Para justificar el título que tiene esta colaboración semanal, por esta ocasión me abstengo de hablar de las elecciones, de política, en general, de Maquiavelo y de derecho; me propongo escribir respecto de un monumento extraordinariamente bello: el sepulcro de Ilaria del Carretto.
En la amurallada ciudad de Lucca, en la Toscana, en la sacristía de la catedral de San Martín, se halla un sepulcro bello y sobrio: el de Ilaria del Carretto, obra del escultor sienés Iacopo della Quercia (1374/1438).
Ilaria del Carretto fue la segunda esposa de Paolo Guinigi, señor de la ciudad. Nació en Zuccarello, Italia en 1379, era noble. Perdió la vida el 8 de diciembre de 1404, al dar a luz a su segundo hijo. Su esposo, para inmortalizarla, mandó esculpir ese sepulcro al entonces joven escultor sienés Iacopo della Quercia. Éste, para cumplir con el compromiso, invitó a colaborar con él a Francesco di Valdambrino.
La escultura fue hecha por della Quercia entre los años de 1406 y 1408. El gran pintor y escritor Giorgio Vasari, en su obra de inestimable valor: Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, refiriéndose al sepulcro, escribe lo siguiente:
“Partió, pues, de Siena y se trasladó, ayudado por amigos, a Lucca, donde hizo en la iglesia de San Martino una sepultura para la esposa recientemente fallecida de Paulo Guinigi, señor del lugar. En el basamento de la sepultura talló unos niños de mármol que llevan un festón, tan hermosamente trabajados que parecen de carne y hueso. Y en el sarcófago posado sobre ese basamento talló la imagen de la esposa de Paulo -que fue sepultada allí- con infinita prolijidad, poniendo a sus pies un perro en bulto que simboliza la fidelidad de la dama a su esposo.
Después de la partida, o mejor dicho la expulsión, de Paulo de Lucca, en el año 1429, cuando la ciudad conquistó su libertad, este sarcófago fue sacado de su lugar y estuvo a punto de ser enteramente destruido como consecuencia del odio de la población contra Guinigi. Pero el respeto que los de Lucca sentían por la belleza de la figura y sus adornos los retuvo, y poco después el sarcófago y la imagen fueron colocados a la puerta de la sacristía, donde se encuentran aún hoy, mientras la capilla de Guinigi se convertía en propiedad de la comuna.” Giorgio Vasari, Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, Conaculta Océano, España, 2000, ps. 46 y 47).
La catedral de San Martín, en la que se halla el sarcófago de Ilaria del Carretto, fue fundada en el siglo VI y consagrada como sede episcopal en el siglo VIII; fue objeto de importantes reformas entre los siglos XII y XIV; cuenta con un campanario de 69 metros de altura y la fachada de mármol se concluyó en 1204. En el pórtico hay escenas relacionadas con la vida de Jesucristo, san Martín y san Régulo.
La familia de los Guinigi gobernó durante siglos la ciudad de Lucca. Castrucio Castracani (1281-1325), el condotiero de quien Maquiavelo, en 1520, escribió una especie de biografía (La vita di Castrucio Castracani da Lucca), estuvo al servicio de Francesco Guinigi y fue tutor de su hijo Paolo, abuelo del Paolo Guinigi, que fue esposo de Ilaria del Carretto, en cuya memoria se esculpió el sepulcro al que he venido haciendo referencia en esta nota.
Este Paolo Guinigi mandó construir lo que se conoce como Villa Guinigi, que ahora es un Museo Nacional; en él hay una vasta colección de antigüedades, sobre todo etruscas y obras de arte renacentista.
Según lo comenta Nicolás Maquiavelo, quien estuvo en esa ciudad el año de 1520, “La ciudad de Lucca está dividida en tres partes: de las cuales una lleva el nombre de San Martín, la otra de San Pablo y la tercera de San Salvador.”(Vita di …). La ciudad se halla en el fértil valle del Serchio; y conserva intacta sus murallas.
Luigi Boccherini, el gran compositor, nació en Lucca en 1743. Giacomo Puccini, el gran compositor de operas, también nació en esa ciudad en 1858. En una pequeña plaza de ella se levanta una estatua en su memoria.
Quienes han visitado la catedral de Santa Maria dei Fiore, en Florencia, podrán dar testimonio de la veracidad de lo que dice G. Vasari:
“Después vino Iacopo a Florencia, donde los custodios de la Ópera de Santa Maria del Fiore, por las buenas referencias que de él tenían, le encargaron hacer en mármol el frontispicio que está sobre la puerta de dicha iglesia que conduce a la Nunziata. Allí ejecutó, en un marco en forma de almendra, una Virgen llevada al cielo por un coro de Ángeles que tocan música y cantan para ella, con los más bellos movimientos y las más hermosas actitudes. El vigor y el movimiento de su vuelo nunca habían sido igualados hasta entonces. Similarmente, la Virgen está vestida con tanta gracia y decencia que no puede imaginarse nada mejor; el movimiento de los pliegues de su ropa es muy bello y suave, y el drapeado sigue la forma de la figura desnuda, cubriéndola, pero revelando cada flexión de los miembros” (Ob. cit. p. 48 y 49).
El sepulcro de Ilaria del Carretto, después de más de seiscientos años, nos sigue sorprendiendo por su belleza. Es un testimonio de uno de los grandes genios del Renacimiento italiano. Admirar ese sarcófago justifica una visita a la ciudad de Luca, pero quien recorre y conoce ésta, queda sorprendido de la belleza de sus plazas, edificios y museos.