El golpe de estado parecería contra revolucionario, calificativo que AMLO rechazaría; para evitar esta opinión, todo se haría en nombre del pueblo. Habría una pensión universal de por vida a quienes la soliciten.

En un escenario como el descrito Claudia Sheinbaum tendría que aceptar desempeñar temporalmente el papel de “títere” de AMLO; llegado el momento dejaría de ser figura de decoración y se mandaría a la basura política a la que van las cosas que ya no sirven.

En el momento oportuno, AMLO y Morena movilizarían a sus incondicionales para convencer a las clases bajas de la conveniencia que hay de que sea el pueblo quien en lo sucesivo gobierne. En forma paralela, se ofrecerán dádivas generalizadas a todos, se repartirán los bienes de la gente pudiente y me metería a la cárcel a gente adinerada bajo el pretexto de no haber pagado impuestos.

Desde luego los partidos políticos tradicionales pudieran desaparecer. Morena se encargará de organizar una oposición a la que controle y someta.

Los gobiernos de Rusia, China, Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Bolivia y otros reconocerían, desde el principio, al gobierno emanado del golpe de estado y estarían dispuesto a enviar soldados a defender las conquistas del pueblo mexicano.

Los golpes de Estado, como todas las cosas humanas, se rigen por el principio de seguridad; éste, según lo expuso Maquiavelo, consiste en lo siguiente:

“No estaban dispuestos a intentar novedades en cosas como aquella, en que el resultado era incierto mientras que el riesgo era seguro.” (Historia de Florencia, XXVI, 3); “… no veía cómo nadie podía considerar útil una empresa como aquella, en la que el daño es seguro y la utilidad dudosa.” (Historia de Florencia, XIX, 4). No es aconsejable emprender acciones que sobre la marcha pudieran salir del control de quienes las promueven. Nadie garantiza a AMLO y a los miembros de Morena que sean ellos los que se beneficien de un golpe de estado.

Respecto de esta materia la historia enseña que, cuando menos en México, quienes resultan ganadores de los que se han promovido son los militares; eso ha sido cierto, a la larga o a la corta.

Ignacio Comonfort, un presidente legítimo, consideró que era imposible gobernar el país con base en la Constitución de 1857, promovió un golpe de estado; quienes resultaron beneficiados de su acción fueron los militares: Miguel Miramón y Félix María Zuluaga, firmantes, entre otros, del Plan de Tacubaya. A la larga, después de mucho derramamiento de sangre, se impuso como presidente de la República Benito Juárez.

De la revolución en 1910 promovida por Francisco I. Madero, quienes resultaron ganadores fueron el general Victoriano Huerta y parte del ejército federal; aquel se encargó de ordenar que fueran apresados tanto Madero como el vicepresidente José María Pino Suárez; una vez que les arrancó la renuncia, los asesinó.

Del movimiento constitucionalista iniciado por Venustiano Carranza, los beneficiados fueron nuevamente los militares: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta; estos se encargaron de deponer a Carranza del poder y de ordenar su asesinato.

Con vista a lo anterior, como dice Maquiavelo, nadie debe emprender una acción en la que las posibilidades de éxito sean escasas y las de fracasar sean seguras y muchas. En técnica del poder es necio emprender una acción suponiendo seguro el éxito e improbable el fracaso. En estos casos muchos, sin saberlo, han emprendido empresas en las que hubo beneficiarios ciertos: los militares.

Sigue siendo cierto lo que dice la vieja canción mexicana: “Vida, quién me lo dijera, que yo pusiera el columpio, para que otro se meciera.” Si resultara cierto lo que se ha venido propalando en los medios en el sentido de que AMLO y su camarilla de morenos promoverán un golpe de estado para desconocer el triunfo de Xóchitl Gálvez, ellos deben tomar en consideración que no van a ser los beneficiarios de la ilegal maniobra, que es muy posible que estén poniendo el columpio para que otro termine meciéndose.

No sería inusual que AMLO y Morena recurrieran a la violencia con tal de no entregar el poder o de tener que rendir cuentas por el mal manejo de los fondos y recursos públicos. En la antigüedad se refiere la existencia de un caso parecido:

Refiere Diodoro de Sicilia lo siguiente: “Alcibíades, un huérfano que estaba bajo su tutela y que todavía era un muchacho, le sugirió el modo de defenderse respecto al dinero. Observando, en efecto, el disgusto de su tío, le preguntó cuál era la causa de su preocupación. <<Es –le contestó Pericles—que se me pide una justificación del empleo del dinero y yo busco de qué manera podría rendir cuentas a los ciudadanos>>. A lo que Alcibíades le replicó que debía buscar no cómo rendir cuentas, sino cómo no rendirlas. Fue así como Pericles, aceptando la sugerencia del muchacho, empezó a buscar el pretexto para meter a los atenienses en una guerra, ésta sería la mejor manera, pensaba, gracias al desorden y a las vacilaciones y temores que se adueñarían de la ciudad, de eludir una exacta rendición de cuentas.”  Biblioteca histórica, libro XII, 38, 3 y 4, Gredos, Madrid, 2006, p. 409 y 410).

Pericles murió víctima de la peste durante la guerra que él provocó; Alcibíades, quien aconsejó la guerra, murió asesinado en una aldea de Frigia. Atenas cayó bajo el gobierno de los Treinta Tiranos impuestos por los militares espartanos. Así terminó esa aventura.

Algo es cierto; AMLO llegó para quedarse. Lo hará por las buenas o por las malas. De ganar Claudia Sheimbaum la presidencia de la República, mientras desempeñe el cargo, deberá hacer la voluntad de su jefe y tener conciencia de que en cualquier momento se podrá promover y prosperar una revocación de mandato. Para evitarlo, si quiere ejercer el poder real, debe, a la mayor brevedad posible, mandarlo al destierro y meter a alguno de sus parientes a la cárcel. También debe acabar con la camarilla que lo rodea y apoya. Algunos gobernadores, los más cercanos o fieles a AMLO, deben ser depuestos.

Tratándose del Poder las muestras de agradecimientos lo son de debilidad.