Concluidas las elecciones mexicanas, amargas para millones de mexicanos –yo entre ellos– y de alegría y euforia para muchos más millones, son el final de la contienda de dos mujeres –y la compañía de un esquirol de sonrisa idiota– que da por primera vez a nuestro país una presidenta: Claudia Sheinbaum. Y, casi “al día siguiente”, entre el 6 y el 9 de junio, tendrán lugar los comicios del Parlamento Europeo, en cuyas vísperas están teniendo visibilidad destacada ¡tres mujeres!: Marine le Pen, Ursula von der Leyen y Giorgia Meloni, que pueden dominar la política europea, según The Economist.
De acuerdo al prestigioso semanario británico, hoy Europa enfrenta graves peligros: la guerra en Ucrania, “la más sangrienta del continente desde 1945”, con Rusia como amenaza “del Báltico al ciberespacio” y con la amenaza también del retorno de Trump a la Casa Blanca, una suerte Chucky, el muñeco diabólico poseído por el alma de un asesino, que, en nuestro caso, controla el mundo desde Washington.
Yo añadiría la sangrienta, inacabable represión de Israel a Hamas, con el saldo de decenas de miles de víctimas inocentes y la amenaza de otra guerra, ahora en Medio Oriente, y, retomo comentarios de The Economist, sobre el peligro real de que los populistas euroescépticos fortalezcan su posición en el Parlamento Europeo y en las instituciones y autoridades de la UE, con el riesgo de debilitarla y banalizar, desnaturalizar o de plano cancelar programas como el relativo al cambio climático y la economía verde, reducir drásticamente los recursos para la sostenibilidad del Estado del Bienestar y dar un giro “trumpiano” a la política y regulaciones sobre migración.
Lo más grave del asalto de la extrema derecha al gobierno y parlamento de la UE es su repulsa –para decirlo con toda crudeza– a la entidad Unión Europea como el ente supranacional que es, cuya legislación “constitucional” está por encima de las constituciones de los Estados –una cuestión que hoy mismo es discutida por algunos Estados nacionales, como lo constaté e informé en mi artículo anterior, en el caso de países de Europa Central: Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia.
Para la ultraderecha la Unión Europea tiene que ser una Europa de Naciones, como lo estaba siendo en los años sesenta, en un mundo que es otro. Si la Unión Europea volviera a ser únicamente una asociación de Estados soberanos, no podría adquirir la mayor integración y capacitación que requiere para competir industrial y tecnológicamente con Estados Unidos y China. “Puede en cambio –dice Enric Juliana, el talentoso analista y directivo del diario catalán La Vanguardia– adentrarse en un insondable proceso de decadencia que conduzca a una lenta disgregación. Es –añade el periodista– la severa advertencia que se desprende de los informes presentados en las últimas semanas por Enrico Letta y Mario Draghi sobre el mercado único y la competitividad. El contenido de ambos informes, solicitados por la Comisión y el Consejo”.
La Europa de Naciones a la que llevaría la ultraderecha exhumaría el nacionalismo: “mi país” frente y contra a los otros, crearía probablemente alianzas de países afines: los centroeuropeos, los europeos latinos, etc., de poca relevancia política y económica frente a Estados Unidos y China; y seguramente –se dice– serán sujetos a la rapiña de Rusia y –añadiría– una suete de colonias de Estados Unidos.
Esta Unión Europea en la que, como consecuencia de las elecciones del Parlamento Europea irrumpirá la ultraderecha, requiere –dice el multicitado The Economist– de tres mujeres para tener a los extremistas al margen del poder: la alemana Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que se presenta a un segundo mandato, debe conseguir los apoyos necesarios para obtenerlo, en el entendido de que, aun cuando es previsible que vuelva a obtenerlos de los grupos de conservadores, liberales y socialistas, todo hace suponer que no serán suficientes y, en consecuencia, requerirá del apoyo de Giorgia Meloni, que previsiblemente vendrá con un fuerte arsenal de votos. De su partido y de otras formaciones asociadas a Fratelli d’Italia.
Giorgia Meloni, la italiana, busca, por su parte tener una presencia fuerte, aunque su imagen, actuación en política exterior –y nacional– así como sus orígenes fascistas, por lo menos de simpatías: llegó a grabar en el pasado un video clip elogiando a Mussolini, le cierran puertas o por lo menos le provocan desconfianza entre los moderados. Se le califica de taimada y de “doble juego”. Es amiga de Orbán, el premier húngaro, este amigo de Putin y, para colmo, la italiana sostiene la tesis del “gran reemplazo”, que considera a los inmigrantes peligrosos porque a la larga reemplazará a los autóctonos.
Los grupos conservador, liberal y socialista que apoyan a Von der Leyen han montado en cólera ante la posibilidad de que pacte con Meloni, pero dicen los expertos que será miope descartar una colaboración y la alemana corteja ya a la italiana y juntas han trabajado en temas como la inmigración ilegal, viajaron a Túnez y acordaron con su autócrata presidente hacer de ese país el de reclusión de inmigrantes norafricanos que buscan asilo en Europa. Una suerte de “tercer país seguro”.
El acuerdo al que podrían llegar las dos damas tiene una ventaja adicional, consistente en atraer a los más moderados de la derecha populista, desplazándolos de los extremistas. Con lo que se debilita este populismo advenedizo.
Y ahora aparece Marine Le Pen, la tercera mujer, como parte, ¿víctima? de maniobras que podrían calificarse de “diplomacia florentina”. Como se sabe, el partido de Le Pen, Agrupación Nacional, previsiblemente la llevará en 2027 a la presidencia de Francia y también obtenga buenos resultados en las elecciones europeas.
Como saben los conocedores de política francesa, Le Pen, de la dinastía de feroz derecha radical, que inició Jean–Marie, su padre, ha estado varias veces a las puertas del Elíseo, pero su extremismo se lo ha impedido. De suerte que ella, de unos años para acá ha tratado de presentar una imagen de moderación.
Pero los analistas descreen de su cacareada moderación y la siguen calificando de incendiaria, xenófoba de larga data y aduladora de Rusia –ha recibido de Putin generosas donaciones de dinero.
Su proyecto en la Unión Europea es crear un grupo enorme de derecha y para tal efecto está muy interesada en una alianza con Meloni. Además de que aborrece a Von der Leyen, a la que califica de incompetente –lo que es absolutamente falso– y “tóxica”.
No es previsible que Meloni llegue a aliarse con una política tan desprestigiada como Le Pen, porque la italiana, ambiciosa y taimada –según dicen– tendría más beneficios con la alemana y también esta los tendría.
Por otra parte, el debilitamiento político de Le Pen la debilita en Francia, contra sus aspiraciones presidenciales.