Deseaba referirme en este artículo a Polonia y el flamante gobierno de Donald Tusk desplazando a la ultraderecha católica de Kaczynski y a la presidencia semestral de la España de Pedro Sánchez en la Unión Europea que concluye este 31 de diciembre.

Celebrar que la coalición de la derecha moderada, el centro y la izquierda que gobierna, el país centroeuropeo vuelve definitivamente a la Unión Europea —hasta me hubiera gustado relatar mi diálogo humorístico, en 2006, con un Tusk derrotado, que hasta podría haber sido premonitorio—, ahora que expulsó del gobierno a Jaroslaw, el superviviente Kaczynski.

De la presidencia española hubiera yo querido hacer énfasis en la cumbre UE-Latinoamérica, muy importante para la Europa comunitaria y para nosotros —Bruselas, por lo pronto, comprometió inversiones de 45,000 millones de euros en nuestra región— pero que pasó casi desapercibida, porque Sánchez libra batallas al interior de España promoviendo una ley de amnistía a favor de sediciosos catalanes, en la que yo estaría en principio de acuerdo; aunque me opongo rotundamente a un referéndum de independencia.

Sin embargo, el tema de “La inmigración, esa herida que supura”, como titulé mi primera colaboración en esta revista el 18 de octubre de 2018, sigue siendo un asunto de urgencia y en la Unión Europea y en algunos de sus países miembros —ostensiblemente en Francia— causa turbulencias políticas.

 

De la “enchilada completa” a la Ley Abbott anti inmigrantes

A inicios de 2001 los presidentes Fox y Bush, ambos rancheros —cowboys— declaradamente amigos, hicieron suponer válidamente a Jorge Castañeda, canciller de Fox, que era posible, por fin, una reforma migratoria favorable a nuestros compatriotas que emigraban a Estados Unidos, “la Enchilada Completa”. Y, como digo, quizá tenía razón. Pero el 11 de septiembre de ese año tuvo lugar el ataque terrorista, planeado por Osama Bin Laden, contra las torres gemelas de Manhattan y un edificio del Pentágono en Washington y la “guerra contra el terrorismo islámico” se convirtió en prioridad de Washington y la “Enchilada” pasó al olvido.

Después los problemas de la migración mexicana, latinoamericana y de otras latitudes a Estados Unidos han sido muchos y hoy uno más es la ley SB4, firmada el lunes 18 de diciembre por el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, que da a los funcionarios de ese Estado facultades amplísimas para detener, procesar y deportar inmigrantes. Una ley violatoria de normas federales, que impide a los migrantes ejercer su derecho a pedir asilo y otros apoyos humanitarios y que, dice Adriana Pinon, directora jurídica, en Texas, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), es una de las medidas más extremas de represión contra los migrantes en Estados Unidos.

La ley y medidas que impone, que el propio presidente López Obrador anunció impugnaría y ya trabaja en ello nuestra cancillería, forma parte de la batería de republicanos texanos contra el presidente Joe Biden en tiempos pre electorales, que en 2024 podrían enfrentar de nuevo a Biden y Trump por la presidencia de Estados Unidos. El gobernador Abbott es, además, un viejo conocido nuestro antimexicano, que ofende frecuentemente a México y causa daños a migrantes mexicanos y de otras nacionalidades que cruzan la frontera a Texas.

Vendrá también, a medida que se haga más intensa virulenta la contienda por la candidatura republicana y más tarde la lucha por la presidencia de Estados Unidos, una tempestad de insultos a los inmigrantes mexicanos y a México. Recordemos los que nos soltaba Trump en la campaña de 2015-16: Los mexicanos traen drogas, crimen y son violadores, bad hombres… construiré un enorme, hermoso muro en la frontera y hará que México pague por él. Aún más: Cuando Alejandro González Iñárritu ganó el Oscar, por Birdman, en 2015, el magnate neoyorkino demeritó al film y dijo que la ceremonia del premio “fue una gran noche para México, como siempre, están acostumbrados a arrebatarnos lo nuestro más que ninguna otra nación”.

En síntesis, la campaña por la presidencia de Estados Unidos habrá de utilizar el tema de la migración y, en consecuencia, a veces como “piñata” a México. Ojalá que del lado de los demócratas y también activistas mexicanos y de otras nacionalidades defiendan la migración y propongan programas y leyes en materia migratoria de beneficio a inmigrantes y al mercado laboral, que requiere de esa fuerza de trabajo.

Pacto migratorio “de la desvergüenza” en Europa

Mientras el gobierno conservador del Reino Unido, que también es Europa, se propone, contraviniendo los dictados de la Corte Suprema, embarcar a inmigrantes que lleguen de manera irregular a la Gran Bretaña, como prisioneros, con destino a Ruanda, la Unión Europea aprobó un pacto migratorio que está siendo objeto de condena por innumerables analistas, y Francia que expidió una nueva ley de inmigración, ha estado a punto de sufrir una suerte de “revolución de Palacio” en el gabinete del presidente Emmanuel Macron.

Para empezar con la nueva ley francesa, diremos que fue adoptada este martes 19 en la Asamblea Nacional con los votos de los diputados de la derecha y de la ultraderecha, mientras que una cuarta parte de los macronistas votaron en contra o se abstuvieron; y no solo eso, sino que el ministro de Sanidad anunció que dimitirá, como también amenazan hacerlo miembros socialdemócratas del gobierno.

Por el contrario, Marine Le Pen, la ultraderechista líder de Reagrupamientto Nacional, considera al texto “una victoria ideológica” -hago notar que Marine Le Pen, que muy hábilmente ha suavizado el extremismo de su partido, tiene buenas posibilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales de 2027, a las que Macron está legalmente impedido de presentarse.

Quienes critican la ley, consideran que tiene elementos inconstitucionales, como lo reconoció incluso la primera ministra Elisabeth Borne y que es un contubernio del gobierno con Le Pen y su partido. Critican que la ley no reconozca la nacionalidad francesa a quien nazca en Francia -territorios franceses- independientemente de la nacionalidad de sus progenitores, el derecho de suelo o ius soli. En fin, critican a Macron y su movimiento por su intento de congregar a derecha e izquierda –Le Monde, el periódico francés, le reclama hacer del extranjero un chivo expiatorio; y termina diciendo que el presidente, que había prometido contener a la extrema derecha, se ha convertido en el difusor de sus ideas y de la xenofobia.

Respecto al pacto migratorio aprobado por la Unión Europea, es de señalarse, en primer término, que era urgente, pues las reglas del convenio de Dublín, que regía el tema quedaron inaplicables después de la crisis que en 2015 llenaron Europa de refugiados, que, me permito recordar, mostraron la mezquindad y racismo de no pocos países europeos y la generosidad y espíritu cristiano -me permito el término- de la canciller alemana Ángela Mérkel, que no dudó en apoyar a los refugiados, aun a riesgo de perder su primatura.

En el pacto de la Unión Europea se socava el derecho de asilo al endurecer los requisitos para obtenerlo. No resuelve el problema de distinguir entre quienes emigran huyendo de guerras y los que lo hacen por razones económicas. El pacto aplica un sistema de solidaridad obligatoria con países reconocidamente sujetos a presión migratoria, como es el caso de España, Gracia e Italia.

Amnistía Internacional critica el pacto y el eurodiputado Damien Carême dice, en el mencionado diario Le Monde, que con el pacto se trazan “los contornos de una Europa egoísta y cínica”.