Estamos en las postrimerías del año 2023, para muchas personas es el momento de hacer el balance de lo bueno y malo que ha sucedido, hacer la síntesis de las vivencias y perfilar futuro, lo hecho u omitido en el trayecto. También es el momento de mantener la esperanza en un futuro mejor que se edifica desde el presente, son días en que suele visitar la nostalgia con su desfile interminable de recuerdos que nos sitúan en la etapa párvula con todo lo transcurrido, no se han abatido los mejores deseos independientemente de los días de violencia que no dejan de sacudir para exhibir miserias humanas.
Se aproxima la navidad con el sello religioso que se mantiene, las posadas y la repartición de abrazos, es cierto que la visión infantil es muy distinta a la de las personas adultas porque el encanto y la ingenuidad agregan un toque espontáneo que dulcifica significados.
Muchos buenos deseos se esparcen, en la antigua Grecia se fundaron muchos mitos que siguen presentes porque describen la condición humana, en la península helénica también se sentaron las bases del pensamiento filosófico clásico que planteaba interrogantes que conducían a la libertad.
Si hablamos de la esperanza, el tema nos direcciona a un mito conocido como La caja de Pandora, aquella mujer que por la curiosidad destapó el cofre del que salieron los males que se distribuyeron por los cuatro puntos cardinales, cierto. Aunque no muchas personas reparan que dentro de la mítica caja se quedó la esperanza, ella prevalece porque no tiene fecha de caducidad, representa un estímulo aún en las horas más sombrías.
En estas fechas los buenos deseos son manifiestos, pareciera ser una tregua para que prevalezca la buena voluntad que va de la mano de una actitud constructiva, recuerdo aquella frase extraída del magistral cuento El Principito que dice: lo esencial es invisible a los ojos, solo se ve con el corazón.
También es cierto que en nuestro país muchos hogares están enlutados por la violencia que no tiene que ver con los deseos y continente de la navidad ni de los argumentos propios de la fraternidad, en las últimas semanas se han disparado no solo las armas sino los números en materia de homicidios dolosos, la demanda de justicia es imprescriptible, razonada e imperativa. Este fin de año ha sido violento en muchas entidades del país como Guanajuato, por poner un ejemplo.
La justicia se definía en la antigua Roma, la de los juristas que sentaron la bases del derecho moderno, como el dar a cada cual lo que le corresponde, hasta cierto punto se lee como algo abstracto. En la actualidad pareciera que la justicia es una utopía, la palabra seguro nos remonta a la obra de Tomás Moro -el santo patrono de los políticos, aunque éstos más bien parecen elegir a Nicolás Maquiavelo-. No olvidemos que la ínsula descrita en la obra del religioso inglés no existió, por ello utopía es lo que no existe.
No obstante, más allá de los sinsabores, la violencia y la impunidad en muchas personas aún se mantiene la creencia en un mundo mejor; no se ha perdido la capacidad de asombro ni de indignación, la esperanza de cosas y tiempos mejores.
Nuestros mejores deseos para estas fiestas decembrinas, en donde habrá un sitio para la esperanza, la alegría y mantener con vida la capacidad de soñar.
