Gane o pierda Morena la presidencia, López Obrador no renunciará al poder. No necesita de la reelección para seguir mandando. Basta con que su candidata gane o su partido obtenga la mayoría calificada en el Congreso para seguir imponiendo decisiones.

El plan original era –aunque lo niegue– la reelección. El intento de prolongar el mandato del entonces presidente de la Corte, Arturo Zaldívar fue un adelanto de lo que quería replicar a nivel presidencial. No le salió y hoy tiene en la mira encabezar un Maximato.

Si Claudia Sheinbaum gana, él seguirá siendo el jefe político. Lo que López Obrador pretende hacer es prestarle la silla presidencial. Es un espacio que la ex jefa de gobierno ocupará durante seis años, siempre y cuando cumpla con absoluta lealtad las instrucciones de quien cree ser el dueño.

Si el poder llega a enloquecer a su favorita, si por algún momento se le ocurre desviarse del camino o se atreve a tomar decisiones de manera autónoma, él activará la maquinaria de su partido para echar a andar la revocación de mandato.

La revocación de mandato es la “pistola” que incorporó López Obrador a la Constitución para dispararla en contra de sus adversarios o de sus infieles. Para hacerla más efectiva, propuso el pasado 5 de febrero bajar el porcentaje de participación, así le será más fácil reunir los votos necesarios para interrumpir gobiernos propios o de sus adversarios.

Sheinbaum sería una presidenta débil, sin autonomía, en deuda con quienes le pusieron la escalera para llegar al poder: López Obrador y su principal aliado el crimen organizado.

El tabasqueño no se irá a su rancho. Que no se engañen los que llevan la cuenta regresiva de su mandato. Con Morena o sin Morena en la presidencia seguirá operando como un profesional de la desestabilización. Si gana Xóchitl Gálvez tratará de hacerle la vida imposible. Morena será un dique en el Congreso y los gobernadores del obradorato se dedicarán a ningunear a la presidenta.

Ganar el Congreso debe ser visto por la oposición como un asunto de vida o muerte para la seguridad democrática del país. Una presidenta sin Congreso no podrá gobernar y si la oposición pierde todo, el país se convertirá en menos de tres años en una dictadura.

El 2 de junio no sólo se decidirá el principio y el fin de un sexenio. También se abrirá o cerrará la puerta a un Maximato o a un proceso de desestabilización.

Tanto Xóchitl como la misma Claudia van a tener que tomar en su momento una decisión: ¿Qué van a hacer –si ganan– con López Obrador? Para ambas –aunque de distinta manera– será un lastre.

Fuera de la presidencia seguirá operando en contra de la nación, a menos que Estados Unidos lo arreste como hizo con los expresidentes de Panamá, Antonio Noriega y de Honduras, Juan Orlando Hernández.

La ex presidencia de López Obrador debe comenzar a formar parte de las mesas de análisis. La presidenta Xóchitl Gálvez necesitará de una estrategia para desmantelar el obradorato, un veneno letal que podría seguir carcomiendo los cimientos nacionales.

 

@PagesBeatriz

 

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