El inquilino del palacio, ahora además director de campaña de Morena, ha adoptado los sondeos y encuestas como una estrategia de triunfo adelantado y se han apropiado de las principales firmas demoscópicas. El resultado ya lo probaron en la campaña para gobernador en el Estado de México, en donde les fue benéfico crear un clima de triunfo anticipado de Morena, haciendo creer que ya todo estaba “arreglado”, lo que desanimó a los electores que apoyaban a la entonces candidata del Frente amplio por México y provocó el aumento del abstencionismo hasta del 50% del padrón electoral. Los que apoyaban a Alejandra del Moral ya desanimados no fueron a votar.
Desde este momento no hay duda de que el presidente y Morena apuestan por el abstencionismo, contando con que con el voto duro de Morena, más los electores cautivos de los programas sociales, incluidos los migrantes extranjeros recientemente nacionalizados por este gobierno les bastará para ganar la elección del 2 de junio.
Las encuestas han sido y siguen siendo, con todas sus virtudes y defectos, una herramienta de mucha utilidad para el comercio y la política. La utilización en nuestro país, en materia electoral de la estadística mediante cuestionarios para sondeos de opinión y encuestas, comenzó a finales de los años setenta y luego creció hasta límites inimaginables, al grado de que hoy pululan encuestadoras patito, dispuestas a inventar todo, desde cuestionarios y sus requisitos, manipulación de cifras y bases de datos y un largo etcétera.
Los escarceos preliminares han comenzado. A unos días del inicio formal de la fase de precampañas, el uso y abuso de las encuestas para incidir en el ánimo de los electores rumbo a las elecciones, inició con el cinismo y la desvergüenza de quienes —casi todos— han manipulado esta herramienta y vuelven a las andadas sin importarles el descrédito que arrastra su amañada utilización.
La poca credibilidad llega a tal grado que hoy no son confiables, y el imaginario popular dice de ellas, que las encuestas son de quien las paga. Sin embargo es cierto también que existen casas encuestadoras serias, que cuidan su prestigio, pero como la gente, en general, ni cree en ellas, al momento de ser cuestionados les disgusta o les causa desconfianza contestar o las repudian, aun los ejercicios serios han terminado por no ser confiables. El viejo lugar común de que son solo la fotografía de un instante, ya ni siquiera puede sostenerse.
Una encuesta seria a escala nacional debe tener una intensidad de muestreo muy alto para ser representativo, ser directo o combinado con visitas domiciliarias y con llamadas telefónicas, abarcar todos los estratos o deciles de edad, género, ingreso, residencia, militancia y múltiples variables adicionales. El cuestionario no puede ser inductivo y todos los detalles metodológicos deben acompañar los resultados; esto es, la encuesta seria tiene que ser acompañada de su correspondiente nota metodológica.
Otra cosa es un mero sondeo de opinión de alcances más cortos y generalmente aplicados a un universo predecible, algo como lo que están haciendo algunos medios de comunicación entre sus lectores o suscriptores. Existen diferentes tipos de parámetros a la hora de realizar un sondeo, que van desde lo económico hasta lo metodológico. ¿Cuánta responsabilidad por los errores en las predicciones electorales se puede adjudicar a la herramienta o a la muestra y cuánto a las personas que la aplican?
Y suponiendo que no existieran intereses mezquinos, es claro que si realizáramos una encuesta en Ciudad Universitaria, solo entre el alumnado y el turno matutino, los resultados serían diferentes si incluimos a los del turno vespertino y a los académicos y a los trabajadores. Eso considerando un muestreo de intensidad representativa. Ahora imagine el público lector los resultados de una encuesta entre los habitantes de Iztapalapa y los de Lomas Virreyes. O que contestan nuestros conciudadanos que viven en Tijuana, respecto de los que habitan en Chetumal. Los jóvenes o los de tercera edad. En fin, el tema da para mucho.
El caso es que las encuestas —o lo que dicen ser encuestas— y los sondeos de opinión se usan como mera propaganda electoral y con base en presentar resultados inverosímiles han perdido absolutamente toda credibilidad. En los próximos días, veremos cualquier clase de gráficos, resultados y cada candidato irá ganando en sus respectivas encuestas. Olvidan que recientemente el uso y abuso de éstas demostraron su inoperancia con las votaciones en varios países de Europa como en los Países Bajos, en Francia y recientemente en Argentina.
Debemos informar a los electores mexicanos, que no se dejen engañar, los únicos engañados serán los candidatos o sus partidos. Ya no comulgamos con ruedas de molino.