Bien dicen que la historia es la maestra de la vida. Quien no conoce su historia, cometerá los mismos errores una y otra vez. El 22 de febrero se conmemoró un aniversario más del cobarde asesinato del presidente Francisco I. Madero, del vicepresidente José María Pino Suárez y del diputado Gustavo A. Madero, como culminación de la llamada decena trágica.

El golpe de Estado a Madero fue, afortunadamente, el último eslabón de una larga cadena de sublevaciones militares que van de Vicente Guerrero a Victoriano Huerta.

La historia escrita en bronce sólo cuenta a grandes trazos estos días definitivos de la primera etapa de la revolución mexicana, dejando fuera de foco la compleja red intereses, intrigas y traiciones que se tejieron en cuarteles, restaurantes y embajadas.

El golpe ocurrió cuando el gobierno de Madero estaba desbordado. Pascual Orozco y Benjamín Argumedo levantados en armas en el Norte; Emiliano Zapata en pie de lucha en el Sur. Con los generales porfiristas Félix Díaz, Bernardo Reyes y Manuel Mondragón conspirando. Con una prensa frenética y la oligarquía porfirista al asecho.

Tiempo de intrigas y traiciones. La integridad y lealtad del General Felipe Ángeles, la generosidad del embajador de Cuba, Manuel Márquez Sterling y del encargado de negocios de Japón, el dip0lomático samurái, Horiguchi Kumaichi, quien protegió a la familia Madero. Contrasta con la vileza de Aureliano Blanquet, el cinismo del embajador estadunidense Henry Lane Wilson y por supuesto, la traición de Victoriano Huerta.

Lo que siguió al golpe de Estado en contra de Madero fue una nueva etapa en la lucha armada que se prolongó por casi una década Vino el derrocamiento del usurpador, la realización de una convención, la promulgación de una constitución y un complicado proceso de pacificación y construcción de instituciones.

Recordar esto viene a cuenta, porque la coyuntura que transitamos y las palabras, los dichos y las acciones de los hombres y mujeres deben tener peso y consecuencias.

El país tiene muchos problemas, viejos y nuevos, nadie puede negar lo evidente, pero, no se ha instalado una dictadura. Una regresión autoritaria es casi imposible, simplemente porque no estamos en el siglo pasado y la sociedad no lo permitiría.

Se puede estar de acuerdo o en contra de las acciones y propuestas del Presidente López Obrador; al fin y al cabo, es su estilo personal de gobernar, como con tino lo definió Daniel Cosío Villegas. López Obrador tiene exactamente las mismas atribuciones, facultades y poderes que sus antecesores.

La revolución mexicana se construyó teniendo en la mira la utopía anarquista y zapatista de tierra y libertad y la proclama, de sufragio efectivo, no reelección, acuñada por Porfirio Díaz y después retomada por el propio Madero.

A la oposición tampoco puede acusarse de golpista. Sus críticas, acciones y actitudes se describen en la resistencia civil pacífica, amparada por la constitución y las leyes. La oposición ha ejercido su derecho a la libre expresión y manifestación de las ideas, en este contexto se inscribe el mitin del domingo 18 de febrero. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

@onelortiz