La destrucción de Acapulco por el huracán Otis dejo ver al verdadero López Obrador: un presidente atascado en su propio pantano.

La parálisis del gobierno, antes y después del desastre, fue consecuencia de cinco años de destrucción. Acapulco se derrumbó no solo por la fuerza de los vientos, sino por el destrozo institucional provocado por un gobierno corrupto y autoritario.

El Sistema Nacional de Protección Civil creado a raíz del sismo de 1985 para evitar pérdida de vidas y coordinar la ayudó nunca operó. No operó porque está desmantelado, sin presupuesto y en vías de extinción por ser considerado inútil y obra del pasado.

La furia de Otis dejó ver la pequeñez de un presidente que gusta parecer todopoderoso. Al que le gusta hablar como un Moisés frente al mar: “¡Que se abran las aguas!” “¡Vamos a poner de pie a Acapulco en poco tiempo, me canso ganso!”.

Ponerlo de pie significa repartir dinero a diestra y siniestra para calmar el enojo de las víctimas y no perder las elecciones en Guerrero. El plan de reconstrucción anunciado en la “mañanera” es un plan electoral, claro reflejo del miedo a perder votos.

El día después del huracán dejó ver que México no tiene presidente. Menos un jefe de Estado. Subió a sus redes un video donde aparece sentado en el despacho presidencial, dando órdenes a través del celular, para simular el esfuerzo, dejándose ver como un simple alcalde.

El presidente de los pobres se escondió en su Palacio. Si ha estado en Acapulco lo ha hecho de manera subrepticia. No ha caminado las calles ni se ha encontrado con el “pueblo bueno” para no escuchar el grito de quienes un día votaron por él y hoy le dicen: “López Obrador, no sirves para nada”.

Otis desnudó a un farsante.  A un populista que en lugar de utilizar un helicóptero para atender la emergencia decide viajar por carretera para quedarse atascado y dar la impresión de que él también está inmerso en el lodo.

 “Me piden que me moje los pies, pero ¿cómo me los voy a mejor si me enfermo?”, lo dice desde la comodidad de su residencia virreinal y a cientos de kilómetros de quienes se quedaron sin casa.

El huracán se llevó lo que quedaba de la embestidura presidencial. Para los más pobres ya es un simple merolico, un mentiroso, sin credibilidad.  Sólo preocupado por no perder poder. Que repite con Otis lo mismo que hizo con las vacunas durante la pandemia: evitar que otros ayuden para que todo se lo deban a él.

 

@PagesBeatriz

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