por ahora, como dije, con un “emisario del pasado” y la formación del nuevo gobierno exigirá arduas negociaciones políticas.

Otros datos que destaca Iwaniuk son la participación record de la ciudadanía en los comicios: 73.9%, así como la opinión de no pocos expertos, de que su importancia es mayor a la de las elecciones de 1989, últimas de la “República Popular de Polonia”, que dejó de ser comunista y se desvinculó de la Unión Soviética. La URSS se convertiría en 1991 en la Federación de Rusia.

También hacen notar los analistas que la oposición se enfrentó al partido en el poder “en piso disparejo”, pues el gobierno disponía de la televisón del Estado a su favor, de recursos de las empresas públicas y modificó a su favor las leyes electorales. Aunque contó en contra del gobierno y la inflación, la escandalosa corrupción y una retórica que dividía entre “buenos y malos” al país, con una campaña vitriólica, de ataques personales a Tusk, acusado de traidor, ¡agente alemán!

Lo cierto es que, a pesar de esta vitriólica y tramposa campaña del gobierno y su partido y contra el escepticismo que privaba en buena parte de la oposición, los populistas fueron derrotados y, bien lo dijo el triunfante candidato Tusk, “la democracia ganó, Polonia ganó”. Mientras Anne Applebaum, la prestigiosa historiadora y periodista, Premio Pulitzer 2004, celebró el triunfo de la oposición en Polonia que -dijo- demostraba que “los populistas no son invencibles, lo que es una buena noticia para Europa y para el mundo -y por supuesto México, subrayo- incluso si controlan las instituciones del Estado. (Cfr. Entrevista publicada en Le Point, 17/10/2023).

El triunfo de la oposición no fue gratuito, sino el resultado del trabajo de los jóvenes y las mujeres, artesanos destacados de esta victoria, de ONGs y amplios sectores de la sociedad. Lo que dio lugar a una masiva participación de jóvenes y de mujeres, como no se había visto. niveles sin precedente, señala Wojciech Przybylski analista del think tank Visegrand Insight. Se constató también la “amarga realidad” para el PiS y sus aliados, de que casi la mitad de su electorado es de seniors.

Fue, igualmente, determinante del voto a favor de la oposición, la política antiaborto, traducida en una legislación retrógrada, al igual que prohibiciones en materias tales como fecundación in vitro, contracepción (además del aborto), así como la separación de la Iglesia y del Estado. Y, desde luego, los más jóvenes tenían más que motivos para rechazar al gobierno: con un ministro de educación de ultraderecha católica, se prohibió la educación sexual, se ataca violentamente a la comunidad LGBTQ+ y hay un discurso radiicalmente antieuropeo.

 

La vuelta del hijo pródigo

La “reconciliación” de Polonia con la Unión Europea, tiene varios temas a resolver. Desde el muy pragmático de recuperar los 36,000 millones de euros del fondo de cohesión, bloqueados por Bruselas ante las reformas controvertidas al poder judicial y otras violaciones por el gobierno del PiS al Estado de Derecho. Hasta el fortalecimiento del PPE (Partido Popular Europeo) en el Parlamento Europeo, que implica la inclusion de Polonia -uno de los “cinco grandes” de la UE- y que Manfred Weber, que preside el PPE deje a un lado su torpe tentación de incorporar a los partidos de ultraderecha.

El tema de Ucrania, en el que Tusk tendrá que hilar muy fino para conciliar los intereses de los agricultores polacos y ucranianos productores y exportadores de cereales y continuar dando apoyo irrestricto en materia bélica y otros órdenes a Kiev.

El tema de la migración es igualmente clave, insoslayaable por realismo y justicia y Polonia, junto con Hungría lo bloqueó en la Curmbre de Granada.

Finalmente, Polonia seguramente aspira a revivir el Triángulo de Weimar -y así lo desea Anne Applebaun- o sea, la cooperación trilateral Alemania-Francia-Polonia.