Aunque parezca insólito, en Chile continuará la vigencia de la Constitución que se redactó durante la dictadura militar del general golpista Augusto Pinochet (1973-1990), pero que fue reformada en varias ocasiones una vez que retornó la democracia al país. En otras palabras, la nación chilena vuelve al punto de origen después de que se iniciara el proceso de reforma constitucional, como respuesta a las masivas protestas sociales que estallaron en el largo país sudamericano en 2019. Dos iniciativas, una dominada por la izquierda y la otra por la ultra derecha, fueron rechazadas.

Sin dramas lacrimosos, el presidente Gabriel Boric, anunció desde el Palacio de la Moneda, que “después de dos propuestas constitucionales plebiscitadas, ninguna logró representar ni unir a Chile en su hermosa diversidad… Con la consulta del domingo 17, se cierra el proceso constitucional. Las urgencias (nacionales) son otras”.

La opción “en contra” al cambio de la Carta Magna se impuso por un 55.76 por ciento de los votos, mientras que “a favor” logró el 44.24 por ciento, de acuerdo a los datos oficiales del Servicio Electoral (Servel) chileno. EL presidente Boric apoyó la primera propuesta lanzada por la izquierda en 2022, mientras que, en el segundo intento, que culminó el domingo 17 de diciembre, el Ejecutivo se mantuvo neutral.

Al abundar en el tema, Boric Font afirmó que el plebiscito sobre la nueva propuesta de Constitución “fortalece” la democracia chilena y remarcó que su gobierno se centrará en “las prioridades de la gente”. El mandatario de izquierda, indicó que “más allá de cualquier resultado fortalece nuestra democracia. Chile ha demostrado una fortaleza que no tenemos que dar por sentado, y demostrado que los problemas que tenemos en la sociedad los canalizamos institucionalmente y lo resolvemos de manera pacífica y confiamos en el pueblo”. Estas reflexiones las hizo el mandatario después de votar en su natal Punta Arenas, en el extremo sur del país. “No en todos los lugares es igual”, aclaró; la jornada electoral la siguió paso, a paso, desde Santiago.

En la segunda propuesta, también rechazada, la redacción corrió a cargo por un consejo dominado por el Partido Republicano, texto que era todavía más conservador que la Constitución heredada por los pinochetistas.

Por ejemplo, en su articulado limitaba el papel del Estado en la economía de mercado y posibilitaba la revisión del derecho al aborto en tres casos: violación, inviabilidad del feto y el riesgo para la madre. Asimismo, volvía más duro el trato a los migrantes con la expulsión, “en el menor tiempo posible”, de quienes estuvieran en situación irregular”.

Por su parte, José Antonio Kast, dirigente del Partido Republicano, ex candidato presidencial derrotado por Boric en los comicios de diciembre de 2021, manifestó:  “Fracasamos en el esfuerzo por convencer a los chilenos que esta era una mejor Constitución que la vigente y que era el camino más seguro para terminar con la incertidumbre política, económica y social”. Agregó: “No hay nada que celebrar. Y no sólo nosotros no podemos celebrar, sino que el Gobierno y la izquierda tampoco pueden porque el daño que ha sufrido Chile en los últimos cuatro años es gigantesco y costará muchas décadas repararlo”.

El antecedente es que en septiembre de 2022, el 62 por ciento de los ciudadanos chilenos no aprobó el proyecto de Constitución redactado por una Asamblea Constituyente con mayoría de la izquierda, que proponía un documento con transformaciones profundas con el apoyo del gobierno de Gabriel Boric.

En suma, el domingo 17 de diciembre, la votación a favor del cambio fue de 44.24 por ciento, es decir, acudieron a las urnas 5,464,739 votantes. En contra, 55.76 por ciento, 6,888,475. Lo que significó 84.44 por ciento de votación. Más de 15 millones 400 mil chilenos fueron convocados a aprobar o rechazar la nueva Constitución, vigente desde 1981. Pese al intento, continuará la herencia de Pinochet.

La votación dominical —17 de diciembre—, tuvo lugar más de un año después de que los chilenos rechazaron rotundamente la Carta Magna redactada por una convención de izquierda y que muchos caracterizaron como una de las Constituciones más progresistas del mundo. El nuevo documento constitucional, concebido en gran medida por concejales conservadores, estaba más cargado a la derecha que el que había tratado de reemplazar, porque habría profundizado principios de libre mercado, reducir la intervención estatal e incluso limitar algunos derechos de la mujer.

Dentro de los artículos más controvertidos del nuevo borrador hay uno que a la letra dice que “la ley protege la vida del no “nacido”, con un ligero cambio en la redacción que algunos advirtieron que podría hacer el aborto fuera completamente ilegal en el país.

Pese a la derrota, el izquierdista Boric resaltó que la del domingo 17, fue una jornada “en orden y en calma” en la que se fortaleció el sistema, al respetar la decisión de una mayoría. Sin embargo, pidió no desconocer a las minorías, pues éstas también tienen demandas y reclamos al poder.

Con ánimos deportivos, el mandatario comparó la situación política del país con un juego de futbol, al sostener que ahora el balón está en el terreno y pueden cambiar el panorama. Por lo mismo, da la vuelta a la página sin ánimos derrotistas al definir sus nuevas prioridades, que no interrumpen la solidez democrática, pues el pueblo no puede, ni quiere, seguir esperando en temas sociales, como la reforma de pensiones, el pacto fiscal, la igualdad, la salud y la educación entre otros rubros, lo que recuerda los principales reclamos de hace cuatro años, en referencia al estallido social de la época.

En tales circunstancias, la oposición se mofó de la derrota de Boric Font, incluso la celebró aunque en forma moderada. Varios partidos responsabilizaron al presidente de los nulos ajustes para cambiar el texto constitucional. Incluso Democracia Cristiana cantó que el domingo 17 de diciembre ganó “el sentido común”, de acuerdo a un mensaje compartido en redes sociales, mientras que la Unión Democrática Independiente, que tomó parte en la redacción del documento constitucional admitió el revés, aunque lo atribuyó al “cansancio institucional”.

Otros sectores políticos chilenos dijeron que la del domingo 17 de diciembre fue una derrota compartida, mientras en el año 2022 fue contra la izquierda, ahora le tocó a la derecha, mientras algunos líderes partidistas resumieron la votación del fin de semana prenavideño como  como una pérdida de tiempo y de recursos, pues los votantes rechazaron nuevamente el documento constitucional  y el Ejecutivo desistió de presionar a los ciudadanos para romper con la herencia de Augusto Pinochet.

La Constitución pinochetista ha sido sometida a setenta reformas desde la transición, en su mayoría realizadas bajo el gobierno de Ricardo Lagos, aunque no suficientes para corregir la profunda desigualdad en uno de los países considerado más estable de Hispanoamérica.

Como dice el analista Fran Ruiz en su análisis sobre el plebiscito: “Es parte de la paradoja de este referéndum: la propuesta es defendida por las derechas, sobre todo la conservadora del Partido Republicano, que nunca buscó cambiar la Constitución vigente y se sumó muy tarde al proceso. En cambio, la izquierda, cuyo propósito desde hace más de 40 años ha sido reemplazarla por una democrática, la rechaza por considerarla peor que la actual”.

De tal suerte, los expresidentes chilenos emitieron el domingo 17 de diciembre su voto en el plebiscito para reemplazar la constitución vigente, que al final de cuentas seguirá tan viva como cuando se promulgó. La más tempranera fue la socialista Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), quien poco después de las 9 horas (local), hizo acto de presencia en el Colegio Bicentenario de La Reina, en la zona metropolitana, donde aseguró a la prensa: “Prefiero algo malo que algo pésimo”.

Segura de que la propuesta representaría pasos atrás respecto a los derechos de la mujer y la consolidación del machismo chileno, la ex presidenta Bachelet atacó a quienes la han criticado por haber sido clara y haber hecho campaña en favor del rechazo, opción que apoyan tanto la colación del Gobierno como otros movimientos progresistas. Por ello, aseguró: “Cuando todos los expresidentes varones han dado su opinión, nadie criticó. A la única que criticaron es a mí. Habrá machismo de por medio, digo yo”. Por lo mismo, declaró Michelle Bachelet: “Hay mucha gente que quiere ser presidente, que quiere hacer otras cosas, yo no estoy buscando nada, yo no tengo por qué mentir. Además, las mujeres de Chile saben qué en todos mis gobiernos me preocupé mucho de los problemas de las mujeres, por tanto, cuando yo hablo sobre qué significa para las mujeres, lo digo porque estoy convencida de ello”.

Finalizó diciendo: “Tengo mis opiniones claritas…Yo siempre prefiero algo malo que algo pésimo. Si hay gente que aspira a gobernar en el futuro, tiene que entender que gobernar es llegar a acuerdos”.

Por último, pero no menos importante, el domingo 17 Chile finalizó un periodo de cuatro años que comenzó con el estallido social de 2019 que puso contra las cuerdas al gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022) y a la democracia chilena. Con disturbios sociales callejeros de violencia inusual en los tiempos recientes de la sociedad chilena, prácticamente todo el arcoíris político del país suramericano, salvo los radicales de bando y bando, llegaron al acuerdo de una ruta constituyente que llegó a su fin el domingo 17 del mes en curso, saliera adelante o no el segundo y último intento de reformar la Constitución.

Bien dice Ruiz: “El resultado del domingo pasado supone un varapalo para el ultra derechista Partido Republicano, que tuvo un peso fundamental en la redacción del nuevo texto y aspiraba a convertirse en la fuerza hegemónica de la derecha”…”Mientras que tanto la derecha tradicional y la ultraderecha defendían que la propuesta se hacía cargo del problema de la inseguridad y ponía fin a la incertidumbre institucional que generaron las masivas protestas de 2019, la izquierda aseguraba que el texto era “dogmático” y profundizaba en el modelo neoliberal implantado durante el régimen militar”.

El punto y aparte del asunto, o sea, la opción de rechazar la propuesta constitucional se impuso en la mayoría de las 16 regiones del país, sobre todo en la capital Valparaíso (centro) y la norteña Antofagasta. Bien dijo Bachelet: “Prefiero algo malo que algo pésimo”. VALE.