Con el inicio de las campañas de las candidatas y candidato a la presidencia de la República, las cosas políticas comienzan a aclararse: doña Xóchitl Gálvez, sin recurrir al acarreo y al uso de los sobres amarillos, comenzó a levantar y a acortar la distancia que, según algunas casas encuestadoras, la separa de la candidata del partido oficial. Inició su recorrido por el territorio nacional; lo hizo en el municipio con mayor problema de inseguridad a nivel nacional: Fresnillo, Zacatecas. Estado que han gobernado y gobiernan, como patrimonio feudal, los miembros de la familia Monreal.

Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, en el tiempo que le dejan libre las cervezas y las botanas, ha iniciado su campaña. Al parecer sus recorridos comprenderán los territorios de los estados de Jalisco y Nuevo León. Lo hará en horarios en que estén abiertas las cantinas y los bares. En Monterrey no tendrá problemas para proveerse. Se habla, en broma, de que una embotelladora de cerveza pondrá a su disposición, en forma permanente, un camión caguamero que lo siga y provea. La pancita y los chilaquiles para el desempance o cruda correrán a cargo de los anfitriones.

Claudia Sheinbaum ha continuado su campaña; lo hizo en el Zócalo de la Ciudad de México. Dada su personalidad, no levantó pasiones ni arrancó el grito del público ahí reunido. Como oradora no la hace. La pobre ni leer sabe: pidió el voto de los ahí presentes “Para que siga la corrupcio …” No tiene nada para levantar los ánimos de las multitudes. Desaprovecho una buena oportunidad que AMLO y su partido le dieron.

En la concentración ciudadana se notaron la organización, el acarreo y el dispendio. Morena y AMLO, como herederos directos del viejo PRI, recurrieron al acarreo de grandes multitudes locales y foráneas: las largas filas de camiones foráneos, los pases de lista y las despensas, nos recordaron los viejos tiempo. Las dádivas y las amenazas para llenar el Zócalo no faltaron. El corporativismo hizo acto de presencia. Grandes sindicatos se hicieron presentes y ofrecieron su apoyo incondicional. Como si dispusieran del voto de sus agremiados.

Conociendo a los morenos, es de suponerse que, para solventar los gastos, recurrieron a los sobres amarillos. Esperemos que con el tiempo salgan a la luz videos en los que algún miembro de la familia real sea exhibido recibiéndolos. Los gobernadores morenistas que se presentaron no se les permitió subir al templete: impidieron que, por su popularidad o impopularidad, le robaran cámara a la candidata. Ahora sí fue izada la bandera Nacional.

A pesar de los vacíos que se observaron en el Zócalo, los organizadores hablan de cantidades estratosféricas de concurrentes. No se midieron. En cambio, cuando se trata de la ciudadanía organizada, sin acarreados y sin despensas, las autoridades morenistas de la Ciudad de México hablaron de que escasamente se reunieron sesenta mil personas. Lo dicen por minusvalorar a sus adversarios en público; en privado y en el fondo deben de estar preocupados y reconocer que las cosas no están caminando tal como ellos lo esperaban y pregonan.

Algo es cierto: Claudia es muy limitada; no es capaz de levantar ni buenas ni bajas pasiones. Es anodina. La culpa no es de ella, es de quien la hizo su comadre, de quien la puso como candidata: AMLO. Éste, conociéndola, no la ha dejado crecer, le ha impuesto su programa político y a los candidatos a los diferentes cargos de elección en juego; también nombró a los miembros de su equipo de trabajo.

El programa de cien puntos al que la candidata morenista dio lectura ante los asistentes reunidos, es más de lo mismo que hemos tenido durante los últimos seis años. La señora Sheinbaum no tiene ideas propias ni programa novedoso.

Ella y sus mentores consideran que la ciudadanía está contenta con ellos. Para qué cambiar. Sigue ofreciendo un mejor servicio de salud que el de Dinamarca, a pesar de que las fechas señaladas se han diferido una y otra vez.

AMLO, después de haber visto el berrinche público de sus dos candidatas: la nacional y la local, debió haberse arrepentido de haber seleccionado a Claudia como su sucesora e impuesto a Clara Brugada, sobre Omar García Harfuch, como candidata de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Omar García Harfuch, candidato de Claudia Sheinbaum, daba equilibrio a la mancuerna y fuerza a la candidata presidencial. AMLO no le permitió crecer y que, llegado el momento, a mediano plazo, lo llegue a desplazar o pretenda ser candidato a suceder a su pupila, para el caso de que ella resulte electa como presidenta de la República.

Se afirma, en público y en privado, que Claudia Sheimbaum es berrinchuda y regañona. Si ello es verdad, el que lo sea denota inseguridad. Esto resulta cierto en el mayor de los casos. Un buen líder impone su autoridad sin gritar y sin insultar. Los mejores se limitan a insinuar o a susurrar órdenes. No con todos es regañona; a todas luces se ve que es dócil y obediente con su amo y benefactor: AMLO.

Por ser dócil con su jefe, ha resultado ser un fracaso como candidata, inútil como ideóloga y una nulidad como aglutinante de las fuerzas de su partido. Cuando menos por lo que toca a los candidatos a legisladores al Congreso de la Unión y en lo relativo al equipo que la apoya, todo indica que su intervención se ha reducido a decir que sí a las imposiciones que le ha hecho su patrón.

A doña Claudia, de ganar la presidencia de la República, más le vale tener cerca a AMLO para que le indique qué es lo que debe hacer en cada situación grave que se presente. En ese caso lo aconsejable es que lo tenga a su lado en todo momento. Va a ser necesario que deje que él y su familia sigan viviendo en Palacio Nacional, en el departamento que ahora ocupan y que, para seguir con la moda, ella busque un lugarcito dentro de Palacio, en donde viva con su marido. Van a ser vecinos.

En ese escenario, es de esperarse que de vez en cuando AMLO le permita hacer uso de la palabra en “Las mañaneras”.