Cuando Juan José Arévalo Bermejo (1904-1990), fue elegido (1945-1951) el primer gobernante democrático de Guatemala, después de la llamada Revolución de Octubre, el tercer país más extenso de Centroamérica conoció el fin de décadas de dictadura. Por algo será que el padre del nuevo mandatario guatemalteco, es considerado como el mejor Ejecutivo en la historia del país. Ahora, César Bernardo Arévalo de León, el ex diplomático y filósofo de 65 años de edad, nacido en Uruguay por exilio forzoso de sus padres (Juan José y Margarita de León), pone fin a 12 años de gobiernos de derecha, sustituyendo a Alejandro Giammattei, acusado por la izquierda de formar parte del grupo denominado “pacto de corruptos”.

Menuda herencia recibe el descendiente de Arévalo Bermejo que junto con el gobierno progresista de Juan Jacobo Arbenz Guzmán (1951-1954), dirigieron lo que los historiadores han denominado la “primavera democrática” que implantó en la nación centroamericana importantes reformas sociales.

De tal forma, a los pocos minutos del lunes 15 del primer mes del año que comienza, Arévalo de León asumió la presidencia de Guatemala, con casi diez horas de retraso debido a truculentas maniobras del “pacto de corruptos” en el Congreso saliente, mismas que motivaron protestas callejeras y una sorpresiva pero valiosa declaración conjunta de dirigentes de organismos internacionales y Jefes de Estado invitados a la ceremonia de asunción.

Momentos antes de que jurasen el cargo los 160 diputados de la nueva Legislatura —la décima desde que Guatemala salió de la dictadura y adoptó la democracia, en 1986–, y de que fuese investido  Arévalo de León, la Organización de Estados Americanos (OEA) —casi siempre señalada como cómplice de los regímenes de derecha y de la Unión Americana—, la comitiva enviada por Joe Biden,  la de la Unión Europea (EU), y de otros gobiernos extranjeros, exigieron al Congreso de Guatemala saliente que entregase “el poder como exige la Constitución” al presidente electo Bernardo Arévalo de León y a la vicepresidenta Karin Herrera.

La declaración —poco común en actos similares—, fue dada a conocer en una improvisada rueda de prensa por el secretario general de la OEA, el  diplomático uruguayo Luis Leonardo Almagro Lemes, después de un encuentro urgente entre los cancilleres de varias naciones de la zona que asistían a la ceremonia de traspaso presidencial en el país centroamericano. El funcionario internacional afirmó que la “voluntad” del pueblo debe ser “respetada”.

Y Samantha Power, jefa de la Agencia de Estados Unidos de América para el Desarrollo Internacional, jefa de la delegación estadounidense a la toma de posesión de Arévalo, declaró: “No hay duda de que Bernardo Arévalo es el presidente de Guatemala. Pedimos a todos que mantengan la calma y al Congreso de Guatemala que respete la voluntad del pueblo”.

Más que clara era la tensión de la jornada de asunción del mandatario guatemalteco, la tónica de un proceso electoral y de transición marcado por los intentos, desde el mes de julio pasado, del Ministerio Público (Fiscalía) de tratar de ilegalizar al Partido Movimiento Semilla —que representa el apoyo y la postulación del presidente electo—, y de evitar que Arévalo de León tomara posesión el domingo 14 de enero.

Bien lo explica Roberta Garza en su columna Artículo Mortis: “Frente al Rey de España y la plana mayor de los presidentes de América Latina —con la excepción de un López Obrador que, ya sabemos, se siente incómodo fuera de su cámara de ecos—, la fracción oficialista en el Congreso trató de impedir la toma de posesión de Arévalo. Lo logró hasta pasada la medianoche, cuando el repudio internacional y el de los ciudadanos en pie de guerra en sus propias calles hicieron imposible detener más la ceremonia”.

“El padre del flamante mandatario, Juan José Arévalo…sobrevivió una veintena de intentos de golpe de Estado…Su hijo, nacido y criado en el exilio, dijo al asumir el puesto que “la crisis política de la cual emergemos nos da la oportunidad de crear un cambio. La responsabilidad que hoy asumimos va a definir el futuro por muchas generaciones. Afortunadamente para Guatemala, sus ciudadanos lo tuvieron muy claro”.

Cuatro horas más tarde de la toma de posesión, el novel residente, y su esposa Lucrecia Peinado, se presentó más o menos a las cuatro de la madrugada del lunes 15, ante el arzobispo guatemalteco, monseñor Gonzalo de Villa, quien ofreció el Te Deum tradicional en la catedral metropolitana. La ceremonia religiosa y la presentación de las fuerzas armadas ante Arévalo de León son dos actos tradicionales en el primer día de los presidentes guatemaltecos. La cabeza de la grey católica de Guatemala, por su parte, manifestó que Arévalo tiene el reto de salir de una larga historia en la que la clase política “no ha estado a la altura del pueblo”.

Después, Arévalo se encaminó a la Plaza de la Constitución de la capital del país para ser presentado como comandante del ejército. Ahí mismo mostró su agradecimiento a la clase militar por respetar la voluntad del pueblo, e indicó que pretende ascender a una mujer como general del ejército nacional: “Una de las metas de mi administración, como comandante general, es otorgar el ascenso al grado de general de brigada a la primera mujer en la historia del ejército de Guatemala, una vez que haya cumplido con todos los requisitos establecidos por la ley”.

El social demócrata Arévalo de León, recibió la banda presidencial de manos del presidente del Congreso, Samuel Pérez —recién elegido presidente del Parlamento el domingo 14 de enero, de la bancada de 23 miembros del Movimiento Semilla, ahora en el poder—, debido a que el presidente Alejandro Giammattei (acusado de autoritarismo y de incitar el fallido Golpe de Estado en contra del nuevo mandatario ), no asistió a a ceremonia. Pérez y Arévalo son dos de los fundadores del Movimiento Semilla, el partido que nació de las manifestaciones contra la corrupción registradas en Guatemala en 2015 y que culminaron con el derrocamiento de la administración de Otto Pérez Molina (2012-2015), actualmente en prisión.

En su primer discurso desde el balcón de Palacio Nacional, ante miles de seguidores Arévalo admitió que “nos aguardan desafíos inmensos…Hoy comienzan cuatro años de un mandato que seguramente estará marcado por obstáculos, muchos de los cuales no podemos prever en estos momentos porque sabemos que el camino puede ser difícil”. Asimismo, anunció que su gobierno se verá en la necesidad de “tomar decisiones difíciles” y enfrentará momentos de duda y temor.

“En los próximos años —agregó—, la tentación de confrontar y aumentar nuestras diferencias será recurrente. Ese periodo conllevará la posibilidad de cometer errores y recibir críticas”. Sin embargo, reiteró su compromiso de “transformar” no sólo las instituciones del Estado, sino también la “realidad cotidiana” de los guatemaltecos. Con la banda presidencial cruzada en el pecho, y frente a miles de sus seguidores, exclamó: “No más corrupción, no más exclusión”, al tiempo que aseguró que enfrentará “desafíos, para erradicar las prácticas de corrupción que están enquistadas en tribunales, fiscalía, parlamento, gobierno y otras instituciones públicas”. Parecía una enumeración de los trabajos de Hércules.

En suma, el antiguo profesor, que vivió parte de su niñez y juventud tanto en Venezuela como en México, al grito muy a la manera del ex presidente estadounidense Barack Obama: “¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!”, ganó los comicios presidenciales en el mes de agosto pasado con una votación popular de 60 por ciento, tomó posesión del cargo pese a todas las triquiñuelas de sus enemigos.

En el momento de los agradecimientos a propios y extraños, el hasta el momento casi desconocido político guatemalteco se refirió a las “naciones hermanas” y a las organizaciones que le apoyaron durante el largo camino. Afirmó: “este momento no solo representa un logro personal, sino un paso firme hacia un futuro donde la participación ciudadana y el cambio positivo prevalezcan”. Asimismo, no olvidó a las nuevas generaciones, pues gracias “a los jóvenes de Guatemala, que no perdieron la esperanza, que hoy puedo hablarles desde este podio”, así como a las familias que confiaron y “al liderazgo ancestral”, que dicho en Guatemala es algo muy importante, consciente de las deudas históricas que los políticos deben resolver a los pueblos indígenas.

Sin duda que Bernardo Arévalo tiene muy presente los núcleos mayas, xinka, garífuna y los ladinos que sufren desigualdades y exclusión desde tiempo inmemorial, debido al racismo y la discriminación estructural guatemalteca. País pluricultural compuesto por 24 comunidades indígenas que incluyen los pueblos mayas. Guatemala cuenta con una población de más de 15 millones de personas, casi la mitad de las cuales se autoidentifican como indígenas.

Las primeras actividades presidenciales de Arévalo fueron relacionados con la población indígena: visitó el plantón de protesta que durante más de tres meses autoridades y pueblos indígenas realizaron frente a la fiscalía para exigir la renuncia de la Fiscal General Consuelo Porras sancionada por EUA por socavar la democracia en el territorio guatemalteco, quien lideraba la lucha contra la elección de Bernardo Arévalo.

Las organizaciones indígenas que estuvieron presentes durante casi 110 días frente la sede de Fiscalía acordaron, en la madrugada del lunes 15 del mes en curso, levantar la protesta después de haberse reunido por primer vez con Arévalo. En reciprocidad, el mandatario les aseguró que exigir la renuncia de Consuelo Porras es una de sus prioridades.

En algún momento, los guatemaltecos creyeron que el descendiente del “mejor presidente de su historia”, no llegaría al cargo tan codiciado. Pero el sociólogo, ex diplomático y filósofo, no cejó en su propósito. Sobre todo porque estaba comprometido, a carta cabal, con su promesa de combatir a los corruptos de la élite política y económica que han controlado los destinos de su patria.

Sus primeros propósitos como mandatario lo definen: “No permitiremos que nuestras instituciones se dobleguen otra vez ante la corrupción y la impunidad”. No de balde el fundador de Semilla había pasado inesperadamente en el mes de junio último a la segunda ronda presidencial contra una candidata conservadora a la que derrotó cómodamente con 60 por ciento de los votos por su mensaje anticorrupción.

Ojalá su mensaje se haga realidad: “La crisis política de la que estamos emergiendo nos ofrece la oportunidad única de edificar una institucionalidad democrática, robusta y saludable, sobre los escombros de este muro de corrupción que empezamos a derribar, uno a uno, ladrillo tras ladrillo…Nunca más el autoritarismo”. VALE.