Son los gobiernos locales, buenos, regulares o malos, los que determinarán, en buena parte, el resultado de una elección presidencial. Los gobernados juzgan a la administración pública federal en función de los resultados de las autoridades a las que tienen más próximas: los gobernadores y las gobernadoras.

Son las autoridades locales a las que ven los ciudadanos y de las que depende su felicidad o desgracia. Al presidente de la República rara vez o nunca lo ven y cuando lo ven, en el mayor de los casos, es para aprovechar la oportunidad para quejarse de aquellas, sean o no de su partido.

Para los efectos de un triunfo o derrota de la candidata a la presidencia de la República del partido oficial, la afirmación anterior no dispensa de la responsabilidad que recae sobre AMLO, como presidente de la Nación, sobre su gabinete y su partido cuando pierden o del crédito y ascendiente que logran cuando ganan.

El gobierno federal con sus obras, faraónicas o no, partió del supuesto de que una elección presidencial se gana operando en lo macro y no en lo micro. Descuidó lo local: estatal y municipal. Existe el riesgo de que tenga que pagar el 2 de junio próximo el precio por haberse inclinado por esa opción.

AMLO, al privar a los gobiernos locales de parte de su presupuesto y destinarlo a sus grandes proyectos, privó a las autoridades locales de recursos que les permitieran cumplir con las funciones que tienen encomendadas. Hubo un descuido y desatención de los problemas locales, sobre todo lo relacionado con la seguridad. Una macro solución, como lo fue reformar la Guardia Nacional y ponerla, bajo el control de la Secretaría de Defensa fue un fracaso. El cambio no derivó en seguridad para la sociedad ni en la reducción del índice delincuencial. Ese error, que fue grave, repercutirá en el resultado de la elección presidencial y de la integración del Congreso de la Unión.

Dadas las actuales circunstancias los morenistas y sus aliados ya se olvidaron de poder alcanzar las dos terceras partes de los legisladores que les permitan reformar la Constitución y la aprobación de los nombramientos importantes.

Dada la disciplina partidista, llegado el momento de rendir cuentas, los gobernadores tendrán que asumir, como si de cosa propia se tratara, la derrota; es obvio que no podrán derivarla en los líderes nacionales de Morena y, mucho menos, en AMLO. En un ejercicio de autocrítica, está difícil que, por algún tiempo, los morenistas le atribuyan la responsabilidad de un eventual fracaso.

Las candidatas a la presidencia –Álvarez Máynez no cuenta–, en su recorrido por el territorio de la República, se han enterado o las han enterado, de problemas graves de inseguridad, criminalidad, corrupción, insalubridad, mal estado de las vías locales, carencia de agua, caciquismos, marginación, discriminación, en una palabra: se encuentran con un panorama desastroso, como si no hubiera habido una cuarta transformación y no hubieran llegado a gobernar aquellos que decían que no eran iguales.

Los habitantes del país comprobaron que nada de lo anterior cambió para bien con la supuesta 4T.

En el ámbito local, el eventual fracaso, pudiera ser atribuible a un mal desempeño de algunos gobernadores, como son Layda Sansores, en Campeche, Cuauhtémoc Blanco, en Morelos y Evelyn Salgado Pineda, en Guerrero.

Malos candidatos a las gubernaturas impuestos directamente por AMLO, como son los casos de Clara Brugada, en la Ciudad de México o de Rocío Nahle en Veracruz quitarán más votos que sumarlos. Otros, por ser plazas que tradicionalmente controla o retiene algún partido de oposición, como lo son los casos de Jalisco, Nuevo León, Querétaro o Guanajuato, al parecer están perdidos para morena. El estado de San Luis Potosí no da señales claras de ser morenistas.

La sobre actuación de AMLO no deja crecer a la candidata de Morena y tampoco ha permitido el surgimiento de líderes nacionales y locales con presencia fuerte y programas propios.

Del gabinete federal surgió como candidata a la gubernatura del estado de Veracruz Rocío Nahle; ella, por los actos que corrupción que se le atribuyen, en lugar de sumar, está restando. No se le ve un liderazgo fuerte, está en duda que gane la gubernatura y que, por ello, no sume votos a la causa de Claudia Sheinbaum y a la de Morena.

No se ven seguros los triunfos de los candidatos a gobernadores en los estados de Chiapas, Morelos y Ciudad de México. Tampoco en los restantes estados se ve que los candidatos morenistas vayan a levantarse con una victoria clara y contundente.

El control del próximo Congreso de la Unión al que Morena y Claudia Sheinbaum aspiran pasa necesariamente por triunfos locales. En el caso, los afanes, amenazas y esperanzas de AMLO no cuentan; en unos meses él y su 4T serán sólo un mal recuerdo.

Hay gobernadores morenistas que restan y dividen, como las de Guerrero y Campeche. Ellas son impresentables, no suman y sí restan para el resultado de la elección presidencial del 2 de junio; la primera se ha mostrado, en su versión femenina, como auténtica cacica. La de Guerrero; Evelyn Salgado, al parecer, repartió el poder entre su padre el senador Félix Salgado Macedonio y las diferentes organizaciones criminales que, ante la inacción gubernamental, tienen bajo su control gran parte del territorio de la entidad. Algo se reservó: dar el grito de independencia y presidir las ceremonias oficiales.

Otro que no suma y que resta es el gobernador de Morelos; éste fue apoyado por AMLO sin restricciones; pidió a la ciudadanía morelense su voto para llevarlo a la gubernatura: él, por la connivencia con el crimen organizado que muchos le atribuyen, la falta de operación política y los enfrentamientos con otras autoridades, llevó los negocios públicos de la entidad que supuestamente gobernó, a niveles de instabilidad y desorden. La entidad a su cargo no va a sumar votos que garanticen una victoria general. Mucho haría si logra retener algunas presidencias municipales. Para tranquilidad de los morelenses, como van las cosas, su gobernador, ahora con licencia, gozará de inmunidad cuando menos por los próximos tres años.

Si la elección presidencial la pierde Morena, independientemente de la responsabilidad que recae AMLO, que no va a ser poca y en la candidata que el designó, que sí será mucha, la autoría de una buena parte de la derrota debe atribuirse también a los gobernadores de los estados.