El Partido de la Revolución Democrática, el que fundaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez de Navarrete, entre otros líderes de izquierda, se va al basurero de la historia. No alcanzó el 3 por ciento de la votación nacional que se requería para que subsistiera. El tsunami del 2 de junio que inundó al mundo político mexicano, arrastró con lo poco que quedaba de él.
En el basurero de la historia al que tirarán los restos del PRD, también se hallan otros cadáveres: el del Partido Popular Socialista, fundado por Vicente Lombardo Toledano; el Comunista, el Auténtico de la Revolución Mexicana, el Sinarquistas, la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, que en 1952 sostuvo la candidatura Miguel Enríquez Guzmán, Encuentro Social y otros.
Hay otras franquicias que también están a punto de desaparecer: la del Partido Acción Nacional (PAN), cuya fundación promovió don Manuel Gómez Morín; y la del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que, con diferente denominación, fundó el primer jefe de la Revolución Mexicana Plutarco Elías Calles. Dejaron de ser opción para el electorado.
Marko Antonio Cortés y el tal Alito Moreno, presidentes de esas instituciones políticas, se quedaron en las oficinas de sus partidos para apagar la luz, cerrar las puertas y salir huyendo. Llegado el momento, para no tener que rendir cuentas de su fracaso y del manejo de los fondos públicos que recibieron, brincarán a otras franquicias políticas vigentes. No afirmo que prescindirán de sus ideologías, pues nunca se identificaron con las que aún sostienen sus respectivas organizaciones.
En los últimos años esas franquicias políticas se habían convertido en lugar de estancia temporal para inmigrantes políticos y para algunos espaldas mojadas o ilegales como lo son Tatiana Clouthier, Javier Corral, Alejandro Murat y otros.
Algunos, a quienes se consideraba sinceros panistas o priistas, se pasaron a Morena; lo hicieron en el momento oportuno, cuando su cambio de chaqueta contaba políticamente. Algunos de ellos eran considerados ideólogos del pensamiento conservador o revolucionario. Gracias a haber renunciado a sus “principios”, han sobrevivido; alcanzaron o alcanzarán algo en que ocuparse y, por ello, de no tener que preocuparse.
Cuauhtémoc Cárdenas, junto con su familia, con la debida oportunidad, se adhirieron a la candidatura de Claudia Sheinbaum. Seguro que algunos miembros de su familia alcanzarán gracia ante los ojos de ella. Doña Ifigenia Martínez fue honrada con el voto de la candidata a la presidencia de la República de Morena; ese hecho hace suponer que seguirá en la nómina oficial.
Si bien Morena, en forma permanente, tiene puesto en la entrada de su sede un letrero que dice: Se recibe cascajo, no creo que, pasado el proceso electoral, sus líderes estén anuentes a dar la bienvenida al tal Alito, al tal Marko o a otros de similar calaña. Son unos apestados políticos. Teniendo la posibilidad de haber brincado a Morena antes de las elecciones, como lo hizo Javier Corral, no lo hicieron. Alito, tal vez, tiene miedo de enfrentar la posibilidad de que, en la ceremonia en que rendirá protesta la presidenta electa, lo sienten junto a Layda Sansores.
Esos dirigentes políticos, no abandonaron a tiempo sus partidos; no tenían por que hacerlo. Habiendo apartado los primeros lugares en las listas de legisladores, no les fue mal. Seguirán pegados a las ubres del presupuesto público.
Esperemos que los dirigentes del PRD, en especial los Chuchos, estén en posibilidad de rendir cuentas claras y precisas del manejo que hicieron de los fondos y recursos públicos que recibieron. Eso es lo que pudiera preocuparles y, para nada, lo que pudieran decir sus escasos y abnegados agremiados.
Los Chuchos, al igual que Alito y Marko, ya tienen su futuro asegurado a mediano plazo.
Morena ha pasado a ser la causa habiente de todos los movimientos de izquierda y de derecha que hubo en México. Aludo al material humano, no a los principios ideológicos que los distinguieron y que llevaron a muchos luchadores sociales a la cárcel o a la muerte.
Los ideales y principios democráticos que motivaron la fundación del PAN pasaron a mejor vida. El pensamiento de derecha: la libre empresa, la enseñanza religiosa, relaciones del Estado con la iglesia católica, incluyendo el clericalismo, que distinguieron a los panistas, tendrán muy pocos sostenedores y defensores.
Los priistas, desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, se olvidaron de sus ideales nacionalistas, tercermundistas, reparto de tierras, derechos de los trabajadores y su educación laica. Prescindieron de su anticlericalismo y de su educación socialistas durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho.
Morena se ha convertido en una tamalería ideológica y de miembros en la que hay de todo: de chile, manteca, dulce, chiapanecos, de ciruela y mole. No los une una ideología común, pero sí un interés colectivo general: no estar fuera del presupuesto. Los ex priistas, en su nuevo partido, se hallan como en casa: las mismas mañas, los mismos enjuagues e idénticas trampas. La defensa de la existencia de las grandes empresas públicas sigue siendo su prioridad. Hay razones de peso para ello: siguen viendo en ella la caja chica del gobierno en turno.
Los ex panistas, que durante mucho tiempo fueron partidarios de la libre empresa y de reducir la intervención del Estado en la vida económica, tardarán un poco en adaptarse a su nueva ideología. A todo se acostumbra uno, menos a no comer. Ellos, haciendo de tripas corazón, al principio le harán el fuchi a su nueva dieta, pero ya se acostumbrarán y llegado el momento, hasta defenderán los postulados de Morena a los que tanto atacaron.
Bonito se va a ver Javier Corral como director del Instituto para devolver al pueblo lo robado o como secretario de Educación Pública, defendiendo la enseñanza socialista en las universidades del bienestar.
El PRD pasará a mejor vida sin pena ni gloria. No habrá quien le llore. El Poder Judicial, en general, con los gobiernos morenistas pudiera pasar a la historia como un recuerdo de tiempos en que se impartía justicia por jueces independientes y conocedores.
No me importa la desaparición del PRD, pero sí cualquier cambio que termine afectando la calidad de la justicia y la imparcialidad de quienes la imparten. Esto sí es delicado.

