Por 1993 los editores de una revista me solicitaron una colaboración; me negué a hacerlo bajo el argumento de que tenía conocimiento de que censuraban el material que les era entregado. Indignados negaron que existiera esa práctica. Sólo por demostrarle que sí había censura elaboré un estudio al que titulé: Contribución para una teoría de los alardes.

En esa colaboración aludía a las diferentes formas en que las grandes potencias exhibían su poderío con el objeto de lograr el sometimiento de las autoridades de Estados débiles; también hacía referencia a los medios a los que recurren las autoridades de un país para alcanzar el sometimiento y obediencia de parte de sus súbditos. Englobe esos medios bajo el rubro genérico de alardes.

En ese estudio, en el caso de las grandes potencias, para lograr el sometimiento de un Estado débil, en aguas internacionales, pero enfrente de las costas de estos, exhibían sus portaaviones, buques de guerra, aviones y helicópteros.

En el caso de las relaciones entre gobernantes y súbditos, aquellos, en forma periódica, para atemorizar a los gobernados, organizan desfiles, paradas o concentraciones de soldados, policías y fuerzas del orden. En México esa práctica se inició con Hernán Cortés; él dispuso:

“Mando que cualquier vecino ó morador de las ciudades e villas que agora hay, é hubiere tenga en su casa una lanza, y una espada, y un puñal, y una rodela, é un casquete, ó celada é armas defensivas agora sea de las de España, o de las que se usan en la tierra y que con estas armas sea obligado aparecer en los alardes cuando fuere llamado son pena  que si no tuviere las dichas armas  desde el día que estas Ordenanzas fueren pregonadas en seis meses primeros siguientes pague de pena por cada vez que no las mostrare en los dichos alardes, diez pesos de oro, la mitad para la cámara, é fisco de sus Altezas, ó villa donde fuere vecino, ó morador, é que si teniéndolas no pareciere con ellas en los dichos alardes que haya, é incurra en pena de un peso de oro aplicado como dicho es.” Ordenanza de Fernando Cortés de 20 de marzo de 1524, Lucas Alamán, Disertaciones sobre la historia de la república mexicana, tomo I, México, 1942).

En el primer caso, las grandes potencias logran el sometimiento de los estados débiles; en el segundo, las autoridades locales, amedrentan a sus súbditos y, con ello, obtienen su sometimiento.

En una última parte de ese estudio aludí a los alardes a los que recurren los particulares para someterse los unos a los otros. Dentro de este apartado, aludí a las habladas o amenazas que ellos se lanzan y que preceden a un enfrentamiento físico. Si uno de los posibles contendientes cae en el juego, se atemoriza y se somete, se evita recurrir al enfrentamiento físico. El alarde que precede a un pleito va encaminado a economizar el uso de la fuerza física.

Para ilustrar mis puntos de vista, incluí un apartado que subtitulé: Alardes de palabra. Para elaborarlo me di a la tarea de coleccionar un número crecido de habladas, entre otras estaban las siguientes:

Hasta la risa te pago, cuantimás unos eructos; todos los que me ven son ojos; a mi los guajolotes me bailan un tango y las calaveras me pelan los dientes; quien es pendejo ni de Dios goza; si he sabido que te orinas ni pañal te pongo; no me siento pa´ míar; a mí las nalgas sólo me sirven pa´ cagar; no me gusta mamar a dos chiches; a mí no me hallaste a la vuelta de la esquina; conmigo hubo juez de por medio; ¿qué te parece si lo dejamos para luego, luego?; propongo que lo pospongamos para inmediatamente; yo primero muerto que cadáver; vámonos muriendo ahora, que están enterrando gratis; a mi se me hace panzón san Lucas y flaca la Magdalena; conmigo pocos pedos y a cagar; ¿desde cuándo las arañas mean?; al fin si te haz de poner, vete pues acomodando; a más no haber, me acuesto con mi mujer; esto es como la pólvora alemana: no arde en manos de pendejos; si caes en mi tribunal ni declaración te tomo; ahora sí que me creció por andármela jalando; conmigo pocos besos y a la cama; si esa araña me picara, san Jorge sería pendejo; me vale pura chiche de gallina; ni yo que soy la portera me asomo tanto al zaguán; acostumbrado a lo bueno, ya lo regular me hostiga; qué caño tan apestoso, que me hace destornudar; el que da título a esta colaboración: es como caballo de circo: que hasta la changa lo monta; … y muchos más.

Entregué mi estudio a los editores que me habían solicitado la colaboración; resultó que en ese medio sí había censura. Me marcaron con plumón rojo las partes que no podían publicarse. En esas circunstancias, agradecí la atención y retiré mi colaboración. Enseguida la entregué a la Revista Alegatos del Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana y, sin mayores dilaciones y censuras, salió publicada (Alegatos, número 30, mayo y agosto de 1995, páginas 319 a 342).

Esa colaboración, con el tiempo, se incluyó en mi obra: Maquiavelo: estudios jurídicos y sobre el poder, Oxford University Press, México, 2000.

Por juntarme con gente que, a juicio de algunos, no tiene oficio ni beneficio, es decir con artistas: pintores, músicos, poetas y demás gente de la misma ralea, aparte de mañas, he aprendido a entender y apreciar muchas cosas bellas, de paso también les oí otros alardes que no aparecieron en el estudio de referencia. Si debo reconocer un crédito, lo hago mencionando a tres artistas excepcionales: el gran pintor Jorge Espinosa Chacón; don Ramón Cedillo Hernández, director de la Big Band Cinco Estrellas y Miguel Gonzáles, salsero y compositor. Los alardes y habladas que les oí, son los que ahora incluyo en esta primera adenda que hago a mi estudio original:

Andando y meando para no hacer charcos; el comal le dijo a la olla: culo prieto; querías violín, ahora tocas; total, dijo la sumadora; como dijo el proctólogo; aquí puros pedos; lo mismo mama chiche que ver …; a mi no me lo dicen dos veces; esos sí son huevos, no los de mi tía; a mi ningún buey me brama y menos en mi ranchito; él es bueno pal chupe, pero yo soy mejor; te voy a presentar una morena que te va a abrir la nalgas; el que tenga miedo a morir, que no nazca; estás viendo que la niña es pedorra y le aprietas el estómago o le das frijoles; como dijo la de Iguala: yo ya; no hay pendejo que no sea terco; mujer que no chinga es hombre. ¿Te vas a ir de vacaciones? Si no tengo para quedarme, mucho menos para salir.

Los carniceros se saludan: ¡Qué milanesas que no nos habíamos bisteces! Saludo de los carpinteros: on tablas que no había vigas ni muebles.

De automovilistas: un forcito y le dijo: en las calles De Soto, había una Willis parada; pasó un Forcito y le dijo: ¿Que me Buick? ¿Los Cadillacs cuanto Packard, por tu Pontiac?, no me Fiat, Mash, Chevrolet tu Mercury.

Lotería: Ya te vi chiches de fuera, no te vayas a esconder: la sirena; la cama de las gallinas: la escalera; una penca de babosos: el nopal; el pleito de las mujeres: el pájaro; eres borracho y mión: el borracho; la chachita de ojos azules: la calavera; si no quieres otro niñito, le ponemos un diablito: el Diablo.

El estudio a que he venido haciendo referencia terminaba con lo que se conoce como despedidas; éstas eran propias de los corridos. Incluí varias; ahora reitero una: Vámonos … sí, vámonos tentando atrás, que se siente gran consuelo.