El pasado 10 de enero Don Sergio García Ramírez pintó la última pincelada en el lienzo de su vida. Sin embargo, su obra es eterna, su legado inquebrantable, su ejemplo inspirador.

En las postrimerías del 2021 fui invitada por un grupo de juristas pertenecientes al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, encabezados por el Dr. Pedro Salazar para participar en un libro en homenaje a la trayectoria de Don Sergio García Ramírez. Acepté con gran beneplácito y de mi participación retomo algunas ideas externadas en cuanto a la obra profesional de Don Sergio.

Rendir homenaje a este gran jurista constituye un sincero reconocimiento para una persona cuya actuación siempre congruente con su pensamiento y convicciones, señaló con paso firme y decidido el sendero honesto, responsable que debe seguir todo profesional del derecho.

Dijo Antonio Caso: “De generación en generación, surgen seres humanos a los que corresponde evitar que se desgarre la tela, de nuestra conciencia nacional”.

Es indudable que Don Sergio García Ramírez es uno de ellos. La autoridad de su voz como reconocido maestro en todos los órdenes, impregnada de sabiduria, conocimiento de nuestras instituciones, probidad y profundo amor a México, sembró la semilla de reflexión, ponderación y motivación.

Con la genialidad que siempre lo caracterizó, Don Sergio nos ha dejado su huella indeleble en cada uno de los diversos roles que desempeñó a lo largo de su ilustre carrera. Ya sea como destacado alto funcionario público, en la judicatura o en la academia.

Como funcionario público destacó por su probada honestidad, laboriosidad y acuciosidad siempre alertadas, inteligencia y sensibilidad en justo maridaje, férrea disciplina en el trabajo, dedicación, entrega. Ocupó, entre muchos otros, los cargos de Procurador de Justicia de la CDMX, Procurador General de la República, Secretario del Trabajo y Previsión Social, Subdirector General de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, Director del Centro Penitenciario y Consejero en el Consejo Tutelar para Menores Infractores.

Un pasaje de su vida profesional que dejó atónitos a muchos y sirvió como testimonio de la magnitud de su personalidad, fue el siguiente:

El apogeo de su carrera como funcionario público y con una reputación que había trascendido las fronteras de la política y el derecho, fue el motivo para su postulación como precandidato a la presidencia de la república, junto con 5 funcionarios más.

En una brillante comparecencia, hizo gala de su experiencia, conocimiento, cultura general y jurídica, presentada con una oratoria elegante y magistral. Esto unido a que alguien esparció el rumor de que el candidato sería “SG”, lo cual concordaba con las dos primeras siglas de su nombre, Sergio García, dio lugar a que, como él narra en su libro Del Alba al Crepúsculo, “…inició la procesión de las llamadas, la solicitud de confirmación sobre la noticia que comenzaba a circular. Hablaron secretarios de Estado, gobernadores, dirigentes políticos y sociales Senadores….las felicitaciones llegaron en cascada”.

Don Sergio narra, “de nuevo reflexioné sobre lo que estaba sucediendo y lo que debía hacer, que no era necesariamente lo que muchos me sugerían, movidos por la ilusión o el entusiasmo. No sería yo quien rompiera las reglas y pretendiera forzar el destino a cualquier precio…..Lo que mejor recuerdo…fue mi propia determinación de mantener la serenidad a todo trance… La llamada del presidente del partido me notificó la designación de otro de los precandidatos cuyas siglas de su apellido coincidían con las de mi nombre”. Acto seguido, manifestó su felicitación y adhesión. Agradeció las muestras de solidaridad de quienes lo acompañaban y continuó con sus actividades.

Este pasaje excepcional en su vida como funcionario público reflejó no sólo su magnífica actuación en momentos cruciales, sino, su ética inquebrantable. Es un testimonio de la grandeza de un hombre que, incluso en medio de las circunstancias más desafiantes, permaneció fiel a sus principios y valores.

Creo, que si Don Sergio en algún momento de su vida hubiera ocupado ese importante cargo, nuestro país habría tenido no únicamente a un gran presidente, sino, a un gran estadista.

Como juez, Don Sergio fue el presidente fundador del Tribunal Superior Agrario. La Reforma Constitucional de 1992 que concluyó con el reparto agrario, dio paso a la creación de este órgano jurisdiccional cuya designación aceptó con reticencia por no ser su materia. Ante la insistencia del Presidente aceptó estar un año en el que lo echaría a andar y por supuesto lo organizó de tal manera que al cumplir el plazo señalado, se retiró de esta encomienda.

Como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no solamente la presidió con gran conocimiento, experiencia y prestancia, sino, que sus criterios de extraordinaria valía jurídica buscaron siempre su perfecto aterrizaje en la realidad plural y disímbola de nuestro continente.

Al respecto Don Sergio manifestó: “Orienté mi trabajo en la Corte -o al menos eso procuré, sin pausa ni fatiga- en la forma que corresponde al Magistrado de un alto tribunal cuyo desempeño debe operar en bien de la misión atribuida al tribunal honrándola y favoreciéndola, no honrándose y favoreciéndose con ella. Serenidad, prudencia, desvelo son factores indispensables para el ejercicio de la magistratura internacional y de cualquier otro cargo judicial…. El ejercicio jurisdiccional no es una tribuna para exaltar al juzgador, asegurarle honores y prestigio, sino un medio para cumplir la función y forjar la grandeza del tribunal”.

Como académico, su maestría de palabra, informada, conocedora, y metafórica. Acompañada  de esa facilidad para estructurar la idea y expresarla con precisión y elegancia matemática, cautivó a su audiencia, en la clase cotidiana, en sus múltiples conferencias y aún en la charla amistosa. Tuve el privilegio de disfrutar de su conocimiento tanto en diversos foros, como de su conversación amena y siempre interesante, plagada de vivencias, fuertes experiencias y certeros consejos.

Como escritor, su legado es tan amplio como valioso. Don Sergio se dio el tiempo de escribir más de 50 libros, un sin número de artículos jurídicos y durante muchos años nos ilustró con sus brillantes comentarios de la vida económica política y social de nuestro país, en los artículos que publicó semanalmente en periódicos y revistas.

Su palabra escrita se distingue por la providad, la buena información, el pulso firme y seguro al empuñar la pluma. La obra escrita de Don Sergio, es fuente de inspiración para sus lectores y referente obligado.

Don Sergio personificó los valores más nobles de la nación. Su genialidad, conocimiento e integridad se unieron en una sinfonía que resonará por siempre en el corazón de nuestro país. Descanse en paz.

La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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