De los avatares del pueblo judío se ha escrito tanto como si fuera uno de los grandes imperios de la Tierra. Ni por extensión, ni por número de habitantes lo es. Sin embargo, desde hace 75 años casi no hay un día que Israel deje de llamar la atención de propios y extraños. Por una o por otra razón. En los últimos días, desde el domingo 8 del presente mes, los medios de comunicación electrónicos e impresos han dado cuenta del novísimo episodio violento que ha enfrentado el Estado de Israel desde que David Ben Gurion proclamó, urbi et orbi, como Primer Ministro provisional al nuevo Estado de Israel basado en una decisión de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el 14 de mayo de 1948.

De este acontecimiento han transcurrido ya siete décadas y media. Quizás eso obedezca a que como dijo Golda Meir (Kiev Ucrania, 3 de mayo de 1898-Jerusalén, 8 de diciembre de 1978), la primera mujer que hasta el momento ha sido Primera Ministra de esta nación: “en nuestras luchas, los judíos tenemos un arma secreta, no tenemos otro lugar adónde ir”. A lo que agregaría otra de sus selectas frases: “los judíos no pueden perder la guerra, podría ser la última”.

Quizás por eso muchos judíos —asquenazíes, sefardíes o mizrajíes—, siguen convencidos de que pertenecen al “pueblo elegido por Dios”, con quien mantienen un pacto de alianza. Otros, incluso, no lo piensan así y son contrarios a la doctrina oficial del gobierno de Jerusalén. El hecho es que los judíos, en general, no pasan inadvertidos. Y su historia desde el principio de los tiempos ha sido de persecución y de desprecio, hasta llegar al  Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, el mayor crimen que ha cometido el ser humano —en este caso por órdenes del fūhrer alemán, Adolf Hitler con la complicidad de otros gobernantes y pueblos europeos—, en contra de otras personas que calificaron de diferentes. El antisemitismo sin embozo.

En el medioevo en Europa oriental y occidental asesinaron a miles de judíos, a quienes se les atribuía, nada menos, de ser los causantes de la peste negra. Y por ser judíos, que “asesinaban” a niños en ritos satánicos. Y por ser, decían, los dueños del dinero que en muchos ocasiones servía para que los gobernantes del momento solventaran sus deudas y hasta para financiar guerras en contra de los pueblos vecinos. El dinero de los judíos era útil para muchos gobernantes, los judíos no.

Ahora, el pasado día 7, la organización terrorsta Hamás atacó a Israel con misiles, invadiendo kibutzim y tomando 222 rehenes, con un saldo de 1,400 israelíes muertos, y centenares de heridos. La reacción deL Primer Ministro Benjamín Netanyahu y su gobierno fue de acuerdo a como lo esperaban los judíos ortodoxos, lo que no coincidió  con algunos aliados del extranjero.  Al momento de redactar este reportaje los portavoces palestinos informan que sus bajas suman 5,000 fallecidos, aparte de heridos que no encuentran hospitales donde los atiendan y oleadas de refugiados que tratan de llegar a países vecinos. Israel aparte de bombardear la Franja de Gaza ha suspendido el suministro de agua, alimentos y energía eléctrica. Desde el momento de la reacción israelí, han sido pocos vehículos los que llegaron a la franja con alimentos y oros suministros. Rusia y China, así como otros países europeos y de América se muestra a favor de los palestinos, en ocasiones hasta por parte de antiguos aliados del estado judío.

Al respecto, Jacques Rogozinski, economista nacionalizado mexicano de origen judío, hijo de supervivientes del Holocausto, en su columna periodística Mitos y Mentadas, titulada “Preguntas permanentes del pueblo judío”, informa: “En la actualidad, el 21 por ciento de los ciudadanos de Israel es árabe-palestino, tienen representación en el Congreso (la Knesset) y en el ejército israelí. ¿Cómo se puede hablar de un “genocidio” cuando los propios ciudadanos de Israel formalmente reconocidos, son árabes musulmanes de Palestina? ¿Cuántos judíos hay en un parlamento árabe?”

No resulta fácil defender la causa israelí al ver las fotografías y los videos de las zonas bombardeadas por la fuerza aérea hebrea, la condena contra los judíos se centra en la causa palestina, aparentemente los débiles en esta contienda, pero que también cuentan con armas modernas proporcionada por Irán y Rusia, por lo menos. Rápido se olvida que Hamás asesinó, prácticamente a mansalva, a granjeros judíos de todas las edades y sexo. Como sucedió en el festival musical Tribe of Nova, para celebrar la festividad judía de Suco, entre huertos de eucaliptos a sólo cinco kilómetros de Gaza, que parecía muy bien organizada, que cuando empezó parecía que la fiesta se adornaba con “fuegos artificiales”, pero que en realidad eran cohetes lanzados desde la Franja, el fuego al amanecer que anunciaba un ataque que convertiría los campos llenos de jóvenes israelíes bailando música psicodélica en un matadero.

Esta masacre de jóvenes granjeros se topó con la oleada de palestinos oprimidos que niegan el derecho del Estado judío a existir. Lo que sucedió en el festival musical fue más allá del odio y la guerra. Este sanguinario ataque terrorista por donde se quiera ver, en un idílico paraje campestre, dejó, por lo menos, 260 asistentes muertos. Una joven sobreviviente, Hila Fakliro, narró: “Había locos maniáticos con armas y gente cayendo una por una, fueron arreados y fusilados como animales. Era como un campo de tiro. La música calló y se anunció la cancelación del Festival”. Un policía, armado con una pistola era una patética respuesta a las armas automáticas de los terroristas de Hamás, le gritó a Hila que corriera rumbo al Este, lejos de Gaza. Se salvó.

Pasaron muchas horas después de esta pesadilla para que despertaran las Fuerzas de Defensa de Israel. El país —adormecido (por llamarlo de alguna manera) por la creciente aceptación en el Medio Oriente, por profundas divisiones internas, por los asentamientos en la ocupada Cisjordania y por la creciente marginación de la cuestión palestina— había desentendido la amenaza en su contra. O lo que es lo mismo la “famosa inteligencia” israelí había fallado.

Al otro lado de la valla de Gaza, aproximadamente 2.3 millones de palestinos vivían y siguen viviendo en un enclave desesperado sitiado por Israel, pero también descuidado por los “países árabes hermanos” , en un lugar que engendra el extremismo, que no tiene para cuando desaparecer.

A cuentagotas, los dirigentes de Hamás empiezan a liberar a los rehenes que capturó el día que inició sus operativos contra los israelíes. Primero permitió que dos mujeres estadounidenses —madre e hija—, de visita en Israel volvieran a casa. Días más tarde, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) dejó que dos ancianas judías: Yocheved Lifshitz, de 85 años de edad, y Nurit Cooper, de 79, dejaran su confinamiento, aunque sus estéticos esposos continuan como rehenes. Las dos parejas fueron secuestradas de sus hogares en el kibutz de Nir Oz, cerca de la frontera con Gaza, desde el sábado 7 de octubre.

Hamás informó que la liberación de las ancianas fue por motivos humanitarios y la mediación de Qatar y Egipto, y que negocia la libertad de otros 50 rehenes más. Hay seguridad de que los islamistas y otros grupos en la Franja tienen otros 220 rehenes, por lo menos.

Aunque la guerra entre judíos y palestinos se centra entre Eretz Israel y Gaza, la intervención de EUA, Rusia, incluso China, Alemania, Francia y la Gran Bretaña y sobre todo los países árabes demuestra qué hay una creciente preocupación de que la escalada bélica pueda desencadenar un conflicto generalizado en el Oriente Medio incluso contra fuerzas armadas estadounidenses.

En estas condiciones, la Franja de Gaza sufrió el martes 24 el día más sangriento con la muerte de 750 personas en las pasadas 24 horas tras mantener el ejército judío los bombardeos indiscriminados. Estos ataques contra la comunidad palestina desprovista de energía eléctrica, agua y alimento, ha disparado el número de víctimas mortales hasta 5,791 según datos de Hamás; y del bando contrario, fueron asesinados, hasta la fecha, 1,400 judíos, y 222 (que pueden aumentar) que fueron secuestradas. Asimismo, la cifra que más reacciones ha originado en el escenario internacional es la de menores de edad muertos, 2, 300, en 18 días de guerra. El número de niños muertos indigna en todo el mundo, pero no lo suficiente para que Jerusalén doble las manos y declare el alto el fuego, algo que tampoco los palestinos demuestran alcanzar.

Para que nada falte, el primer ministro de la Gran Bretaña, Rishi Sunak, afirmó en Londres, en la Cámara de Diputados, que la investigación que realizó el Reino Unido apunta a que la explosión que mató a cerca de 500 personas en el hospital Al Ahli de Gaza fue provocado por un misil disparado por los palestinos desde Gaza. Afirmación a la que, agrega: “El ataque contra. Israel fue motivado por el odio, pero también por el miedo de Hamás”.

La semana en curso se calentó aún más, si eso fuera posible, por las palabras de denuncia del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, por las “violaciones claras del derecho humanitario” en el conflicto israelí-palestino. “Es importante reconocer que dichos atentados no se produjeron en el vacío. Son consecuencia de 56 años de ocupación sofocante”, lo que provocó el enojo del canciller israelí, Eli Cohen, que pidió su renuncia. “Señor secretario, ¿en qué mundo vive?, le echó en cara

Coen a Guterres. “Sin duda, no es el nuestro”, tras mostrar a la prensa fotos de los ataques de Hamás contra civiles israelíes. Acto seguido, por medio de una red social, el embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, pidió la renuncia del diplomático portugués. A lo que Cohen agregó que “pedía lo mismo”. Así están los problemas del Oriente Medio.

Y, al reunirse en Tel Aviv, el presidente de Francia, Emmanuel Macron con Benjamín Netanyahu, afirmó que la seguridad de Israel y la estabilidad del Oriente Medio no serán duraderas a menos de que se reconozca “el derecho legítimo de los palestinos” a tener su propio Estado. Palabras más, palabras menos, lo mismo repitió en su encuentro con Mahmud Abas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Algo concreto, por lo menos, en un ambiente tan ríspido. VALE.