López Obrador convirtió la conmemoración de la Constitución en el festejo de un déspota. Fue el típico evento de un dictador. Desairó a los otros poderes. Despreció dos veces –el mismo día–, al Legislativo y al Judicial.

Presento 20 reformas en Palacio Nacional a solas. Sentó a su lado a su esposa, como si fuera vicepresidenta, como una muestra de nepotismo más. A solas con su gabinete para confirmar la concentración de poder. Los símbolos y las señales fueron claras: México tiene un régimen autoritario que se resiste a dejar el poder.

La presencia cercana de la señora Gutiérrez Müeller fue para reconocer que inspiró el contenido histórico del discurso. Autora de la versión simplista y maniquea de un Hidalgo y un Morelos que han sido utilizados por la pareja presencial para dividir, enfrentar y envenenar a los mexicanos.

López presentó en el Recinto Parlamentario de Palacio Nacional 20 reformas a la Constitución. Más de la mitad son claramente electoreras, las otras, representan el intento de elevar a rango constitucional a la Cuarta Transformación por medio de un golpe de Estado a las instituciones.

El Presidente utilizó el aniversario de la Constitución para presentar un proyecto de nación autocrático sustentado en la desaparición de poderes y la eliminación de todos los contrapesos.  Asegura que son reformas para el pueblo. No, son iniciativas para beneficio de él y de su proyecto. Es una oda al absolutismo que anuncian el principio de la desaparición de la República.

Claudia Sheinbaum confirmó que las 20 reformas serán la base de su proyecto de nación. Es decir, de ganar la elección y de obtener mayoría calificada en el Congreso, la candidata de Morena se encargará de borrar de la faz de la tierra el México liberal y democrático que hasta hoy conocemos.

Pero López nos está diciendo otra cosa más: que después del 1 de Octubre de 2024 habría dos presidentes: Por un lado, Sheinbaum, una fachada, la marioneta y por el otro, el dictador, que moverá a su gusto los hilos en la sombra para seguir mandando.

La candidata de Morena ocuparía solo la mitad de la silla presidencial. Tendría las asentaderas más afuera que adentro, llevaría puesta sólo la mitad de la banda presidencial, y estaría obligada a seguir al pie de la letra, “sin quitarle una coma”, la agenda que ya le impuso AMLO, a menos de que quiera que su jefe le aplique la revocación de manado.

López Obrador le está entregando a Claudia el diseño de una dictadura estaliniana. No le bastó proponer que los ministros, jueces y magistrados sean electos por voto popular para que Morena los imponga. Ahora también inventa un “Tribunal de Disciplina Judicial”, inquisitorial, para mandarlos a las mazmorras en caso de que incurran en desobediencias políticas o ideológicas.

López Obrador ya puso las cartas sobre la mesa. Ya dijo que lo de menos es su candidata, que más le importa que los mexicanos voten por su proyecto de nación. ¿Qué nos está diciendo? ¿Qué con ella o sin ella sus planes no pararán? ¿Qué Sheinbaum ya no le sirve, que no está dando el ancho, que no tiene la capacidad para garantizar la continuación de un proyecto transexenal?

No hay duda. El 5 de febrero de 2024 sí pasará a la historia. Quedará registrado com el día en que el presidente de la república anunció  la intención de dar un golpe al orden constitucional. Con su candidata, sin ella o como sea.  ¡Faltaba más!

 

@PagesBeatriz

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