El primer día de marzo iniciaron las campañas electorales en un México en el que predomina la polarización y donde escasea el debate de ideas para dejar una larga lista que no concluye de adjetivos, descalificaciones e insultos, esto significa que una de las prendas que debe caracterizar a la política, es decir la civilidad, no aparece. El entorno es nebuloso, no se debaten precisamente proyectos de nación, los bandos encontrados se ufanan de poseer la verdad cuando la política no debiera ser un pleito de callejón que se finca en los dogmas, la lucha por el poder es legítima aunque se requiere de una democracia de calidad que no se agota en la emisión de votos.

Los partidos políticos que se han transformado en franquicias por el poder prepararán los mecanismos, mensajes y propuestas aunque la seguidilla de las descalificaciones es previsible si atendemos lo que ha sucedido en los últimos años.

En el siglo XXI con menos de tres décadas trascurridas en México se ha registrado la alternancia, la inició el Partido Acción Nacional con Vicente Fox, que tuvo y tiene poco de panista, la siguiente fue encabezada por Enrique Peña Nieto de triste memoria que inició con el famoso Pacto por México para alcanzar las denominadas reformas estructurales que prácticamente ya no existen.

En 2018 arribó a la primera magistratura de la nación Andrés Manuel López Obrador con un 53 por ciento de los votos, una vez en el poder anunciaría la cuarta transformación.

El ecosistema político de nuestro país se asemeja a la bíblica torre de Babel, cada cual con su mensaje y su propio idioma, complicada la búsqueda de consensos que debieran figurar como el resultado de hacer política verdadera, esto es si se dimensionara a ésta como arte y también como ciencia social de aproximaciones, aunque no exenta de cierta lógica.

La inseguridad se manifiesta como el principal problema desde hace algunos años, en lo que ha transcurrido del nuevo milenio ha sido la constante más preocupante que no ha resuelto ningún gobierno, con todo y la famosa y tristemente célebre guerra contra el narco que encabezara Felipe Calderón.

La normalidad democrática si atendemos que esta implica como una de sus características a la alternancia llegó en el siglo XXI, es decir con mucho retraso tras un antiguo régimen con una duración de 71 años desde 1929 al año 2000. La alternancia por si misma no ha resuelto los grandes temas, habría que añadir que casi todas las organizaciones partidistas tienen en su ADN la herencia priista, unas más otras menos.

Resulta prioritario conocer detalladamente los proyectos de nación, en qué coinciden y en qué discrepan quienes contienden por la presidencia, vivimos en el mismo país y en consecuencia padecemos los mismos problemas.

No es tiempo y nunca lo sería para que nos endilguen kilométricos discursos plagados de la más añeja demagogia, tampoco es momento de expresar los enormes lugares comunes que no reportarían novedad alguna, más de lo mismo ya no.

En todo caso es el momento ideal para explicar las propuestas y diseños para un México distinto, se calibrará nuestra democracia, la participación ciudadana y que la clase política tenga altura de miras porque quien resulte ganadora representará a todas y todos no solo a su partido o a una elite, no cabe el sectarismo en medio de la diversidad.