En días pasados, hemos seguido con atención las manifestaciones de los productores agrícolas de Francia, España, Bélgica, Alemania y Grecia que reclaman mejores políticas pública, ambientalistas, reducir el comercio desleal y precios más justos.

Bloqueos a avenidas principales, cierres de carreteras. con tractores, cierres de oficinas gubernamentales, consignas contra las malas, escasas o ineficientes políticas públicas, precios injustos, etc., se insertan en la demanda de un trato justo e igualitario para un sector tan noble y tan castigado, tan olvidado.

¿Y en México qué pasa? ¿Qué enfrentan los productores primarios en el día a día? El escenario es muy, muy parecido al europeo, con la agravante de que para el aún inquilino de Palacio Nacional, no es un tema de relevancia, aunque en los spots oficialistas se diga que los campesinos seguirán contando con apoyos en el próximo sexenio. Y en el campo se escucha un silencio sepulcral.

Nuestro país ya vive la vorágine de las campañas electorales para renovar cargos en los tres niveles de gobierno, congresos locales y federal, y principalmente la Presidencia de la República, en medio de sequías reales que vive el sector agropecuario nacional: a la crisis por escasez de agua, se suma la crisis de liquidez para incentivar la producción además de la abulia e ineficiencia del gobierno para paliar estas problemáticas.

Y es que por un lado, los apoyos para programas en algunos casos desaparecieron y en otros se redujeron y condicionaron, mientras que el agua amenaza la producción -entre los agricultores se proclama que puede haber producción sin tierra, pero no sin agua- la falta de políticas públicas, el descuido, la indiferencia  e ignorancia de CONAGUA -en Chihuahua no se olvida el mal manejo de la presa “La Boquilla” que propició enfrentamientos entre productores y la Guardia Nacional. Hasta el momento los candidatos no han abordado el tema. No hay propuestas. Es una bomba de tiempo que puede estallar, ¡Tic, tac. Tic, tac!

Este es apenas uno de los muchos escenarios de riesgo que vive el campo. El tema es serio y preocupante, toda vez que en el mejor de los casos se dejaría de producir alimentos. En el peor de los escenarios, se generaría una crisis social y económica. Enero y febrero nos dieron ya la primera muestra: la inflación que se registró en los primeros meses del año fue resultado de los altos precios de la cebolla, del jitomate, y de otras tantas hortalizas. Ya comprobamos que hacer una salsa no se limita al tema culinario.

Entonces quien alcance la Presidencia de la República deberá  tener la capacidad de discernir entre seguir con la política de Sembrando Vida, que a todas luces resultó el fracaso más gran para este sector, o recuperar la vocación de la Secretaría de Agricultura y le regrese sus potestades, comenzando por la Subsecretaria de Agricultura que la cuatroté desapareció.

Es vital que las candidatas y el candidato presidenciales comprendan que la problemática del campo no es solo la estafa de SEGALMEX, ni tampoco la violencia qie se ejerce contra productores y el derecho de piso que cobran a limoneros, aguacateros, nopaleros y otros tantos más y mucho menos, el derecho a la tierra. Va más allá de todo eso. Es la imperiosa necesidad de contar con políticas públicas dirigidas a fortalecer, a hacer crecer a los pequeños productores, contar la tecnificiación necesaria para la productividad y competitividad, así como la capacitación para el uso de la misma y recuperar el estatus sanitario del que hemos dado ejemplo a nivel mundial como país, pero que hoy atraviesa su peor momento.

Es urgente recuperar el financiamiento que hoy brilla por su ausencia; los seguros catastróficos -que hoy son vistos como inventos neoliberales pese a los factores climáticos- y el FONDEN.

Redoblar la comercialización que abre las puertas del comercio internacional, porque las empresas transnacionales todo el tiempo realizan campañas que los mantienen en el mercado. Y la lista es larga. Urge que los candidatos comprendan verazmente la complejidad del sector primario, principalmente en la parte productiva y que en concordancia, les presenten propuestas claras, acompañadas del cómo, es decir el remedio y el trapito. No parten de cero, el sector está sobrediagnosticado, pero nadie hace ni dice nada. Las campañas corren y el tiempo es corto.  ¡Tic, tac. Tic, tac!

Del lado de la iniciativa privada, de los agroindustriales y agroempresarios, tampoco hay gran cosa. Al parecer, los hombres de negocios del campo, también recuperaron su talante acomodaticio y ya ni proponen ni critican los tratos que se les han dado por parte del gobierno. Todo apunta a que están pactando en lo oscurito. El silencio extraña cuando apenas a finales del 2023, el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) anunció con bombo y platillo su nueva estrategia para reconducir al sector, convirtiéndose en la voz representativa de los productores. Pero hasta el momento, son palabras que se las ha llevado el viento.  ¿Cuál es la estrategia, las tácticas? La duda es si realmente son la voz que represente los intereses del sector. Parece que ellos también tienen el tiempo encima para erigirse como los interlocutores.  ¡Tic, tac. Tic, tac!

En otra vertiente, las organizaciones sociales del campo siguen su curso natural y perverso: lograr que sus líderes obtengan un cargo de elección popular o mantener su perpetuidad como gestores para la consecución de recursos que cada vez es más difícil si no están con el partido oficialista. En estos tiempos, veremos sin ambages, el reacomodo de líderes ofreciendo votos a los candidatos para amarrar apoyos subsidiarios, precisamente los que la cuatroté les cortó. ¡Tic, tac. Tic, tac!

El tiempo inexorable corre vertiginosamente y urgen propuestas de políticas públicas transversales y de mediano y largo plazo que incluyan programas y presupuestos claros y transparentes que rescaten al campo. Urge certidumbre de los tiempos, los cómos, los con qué, y para quiénes. ¿Quién va asumir el reto y a tomar el toro por los cuernos? o ¿quién será la mosca en los cuernos? El sector necesita definiciones. El tiempo corre.¡Tic, tac. Tic, tac!