Durante los sexenios anteriores, los productores agropecuarios de México se fortalecieron, se reinventaron, exploraron otros horizontes financieros y tecnológicos, pero la gran mayoría adoptaron nuevas estrategias, acciones, modos, estudiaron, se capacitaron, se curtieron para saber cómo atender emergencias climáticas, financieras, de producción. Brincaron de ser campesinos a productores y otros, de productores a agroindustriales. Hoy, todo ese bagaje, los apoyos de gobierno, e incluso el abandono también de las autoridades, el sector primario continúa como uno de los eslabones económicos que han mantenido a este país.

Los productores son quienes se la han jugado trabajando con o sin apoyos gubernamentales, exponiendo su capital, con el favor del medio ambiente o la inclemencia del cambio climático, exponen su salud -como en el Covid-, integran a sus familias. Nada los detiene cuando de producir los alimentos se trata.  Son héroes sin capa, guerreros que vencen obstáculos. Son ellos los que evitaron inconformidades sociales durante la pandemia, porque no faltaron los alimentos en las mesas de los mexicanos. Ello implica su gran aportación a la seguridad nacional.

En este contexto resulta significativa la reciente propuesta que lanzó el Consejo Nacional Agropecuario, que con la suma de algunas ramas productivas, busca poner en la agenda al sector. En esta columna hemos llamado, una y otra vez, a visibilizarlo, a no dejar solos a las mujeres y hombres del campo. Siempre aplaudiremos iniciativas que tengan este propósito.

Sin embargo, el CNA comienza retrocediendo al ubicarse como “campesinos”, no es que sea malo, pero es hablar sólo del eslabón más débil y más restringido de esta cadena de valor. Implica un significado bucólico que no incluye a los productores de los que hablábamos al principio. Es regresar conceptualmente a la posrevolución, cuando en la actualidad en el campo se emplea tecnología de punta, se aplica investigación avanzada para cultivos y animales… es como querer disfrazar lo que los ha hecho avanzar.

Si bien uno de los objetivos visibles de la propuesta del CNA es la consecución de recursos para la producción, la comercialización, la sanidad, etc., el uso de eufemismos tampoco es el camino para que los candidatos presidenciables volteen a ver al sector, para recuperar programas, seguros, financiamiento. Por el contrario, reduce su trascendencia al mostrarlo empequeñecido y vulnerable, lo que desde luego no motiva al consumidor final a reflexionar, a valorar a los agricultores modernos, menos a diferenciar que hablamos de la agroindustria.

Resulta valioso que el CNA busque recuperar la interlocución con las dependencias encargadas del sector, para que esas autoridades no sigan con su estrategia de que hacen como que escuchan y como que responden. La presencia de las ramas productivas, de las cadenas productivas o sistemas producto, siempre remite a la idea de integración, pero lo más relevante es la inclusión, dar la voz a todos, la representatividad, porque los eslabones de cada Sistema Producto son quienes  traen el pulso de lo que pasa a ras de tierra.

Los productores no dejan el surco por la movilidad política (no les gusta esta palabra, pero cualquier movimiento, trae su dosis), por lo que verlos promoviendo esta iniciativa será muy relevante (hasta ahora sólo hemos visto un tímido anuncio), primero para que el CNA muestre su capacidad de convocatoria y de aglutinamiento más allá de sus propias filas, a fin de ser un interlocutor fuerte, sólido evidentemente para tiempos electorales, porque muy difícilmente el inquilino de Palacio los volteará a ver en esta etapa y menos les otorgará mayor presupuesto. Y segundo, para que el sector sea validado en su justa dimensión como factor económico y de seguridad nacional, desde la perspectiva de la alimentación y la sanidad.

En estos momentos tan delicados que vive la Nación, la ambigüedad de conceptos no solo no ayuda, sino que confunde. Veamos a las candidatas (ya casi) que cuando hablan del tema son percepciones muy maniqueas. Por ejemplo, a Xóchitl Gálvez la vimos pizcando fresa en campos de Estados Unidos, a manera de acciones populistas. Sería bueno que pise los sembradíos nacionales, que sopese las dificultades de los agricultores, pero también las dificultades de los jornaleros que son además migrantes que han tenido que abandonar Oaxaca, Guerrero, Puebla para trabajar en BCS, Sonora, Sinaloa. Será muy relevante no confundir la delgada línea entre productores y grupos indígenas. Todos tienen su complejidad propia. Enrique de la Madrid entiende el tema de financiamiento del sector, ojalá sea también un impulsor de este tema frente a la futura candidata. Hoy por lo menos ya habla de la inseguridad del sector.

En el caso de Morena, Claudia Sheinbaum, también se ha posicionado sobre el sector: “El apoyo al campo es una de las características de la Cuarta Transformación”, dijo en una de sus asambleas informativas en Michoacán. Y ya desde ese momento adelanta que será la misma política del inquilino de Palacio, porque “se han visto beneficiados todos los mexicanos, incluidos los campesinos del país”. Adelantó más Sembrando Vida.  No será sorpresa que el subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la SADER, sea quien delimite la “nueva” propuesta electoral para el sector. Víctor Suárez no renunciará tan fácilmente a la posibilidad de ahora sí, ser secretario con todo y titulo, no detrás del trono.

Son tiempos de definiciones y aglutinamientos para consolidar interlocuciones que permitan participar en la definición futura de políticas públicas en la próxima administración a fin de que el sector agropecuario recupere su nivel en la escala económica nacional. ¿Quién se suma?