Los tiempos que nos han tocado vivir son extraordinarios en casi todos los órdenes. Para bien y para mal. Los adelantos tecnológicos apabullan, sobre todo tratándose de los medios de comunicación: la Internet, las computadoras y los “celulares” dominan en todos los órdenes. Como nunca los seres humanos habían tenido tanta facilidad para comunicarse. Los nuevos artilugios pululan en los lugares más apartados del mundo. Pero —el pero de siempre—, no han logrado que la humanidad viva en paz.

Hoy por hoy, de todos los conflictos que ensangrientan el planeta, dos pueden ser el detonador de la tercera guerra mundial; juntos podrían acelerar la temida conflagración, repetir el Armagedón: la guerra en Ucrania causada por la artera invasión de las tropas rusas ordenada por Vladimir Putin hace más de dos años, y, desde el 7 de octubre pasado, cuando los judíos de Israel celebraban la festividad de Sucot —el día que Dios juzga la cantidad de agua que habrá el siguiente año—,  los terroristas de Hamás atacaron arteramente algunos kibutzim (colonias agrícolas israelíes) asesinando 1,200 judíos de todas las edades y sexos en menos de 24 horas. El balance de estas guerras, hasta el día de hoy, es de miles de muertos y heridos, y contando. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe.

Ambos hechos tienen sus “respectivas razones”, con raíces profundas que se pierden en la lejanía de los tiempos. Lo que recuerda la antiquísima frase: “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, que el patrono de los periodistas, el santo francés San Francisco de Sales, del siglo XVI, atribuyó a otro célebre monje galo, san Bernardo de Claraval del siglo XII. En la época de las comunicaciones al segundo, todo mundo opina lo que le da la gana sobre la guerra de Ucrania y la que está en curso en la Franja de Gaza, entre palestinos (Hamás) y el ejército israelí. En esta guerra de declaraciones, no podía faltar la del Papa Francisco, que además de ser el sumo pontífice del catolicismo mundial, es el jefe del microestado Ciudad del Vaticano, también llamado la Santa Sede. El caso es que las palabras del también arzobispo de Roma, siempre tienen resonancia mundial, pues más de 110 países mantienen relaciones relaciones diplomáticas con el Vaticano que mantiene su importancia política internacional desde 1929, cuando se firmaron los Tratados de Letrán entre la iglesia católica y el Reino de Italia que a la sazón existía.

De tal suerte, días pasados, en una entrevista que el Sumo Pontífice, el Papa que “vino a Roma desde el fin del mundo”, concedió a la emisora suiza RSI, pidió al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky “valentía” para “izar la “bandera blanca” y “negociar” el fin de la guerra con Rusia. Y ahí “se armó la de Dios es Cristo”, como en el primer concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, como si fuera ayer. En este caso, nunca mejor dicho. Y, como es de suponer, las palabras de Francisco —cuyo nombre original es Jorge Bergoglio Sívori, que fue arzobispo de Buenos Aires, Argentina—, se reprodujeron en todos los medios de comunicación del planeta.

La difusión de la entrevista en la que el primer Papa jesuita de la historia, a Radio Televisión Suiza (RSI), afirmó que “negociar no debe avergonzar” disgustó a todo mundo en el país invadido por los rusos, incluyendo las altas esferas políticas y religiosas ucranianas, no obstante que el pontífice aboga repetidamente por la paz pues a muchos de los afectados les pareció que el sacerdote de origen argentino alentaba los propósitos invasores del mandamás en el Kremlin.

No podía ser de otra manera, pues más allá de que las palabras de Francisco son urbi et orbi, Zelensky y su pueblo no podían dejar pasar la “petición papal” en ninguna circunstancia. El mandatario ucranio dio una dura respuesta, y enfatizó que el conflicto lo provocó el dirigente de Rusia en 2022. A dos años de iniciada la invasión dispuesta por Vladimir Putin, la guerra continúa dañando miles de viviendas, templos, fábricas y edificios públicos, convertidos en ruinas por el impacto de miles de proyectiles. Ese escenario, dijo Zelensky, “Habla muy elocuentemente de quien tiene que parar” para recuperar la paz”.

Kiev no dudó en contestar rápido y de frente la “proposición” de Francisco. La embajada de Ucrania ante la Santa Sede manifestó al Papa que durante la Segunda Guerra Mundial, nadie habló de “negociar la paz con Hitler”, después de que el Pontífice asegurara en su entrevista al medio suizo que en el conflicto de Ucrania se debería tener “el coraje de blandir la bandera blanca” y “negociar”.

La legación ucraniana en Roma manifestó en sus redes sociales. “¡Es muy importante ser coherentes! Cuando hablamos de la 3a. Guerra Mundial, que tenemos ahora (sic), debemos aprender las lecciones de la IIGM”. Y concluyó: “¿Alguien habló entonces seriamente de las negociaciones de paz con Adolfo Hitler y de la bandera blanca para satisfacerlo? Así que la lección es una: ¡sí queremos terminar la guerra, tenemos que hacer todo lo posible para amar el dragón!”.

Y, en X, Dimito Kuleba, ministro de Relaciones Exteriores, replicó, aclarando el uso de la bandera blanca del Papa: “Nuestra bandera es amarilla y azul. Este es el lábaro por el que vivimos, moriremos y triunfaremos. Nunca levantaremos otras banderas”. El Pontífice, como dijo en su entrevista, abogó por “negociar”, que es una “palabra valiente”, para lograr el fin del conflicto.

Francisco explicó a RSI: “Creo que es más fuerte quien ve la situación, quien piensa en el pueblo, quien tiene el valor de la bandera blanca, de negociar. Y hoy se puede negociar con la ayuda de las potencias internacionales. La palabra negociar es una palabra valiente”. Así se manifestó el Pontífice jesuita.

La entrevista papal se trasmitirá íntegra el próximo martes 20 del mes en curso. En otro adelanto de la misma dice: “Cuando ves que estás derrotado, que las cosas no van, debes tener el valor de negociar”, adelanto, por cierto, que fue el menos convincente para los ucranianos, pues lo consideraron como “una derrota no consumada”, a favor del mandatario invasor.

Tras la publicación de varias partes de la entrevista, la Santa Sede matizó que el pontífice Francisco no hablaba de rendición, sino de negociación, según declaró Matteo Brunei, el portavoz de la Santa Sede, en el sitio Vatican News.

Por su parte, el presidente Volodimir Zelensky declaró en Facebook: “la locura rusa debe perder la guerra y Ucrania está haciendo todo lo posible para que así sea…Cuantas más declaraciones demenciales vengan de Moscú, mayor debe ser nuestra fuerza. Sólo nuestra fuerza a la hora de proteger vidas y nuestra capacidad  para lograr nuestros objetivos pueden devolver a Rusia a un estado de sobriedad al menos parcial”.

Sin referirse directamente al Papa, pero sí a la religión, Zelensky alabó en un discurso la valentía de las Fuerzas Armadas de Ucrania, reforzadas por capellanes, quienes desde el principio de la invasión rusa dejaron de lado su vocación por la defensa de la nación y de la humanidad. Asimismo, en palabras claras, criticó al Obispo de Roma y a la Iglesia católica que maneja una mediación lejana, “a dos mil 500 kilómetros de distancia”, misma que lo separa del Vaticano, a diferencia de los personajes religiosos que sí apoyan a los ucranianos: cristianos, musulmanes, judíos y otros, para proteger a la nación de “la locura rusa que debe perder esta guerra”. Y, en un golpe directo al Papa, el mandatario elogió a quienes “hacen todo lo posible para salvar vidas en el campo de batalla y que desde el primer día de la invasión le dedican sus oraciones.

En el mismo discurso, el antiguo actor convertido en mandatario, refrendó que los soldados de su patria arropados por la “bandera azul y amarilla”, han frenado a los invasores para evitar que estos avancen hacia Europa, recalcando la amenaza que prevalece contra su soberanía, otros territorios y la seguridad mundial. E insistió en la necesidad de contar con armas y municiones para derrotar al régimen ruso que ha devastado Ucrania, al causar miles de bajas, entre civiles y militares, en tanto que sus tropas han dado cuenta de casi 180 mil invasores, y continúa la defensa al derribar 150 de hasta 175 drones lanzados tan solo en los días que van de marzo.

Zelensky insistió en que solo de la mano de los países aliados, que han prometido proporcionar a Kiev sistemas de defensa aérea, su pueblo se acercará a la paz, para vencer a “quien quiere destruir” todo rastro. Por lo mismo, minimizó la propuesta del Papa, pues, dijo, no hay condiciones para el diálogo con el invasor, lo que se testimonia con la anexión, por parte de Moscú, de cuatro territorios ucranianos: Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia, que se niega a devolver.

El rechazo a las palabras del Papa, se amplió a otros funcionarios ucranianos. Como Dimitro Kuleba, de Exteriores, que por medio de X, exhortó al Pontífice a no repetir los errores del pasado y ponerse del lado del bien, refiriéndose a lo sucedido durante la invasión nazi a Europa cuando la Iglesia Católica evitó referirse al Holocausto contra los judíos y otras minorías sociales cometido entre 1941 y 1945 —o desde 1939– cuando el sínodo de cardenales eligió al Papa Pío XII, el sacerdote italiano Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacellí, que estuvo en el trono de San Pedro hasta su muerte en 1958. La política de neutralidad de Pío XII no permitió que firmara la Declaración de los Aliados de 17 de diciembre de 1942 condenando el exterminio de los judíos. La postura de Pío XII frente al exterminio de la comunidad hebrea durante la IIGM, ha sido un escándalo que la Santa Sede no ha podido evitar.

En fin, Kuleba instó al Papa Francisco para que haga un espacio en su agenda para “una visita apostólica” a Ucrania, con lo han hecho mandatarios como el presidente de EUA, Joe Biden, Emmanuel Macron, de Francia, Georgia Meloni, de Italia, y otros.

Por el momento, el llamamiento papal no encontró el eco que esperaba. No siempre la diplomacia de la Santa Sede se interpreta como el Pontífice quisiera. “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. El conflicto en Ucrania es muy delicado, tanto o más que el que tiene lugar en la Franja de Gaza. Vivimos momentos excepcionales. No bastan las declaraciones “bien intencionadas”. VALE.