“El más bello de los films inexistentes”, así tituló José de la Colina su prólogo al libro ¡QUE VIVA MÉXICO! (Ediciones Era, segunda edición, México, 1971), guión de S. M. Eisernstein. “El libro de Anita Brenner Idols Behind Altars, concluyó José de la Colina en su prólogo, le sugirió la posibilidad de hacer un film en México. Con la mediación de Chaplin, propueso el proyecto a Upton Sinclaire, que por entonces era un novelista de fama y había ganado mucho dinero con sus novelas de testimonio social, hoy ilegibles. Representando a su marido, la señora Sinclaire firmó con Eisenstein y sus colaboradores un contrato que parece ser el origen de los problemas que harían de ¡Que viva México! el más hermoso de los films inexistentes.

Según ese contrato, Eisenstein se comprometía, en efecto, a ´dirigir la realización´ del film, creyendo que esto implicaba todas las fases de la elaboración cinematográfica, pero la ausencia de un párrafo claro sobre la edición o el montaje fue la trampa en que cayó el entusiasmo del cineasta. (Es tradición del cine norteamericano el que los directores no tengan acceso al cuarto de edición de los films que les son encargados.) Así, la misma hoja de papel que postulaba el nacimiento de ¡Que viva México! era una pieza clave para que el film no existiera.

En el prólogo a la primera edición del libro ¡QUE VIVA MÉXICO! (Ediciones Era, primera edición. México. 1964), Gabriel Ramírez, escribió: “Por indicaciones de Chaplin, acude con el ´escritor progresista´ casado con una millonaria: Upton Sinclaire, a quien le ofrece la idea de un film sobre la Revolución Méxicana. Sinclaire recurre a su esposa Mary Craig Sinclaire y a un circulo de amigos ricos para el financiamiento de la cinta que se rodaría en México.

La señora Sinclair logra reunir 25 mil dólares para que Eisenstein realice el film de acuerdo con su propias ideas, según consta en el contrato firmado el 24 de noviembre de 1930. Es evidente que Eisenstein firmó este contrato (indudablemente considerado por él como una mera fórmula) sin ocuparse mayormente de una serie de especificaciones que después provocarían la más triste de sus experiencias. No se percató de que no se había reservado el derecho de editar el film, y consideró que las palabras directing the making (´dirigir la realización`) indicaban que él montaría la cinta de acuerdo a su teorías. Por otra parte, la frase según la cual la señora Sinclair podía ´disponer sobre la venta o alquiler del material filmado [ … ] de la manera que ella deseara`, puesto que era ´la única propietaria de los derechos mundiales` significaba para Eisenstein la pérdida de una obra que contendría lo esencial de su filosofía y de su concepción de la vida.”

En el apartado 8. ¡Que viva México!: el día de los (films) difuntos, de su estudio S. M. Eisenstein, Aldo Grasso escribió: “El proyecto (casi dos horas de proyección) comprende un prólogo, cuatro episodios y un epílogo. Los cuatro episodios (el realizador los llama `novelas`) son: Sandunga, Maguey, Fiesta, Soldadera. Tiene como argumento el `día de los difuntos`: canto lírico al México moderno, posterior a la revolucón.”

Aldo Grasso  cita a Eisentein: “Los tres episodios comprendidos entre el prólogo y el epílogo debían representar, pues, tres situaciones humanas sucesivas e históricas, desde la sumisión animal a la muerte hasta la superación de esa idea en la concepción de la entidad social, colectiva. Y decimos tres episodios porque Maguey y Fiesta están virtualmente unidos, representado la antítesis de las concepciones de la familia y la moral en dos clases distintas. los hacendados, poseedores, y los peones, campesinos.”

La cuarta novela. Soldadera, nunca se filmó. El epílogo es breve y hermoso: “Tiempo y lugar: el México moderno (1931-1932). El México de hoy, en los caminos de la paz, de la prosperidad y de la civilización. Fábricas, trenes, puertos con enormes barcos, el castillo de Chapultepec, parques, museos, escuelas, campos deportivos. La gente de hoy. Los dirigentes del país. Generales, Ingenieros, Aviadores. Costructores del México nuevo. Y niños, el futuro pueblo del futuro México. El trabajo de las fábricas.

El silbido de las hélices de los aeroplanos. Las sirenas de los centro de trabajo. Moderno… civilizado… el México industrial surge en la pantalla. Carreteras, presas, vías férreas… el bullicio de una gran ciudad. La nueva maquinaria. Las nuevas casas. Gente nueva: Aviadores, Choferes, Ingenieros, Oficiales, Técnicos, Estudiantes, Expertos agrícoias. Y los dirigentes de la nación: el presidente, los generales, los ministros de Estado. Vida, actividad, trabajo de nuevo, gente vigorosa… Mas si se observa detenidamente, se contemplan en la tierra y en las ciudades los mismos rostros. Rostros que tienen semejanza estrecha con los que participaron en el funeral de la antigüedad en Yucatán, los que danzaron en Tehuantepec, los que cantaron el Alabado tras de los altos muros, los que bailaron con extraños atavíos en torno de los templos, los que pelearon y murieron en las batallas de la Revolución.

Los mismos rostros, pero distinta gente. Un país distinto, una nueva, una civilizada nación. Pero, ¿qué es esto? Tras el bullicio de las máquinas de las fábricas, tras el desfile del ejercito moderno, tras los discursos del Presidente y tras las órdenes de los generales, detras de todos danza la muerte. ¡No sólo hay una sino muchas muertes, muchas calaveras, muchos esqueletos…! ¿Qué es esto? Es la procesión del carnaval. La procesión más original, más tradicional, el espectáculo más ostentoso: la clavera, el Día de los Muertos. Es una notable festividad mexicana, cuando los mexicanos evocan el pasado y muestran su desdén por la muerte. La película empezó en el dominio de la muerte. Y termina con la victoria de la vida sobre la muerte, sobre las influencias del pasado.  La vida renace bajo las esquelas de cartón, la vida corre hacia adelante y la muerte retrocede y desaparece. Un alegre indito se quita cuidadosamente su máscara y sonría, con una contagiosa sonrisa: encarna al nuevo México creciente.”

Y al influjo de las palabras “el montaje inevitable” imaginamos la aparición de un dibujo animado en el que vemos a Seguéi Mijailovich Eisentein, en una sala de edición en plena labor creadora. Al notar que lo vemos, levanta de la nada una calvera y nos la enseña, al mismo tiempo que aparecen una serie de tomas rápidas de su película inconclusa, ¡Que viva México!, en la que se hace alusión a la muerte, mientras le oímos decir: “Siento atracción por huesos y esqueletos desde la infancia. La atracción es una forma de enfermedad. Por los esqueletos, por ejemplo, fui a dar a México).” Y continúa diciendo: “Desde aquí, donde ya no soy lo que fui y quisiera ser, les digo que a los mexicanos les gusta jugar con la muerte porque aman la vida y les gusta jugar con la vida porque aman la muerte, En mis Yo Memorias Inmorales escribí que en una revista alemana vi algunos huesos y esqueletos que me habían asombrado. El esqueleto de un hombre montado sobre el esqueleto de un caballo. Eran fotografías del Día de Muertos en la Ciudad de México y esos esqueletos eran… ¡juguetes infantiles!”