El Palacio Nacional sigue convertido en un circo de varias pistas; por un lado los distractores del arranque de la pre-campaña de la candidata de Morena haciendo cual más un show y ofreciendo promesas imposibles de cumplir con tal de ganarse la voluntad del Dedo Mayor que le ordena todos los pasos que tiene que seguir.

La Secretaria de SEGOB, no se inmuta y no interviene ante la ola de violencia que azota todo el territorio nacional, ella que cumple con el perfil exigido por el inquilino del palacio: 90 por ciento lealtad y 10 por ciento de conocimiento del área. Dentro de todos estos distractores los ciudadanos estamos inmersos en una cada vez mayor violencia en la mayoría de los estados.

En los primeros días de este año 2024 en el Estado de Guerrero se perpetraron tres masacres en dos días, un ataque con drones contra 30 personas en la Comunidad Buenavista, en Petatlan hubo un ataque en un Palenque de gallos, y en el Barrio del Calvario un ataque más contra mujeres.

Estos y otros cotidianos acontecimientos nos muestran descarnadamente varias de las más espinosas aristas de la política pública en materia de seguridad y la vorágine de violencia en que se encuentra inmerso nuestro país.

Del 1 de diciembre de 2018 al 9 de enero de 2024, tiempo que lleva el Gobierno de López Obrador, las fiscalías estatales y federales han sumado 176 mil 232 homicidios dolosos y  en cuanto al número de desaparecidos las cifras son manipuladas por la Secretaria de Gobernación en donde desaparecen a los desaparecidos en México.

Será necesario que exijamos del próximo Gobierno (ya que este gobierno solamente abrazo a los delincuentes), se replantee con seriedad la estrategia en esta materia, se requiere modificar las acciones, debe retomar las destinadas a golpear la logística operativa de los cárteles, pero simultáneamente se deben fortalecer las tareas encaminadas a incautarles el dinero que blanquean en los sistemas financieros, a detener el flujo de armamento proveniente de los EU, desmontar las redes de narcomenudeo y exterminar la red de protección que les son proporcionadas no sólo por policías, sino también políticos, algunos pseudo empresarios y comerciantes, prestanombres y finalmente utilizar con mayor rigor el Sistema de Inteligencia. El uso de la inteligencia civil y militar debe privilegiarse preferentemente frente al enfrentamiento a balazos. Un punto especial complementario en el que hay que poner el acento es en una verdadera política de desarrollo humano. La verdad es que no estamos en una guerra en el término convencional del concepto; entendemos que denominarlo así resulta un ejercicio metafórico y discursivo; sin embargo tenemos más bajas (muertos) que en la conflagración bélica que emprendió Rusia contra Ucrania, o la guerra en Medio Oriente.

Al Estado le corresponde brindar seguridad en la vida y patrimonio de sus ciudadanos. Quienes así lo exigimos y hemos venido pidiendo modificar la estrategia y aportando propuestas, no somos los enemigos a vencer. Nadie, le ha pedido rendirse ante la delincuencia organizada y menos pactar con ella. El Estado no debe pactar con trasgresores de la ley, ni acordar contenerlos con abrazos y no balazos.

Por otra parte, duele la patética minimización respecto de los hechos de violencia,  del Ejecutivo federal que ha regresado al diagnóstico justificatorio para insistir en defender su errática estrategia de seguridad, y niega los hechos, cual si fuera un avestruz, mete la cabeza en un hoyo para no ver la horrible realidad cuya espiral de violencia ha costado ya muchas muertes, es evidente la percepción ciudadana de que el Gobierno no actúa contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.

Si no queremos otros seis años con más de lo mismo, deberemos estar atentos a la conformación del Maximato que pretende instituir López Obrador  al igual que el General Calles,  quien gobernó 12 años manejando a los presidentes impuestos por él. Al término de la Revolución, en 1917 Venustiano Carranza fue asesinado siendo todavía presidente. Le sucedió en la presidencia Álvaro Obregón, y después Plutarco Elías Calles, de 1924 a 1928.

A este periodo de la historia de México,  se le conoce como el «Maximato” en donde los presidentes eran solo las figuras manejados como títeres pues quién gobernaba y dirigía la política del país, de hecho, era Plutarco Elías Calles. En 1934 cuando el General Lázaro Cárdenas ganó las elecciones, Calles pretendió gobernar por encima de Lázaro Cárdenas como lo hizo con los tres presidentes anteriores, y Lázaro Cárdenas recién electo presidente rompió con ese esquema y  no tardo en mandarlo al exilio.

Con el actual presidente la pretensión de imponer su “Maximato” para seguir gobernando es patente, a través de su candidata impuesta a Morena, la cerrazón autoritaria del inquilino del palacio es notoria en las irracionales respuestas en sus intervenciones en público en sus mañaneras y en sus giras, quien pareciera que ha perdido el sano juicio y reacciona con reclamo emocional a los señalamientos sociales, es sólo evidencia de su alejamiento de la realidad, por lo demás sintomático de quien ya perdió el piso bajo el peso del poder, y se siente dueño del destino de la patria.

En este sentido es que reafirmamos nuestra convicción de que todos juntos, los mexicanos que amamos a nuestra Patria, habremos de superar los tiempos aciagos y de que confiamos en que exista la inteligencia, la serenidad de ánimo y la voluntad republicana de corregir y reorientar el rumbo, tenemos una gran oportunidad en las próximas elecciones para impedir que se constituya un nuevo maximato.