El conformista (Il conformista, Italia-Francia-República Federal de Alemania, 1970) de Bernardo Bertolucci, con Jean-Louis Trintignant, Stefania Sandrelli, Dominique Sanda.

Después de haber realizado, entre varios cortometrajes y documentales, La cosecha estéril (La commare secca, 1962), Antes de la revolución (Prima della rivoluzione, 1964), Partner (1968), El conformista (1970), La estrategia de la araña (La strategia del ragno, 1970) y el El último tango en Paris (Ultimo tango a Parigi, 1972), Bernardo Bertolucci (18 de marzo de 1941, Parma, Reino de Italia-26 de noviembre de 2018, Roma, República de Italia) fue incluido, por la crítica seria, en la lista de los grandes realizadores de la historia del cine.

Posteriormente realizaría Novecento (1976), Silencio e complicitá (1977), La luna (1979), La tragedia de un hombre ridículo (La tragedia di un uomo ridicolo, 1981), L’addio a Enrico Berlinguer (1984), El último emperador (The Last Emperor, 1987), 12 directores para 12 ciudades (12 registi por 12 città, 1989), El cielo protector (The Sheltering Sky, 1990), Pequeño Buda (Little Buddha, 1993), Belleza robada (Stealing Beauty, 1996), Asesiada (L’assedio, 1998), episodio Histoire d’eaux de Ten Minutes Older: The Cello (2002), Soñadores (The Dreamers/I sognatori, 2003) y Tú y yo (Io e Te, 2012).

Un joven espera, en un hotel de París, que pasen por él para ejecutar una misión que le ha asignado la policía secreta del régimen fascista italiano. Al salir del hotel y al abordar el auto, conducido por otro policía, que lo llevará a cumplirla, comenzamos a descubrir, en constantes recuerdos suyos (flashbacks o secuencias retrospectivas), su vida pasada y los sucesos previos a la consumación de su tarea.

El conformista, saludada, por Tomás Pérez Turrent, como obra de clásica y moderna, basada en la novela homónima, escrita, en 1951, por Alberto Moravia, es, efectivamente, si nos atenemos a su estructura narrativa: una ruptura de la linealidad discursiva cinematográfica formal que penetrar en el intrincado subconsciente de un personaje perteneciente a la alta burguesía decadente italiana que, ideológicamente, no se ubica, que no toma conciencia objetiva de los acontecimientos históricos en que le ha tocado vivir y que opta por adaptarse, convenientemente, de manera conformista (una moral católica antifascista de alguien que quiso colaborar con el fascismo y que no se atrevió a asesinar a su profesor de filosofía a quien admiraba por su posición antifascista) al nuevo régimen.

Aparte de la profunda temática del problema fundamental de filosofía, no sé si concebida por la lectura en la novela de Moravia y expuesta en la libre adaptación en la película de Bertolucci que consiste en la relación entre el pensamiento y el ser, entre lo ideal –lo espiritual– y la naturaleza, la materia, se ponen de manifiesto otras temáticas de corte psicoanalítico freudiano: la propensión del ser a tener cierta tendencia sexual “desviada”, aprovechada por compañeros de escuela para humillarlo y de individuos degenerados y perversos.

¿Obra clásica y moderna? Según Tomás Pérez Turrent, la narrativa de la novela de Alberto Moravia se sitúa dentro de la tradición literaria burguesa y psicológica del siglo XIX, lo que le permite a Bertolucci, con su adaptación, volver a la estructura narrativa clásica… tomando sus distancias respecto a esa narrativa clásica: allá donde la novela (de la cual el realizador toma el punto de partida, anecdótico, el crimen, el matrimonio, el viaje de bodas a París) se desarrolla en un orden estrictamente cronológico, el realizador rompe y altera esa cronología. La novela, continúa Tomás Pérez Turrent, sigue un itinerario perfectamente lineal y en él se hace sentir la presencia del destino con la fuerza que tiene en la tragedia clásica. El realizador sigue un itinerario no lineal, lleno de rupturas temporales y espaciales y el paso del destino es sustituido por la fuerza del inconsciente.

En su comentario crítico, Tomás Pérez Turrent supone que El conformista no es una película en primera persona, es decir, el realizador se distancia de su personaje, lo que le permite analizar con rigor el fascismo como enfermedad límite de la burguesía. El itinerario del personaje es paralelo al del fascismo (del nacimiento a su fin cubre la película). El personaje elige el fascismo porque tiene un complejo de culpa (cree haber asesinado cuando niño a un homosexual que lo ha violado), porque teme la herencia de un padre loco y una madre degenerada, y por su conformismo social y político.

El comentario critico de Tomás Pérez Turrent plantea que lo anterior pude causar muchos malentendidos y no falta quien se desconcierte ante el hecho de que el fascismo es tratado como un fenómeno puramente “particular y patológico”. Tomás afirma categórico que hay que darse bien cuenta que Bertolucci no esquematiza El conformista como una película sobre el fascismo en tanto que fenómeno histórico, analizado sus orígenes sociales y políticos, sino que centra su interés en el fenómeno psicológico y establece de una manera simbólica el lazo entre la burguesía que produjo el fascismo y la actual: “me interesan las relaciones entre la burguesía de los años 30 y la de hoy. Sucede que actualmente la clase que tiene la hegemonía cultural y económica es la misma que la que tenía el poder con Mussolini”.

“La relación entre el personaje con el fascismo es más simbólica que histórica. Es también simbólica la manera como es tratada la degradación de su familia, en paralelo con la afirmación y el desarrollo del fascismo y es el personaje con sus actos quien carga con las características morales, patológicas e ideológicas de una clase, de un oportunismo político”, concluye Tomás.

¿Obra clásica y moderna? ¿En qué sentido? Recurro, nuevamente, a Tomás: “Más importante me parece tratar de examinar las reglas de elaboración de la estructura de la película, porque tal estructura ilustra un modo de producción específico: sentidos, significados, comunicación, intercambio, modo de producción que tiene como resultado obras legibles directamente y porque ilustra también una tendencia del cine moderno con ambiciones, un cine que no abandona el lenguaje discursivo ni las estructuras narrativas clásicas, aunque trata de variarlos con una práctica en la que interviene de manera determinante el formalismo operativo”.

En definitiva, El conformista es una película clave en la historia del cine, porque, por encima de su temática, hay convergencia y casualidad entre la narrativa clásica y moderna. Unas narrativas que culminan con la desconcertante mirada interrogante final que lanza el personaje a los espectadores: “Ustedes, también, pueden reaccionar como yo lo he hecho”.