Llevar el teléfono celular a la escuela sigue siendo un tema de controversia, a grado tal que en algunos países se sigue discutiendo si se autoriza llevarlos a los centros escolares, en que grados se permitiría, o si se deben incorporar al proceso de enseñanza y de qué manera.

En España se está discutiendo la prohibición de llevar los móviles a la primaria, aunque se deja hacerlo en educación secundaria, aunque no usarlos en los salones de clase. Los Países Bajos prohíben el uso de teléfonos móviles, tabletas y relojes inteligentes en las aulas; Francia, Italia y Portugal tienen restricciones parecidas.

Esto va de la mano de la preocupación que en muchas naciones se expresa de parte de los padres de familia acerca del impacto de los móviles tienen en los niños y jóvenes, pero en paralelo hay toda una reflexión acerca de los beneficios que la incorporación de este tipo de tecnología puede tener en el proceso enseñanza-aprendizaje.

Se trata de un tema que, una vez más, muestra el retraso en las legislaciones o en la reflexión de parte de la sociedad de los avances científicos, sin considerar como aprovechar esto en beneficio de los usuarios.

Manuel Castell comentó al respecto en un artículo publicado en el diario español La Vanguardia en 2010 que “jóvenes que acceden a toda la información por internet, que construyen sus redes autónomas en torno a los móviles, que chatean y navegan, que se forman jugando y se informan comunicando, simplemente no soportan la disciplina arbitraria de unas clases anticuadas con enseñantes desbordados a quienes nadie les prepara para la nueva pedagogía”.