La Marea Rosa, la concentración del domingo 19 de mayo en la CDMX, no es un engaño, pero sí puede resultar un autoengaño para sus convocantes. Me explico.
En primer lugar, respeto a las mujeres y hombres que participarán. No coincido en sus planteamientos; sin embargo, saludo que ejerzan su libertad de expresión y manifestación. Auguro que será una reunión multitudinaria, similar a las anteriores. Representa la movilización social más significativa contra el gobierno de Andrés López Obrador y de su continuidad de su proyecto.
Hay reuniones convocadas en varias ciudades, pero mantengo el foco en la CDMX. Las palabras clave de la movilización del 19 de mayo son “similar a las anteriores”; es decir, que la Marea Rosa es alta, pero no se convirtió en un tsunami.
Después de las movilizaciones al Monumento a la Revolución y al Zócalo del año pasado, escribí que dichas manifestaciones representaban la oposición más importante al gobierno. Sus participantes apoyarían a cualquier persona o partido que se le pusiera en frente a Morena.
El propio presidente dijo, en más de una ocasión, que la CDMX se hizo conservadora. No es verdad. Desde la primera movilización, convocada en defensa del INE, fue claro que la inmensa mayoría de los asistentes votaría en contra del candidato o candidata de AMLO. En este punto no hay ningún engaño.
El autoengaño tiene dos caras. La primera cara, cuando los convocantes, conocidos políticos y políticas, varios respetables, otros no tanto, repetían, mirándose a la cámara de sus teléfonos, que su movimiento era ciudadano. Sólo intentaban engañarse a ellos mismos. Los asistentes desde el principio sabían que el tema era electoral.
La segunda cara, los convocantes pensaron que estas movilizaciones por si solas bastaban para cambiar la realidad política. De 1989 a 1994, en el PRD pensamos que con zócalos llenos le ganaríamos al PRI, que cuando los votos se contaran, el resultado inevitablemente nos daría el triunfo. No era verdad.
Que Xóchilt Gálvez y Santiago Taboada sean oradores no cambia nada, porque no son líderes, sino candidatos de las direcciones partidarias. En estos meses no han construido un liderazgo propio, ni generado un movimiento social. Van al Zócalo a subirse a la cresta de una ola que no provocaron.
La vida social y política siempre da sorpresas, por eso nunca debe cancelarse un desenlace que a simple vista no aparece en el escenario. Por método, no puede descartarse que, en la CDMX, se desarrolle un movimiento, no en las calles, no en las plazas; al margen de los partidos e inclusive de los candidatos, pero presente en el enjambre de las redes sociales, que convierta los estados de ánimo en votos. Sabremos si esta hipótesis tiene algo de realidad hasta el día de la elección. Por lo pronto, se confirma que en la política no hay engaño, sino engañados o autoengañados. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.
@onelortiz

