El actual presidente de México ha sido muy adjetivable. Difícilmente encontraremos entre sus antecesores (ejecutivos de nuestra nación) que hayan recibido tantos y tan variados adjetivos.

Algo más, la mayor parte de los adjetivos que le han endilgado, no son, siempre, producto del coraje u odio de los emisores, sino esos calificativos corresponden, justo, a lo que es nuestro presidente López.

Ejemplificaré.

Es un “mentiroso”; esto es cierto.

Quien lo analice con riguroso método científico podrá dictaminar fundada y motivadamente que el presidente Andrés Manuel constantemente, en sus mañaneras, está emitiendo falsedades.

Sus embustes no tienen freno ni límites, y le han producido daños severos a la nación.

Obrador es un “corrupto”; esto también es verdad.

A la vista de todos, día con día, comete actos y/u omisiones de corrupción, actualizando con su conducta tipos de delitos muy diversos que, poco a poco, lo han conducido a su putrefacción, en vida.

La semana anterior soltó la frase agresiva en contra de sus opositores: “traidores a la patria”.

Nuestro López es de los que primero dicen, y luego medio piensan. Él mismo notó que se había mordido la lengua.

“Traición a la patria” es el único delito preciso por el cual se pude juzgar a un presidente de la república, conforme al segundo párrafo del artículo 108 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Mientras que en el artículo 123 del Código Penal Federal encontramos la tipología de ese grave delito, con sus abundantes hipótesis jurídicas y sus penales consecuencias.

Xóchitl Gálvez, candidata a la presidencia, y el candidato a la jefatura de la CDMX Santiago Taboada, cada uno por su lado, denunciaron: “Andrés Manuel López Obrador es traidor a la patria”; y, a partir de ahí, la ciudadanía empieza a denunciar (de traidor a la patria) al presidente.

¡Qué necesidad tenía López!, a estas horas del partido, de andarse buscando broncas con gente poco dejada.

Por otra parte, compromisos inconfesables y las oleadas de calor elevadas, motivaron que Guadalupe Taddei, presidente del INE, saliera dando un tropezón disparatado:

“El rosa es el tono distintivo de este instituto; y el uso de este color puede generar confusión y falta de respeto para el organismo electoral. El INE respeta los colores de los partidos políticos; y todos los partidos políticos y sus candidatos deben respetar el color del INE. La marea rosa tampoco debe utilizar este color, en sus marchas”.

Varios integrantes del INE se inconformaron con Taddei.

Taddei lo dijo, porque así se lo ordenó el jefe de campaña de la corcholata Sheinbaum; empero, la marea rosa no es un partido, ningún partido político usa el color rosa, el INE tampoco es un partido político ni tiene el monopolio del tono rosa.

Y esa marea rosa, el 19 de mayo próximo anterior, pintó de rosa al autócrata López y a su marioneta Sheinbaum; tal es la inteligente fuerza ciudadana representada por Xóchitl.

Horas más tarde, de ese mismo domingo, se realizó el tercer debate entre dos partes.

Una de esas partes, Xóchitl Gálvez con toda su dignidad ciudadana.

La otra parte, son los dos títeres del tirano López, el esquirol Álvarez con su forzada dentadura, y la Sheinbaum, tiesa copia de su amo, a quien ya se le denuncia como traidor a la patria.