Las tragedias en nuestro país han sido múltiples desde siempre, en muchos casos sorpresivas y llegan como furiosos imponderables para generar el caos con la incertidumbre que son el anuncio de altos costos en cuanto a vidas humanas, daños materiales y duelo.

Los estragos causados por el huracán Otis aún no terminan de contarse en el estado de Guerrero en donde impactó de manera letal, principalmente en el puerto de Acapulco, las imágenes que han dado vuelta por el mundo son testimonios irrefutables de los daños.

Hasta el domingo 29 de octubre ya se reportaba el fallecimiento de 43 personas a consecuencia del meteoro, además un número significativo aún se encuentran desaparecidas lo que aumenta el drama y la incertidumbre.

Los actos de rapiña fueron múltiples, es decir el caos imperó en el puerto emblemático de Guerrero en donde no había comunicaciones, fallos en materia de energía, en una palabra: desolación.

Habría que resaltar que una fortaleza del pueblo mexicano es la solidaridad que se manifiesta en momentos dolorosos que representan tragedias, por lo regular en circunstancias como las que se han vivido en Acapulco aflora la lentitud de las instancias gubernamentales de todos los niveles, suelen ser rebasadas como ha sucedido generalmente, por ejemplo, recordamos el terremoto de 1985 en que la administración de Miguel de la Madrid parecía pasmada.

Actualmente los diferentes niveles de gobierno también tardaron en reaccionar, el presidente Andrés Manuel López Obrador se quedaba varado en un auto al dirigirse al lugar de la tragedia, militares se ocupaban apoyando al jefe del Ejecutivo. La gobernadora de Guerrero Evelyn Salgado estuvo ausente desde el principio del problema, en ocasiones el silencio es elocuente.

Acapulco ha sido un puerto emblemático, cobró un mayor auge desde la época del gobierno de Miguel Alemán Valdez, un sitio de gran atracción turística, las bellezas, sus historias y la gran cantidad de recuerdos gratos están en muchas personas. Ahora la desolación es perturbadora y desconocemos cuánto tiempo pasará para que la situación cambie profundamente.

El estado mexicano debiera responder con más rapidez ante siniestros como el que se padece en Guerrero, al final lo que vemos y escuchamos son dimes y diretes entre lo dicho por los representantes de las autoridades y sus críticos como un elemento más de una polarización que no sirve de mucho, los extremos entre mal querientes tienden a desinformar porque llevan sus dichos a un esquema binario, maniqueo apoyado en muchas medias verdades.

Tal vez en lo que refiere a la tragedia lo que se destacaría es la multiplicación en diversos sectores de la población que ayuda a la comunidad afectada en Acapulco y lugares cercanos en la costa guerrerense, organizaciones no gubernamentales, universidades, incluso políticos aunque a éstos últimos no garantizan confianza porque el oportunismo es reprobable en momentos como los vividos a consecuencia del huracán.

La solidaridad mexicana sigue vigente aún en medio de tantas dificultades que nos azotan un día si y otro también, se trata de una bandera que no ha dejado de ondear porque está presente pese a todo.