Los Universitarios hablan es un espacio abierto a la comunidad estudiantil, la que cursa la licenciatura en las instituciones de educación superior; inicialmente las que funcionan en la Ciudad de México. Pretende ser un espacio en el que los universitarios opinen libre y responsablemente sobre temas de actualidad.

En esta entrega participan estudiantes de las universidad Iberoamericana, Panamericana y Autónoma Metropolitana. Dan su visión respecto de un tema específico y actual: escenarios post electorales 2024.

Elisur Arteaga Nava

 

El día después de mañana

Por Michelle Nava Ruiz, UAM

 

No, en estas líneas el tema toral no es la película que probablemente se le viene a la mente, pero el título me permitirá abrirle camino a lo que se tratará en las próximas líneas.

Pensar en el mañana desde una óptica psicológica no es recomendable, sin embargo, desde un ángulo jurídico-político, ¿qué pasa si el futuro del cual pende su país depende de lo que usted hizo o dejó de hacer?

El 2 de junio más de 90 millones de mexicanos fueron convocados para ejercer su derecho al voto. Las expectativas pululan en las calles, los candidatos contendientes se autoproclaman ganadores y hasta ahora nada es seguro salvo dos cosas. Toda acción tiene una consecuencia, y lo que cada uno de nosotros haya depositado en las urnas marcará un hito. Así, para bien o para mal, si este barco se hunde, nos hundimos todos.

Por ende, no podemos ser indiferentes ante lo que se venga a partir de este 3 de junio en adelante. Votar implicaba prever. Era buscar a esa persona que convertirá a nuestro México en un país de leyes, que fortalecerá a nuestras instituciones y respetará la división de poderes, que combatirá al narcotráfico que nos consume y dignificará la vida de sus ciudadanos sin que tengan temor a ser robados o asesinados todos los días, que nos asegurará un sistema de salud equipado con los mejores instrumentos sin desabasto de medicamentos, que sus hijos contarán con escuelas de la más alta calidad y sus libros de texto serán redactados por expertos, que será un Estado preocupado por el medio ambiente, y en general, que velará por el bien común y no por fines personales.

Hace 6 años la democracia eligió a López con la esperanza de un cambio. Y lo que obtuvo fue a un presidente que siempre estuvo en campaña, adoctrinando a través de mañaneras y de dádivas. En el fondo, lo que buscó fue instaurar a una dictadura de mayorías. Y lo logró.

Nuestro mañana fue el día que votamos, pero también el día después de haberlo hecho: sabremos a favor de quien está la balanza y si los mexicanos somos obtusos, indolentes o cómplices de nuestro propio destino. Bajo esa tesitura, lo que no nos está permitido es lamentarnos al no ver los resultados esperados por no haber ojeado nuestro pasado, actuar diligentemente en el presente ni prepararnos para el futuro.

 

Falacia del México pluripartidista

Por Santiago de Hoyos, UP

 

Esta semana han concluido en México tiempos electorales y sus resultados han dado mucho de qué hablar. Como parte de esta jornada electoral fueron electos diversos presidentes municipales, gobernadores, diputados, senadores, pero, por encima de todo esto, un Presidente de la República. Contrario a lo que muchos pensaban, la victoria fue clara. La coalición “Juntos Haremos Historia”, integrada por MORENA, PT y PV se impuso de manera contundente frente a la coalición “Fuerza y Corazón por México” compuesta por el PAN, PRI y PRD.

Mucho se ha escrito y hablado sobre Morena y sus aliados ocupando la mayoría calificada dentro del Congreso de la Unión, pero, realmente, ¿qué quiere decir esto?

Los conceptos de mayoría absoluta y calificada, aunque no de forma única, son frecuentemente asociados a la materia legislativa, en el caso de México, a los órganos especializados; Cámara de Diputados y Cámara de Senadores. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), demanda a las Cámaras diferentes tipos de mayoría para poder aprobar proyectos legislativos. El tipo de mayoría se determina para cada proyecto atendiendo al fondo de este, de tal forma que el requisito de mayoría calificada está reservado por la misma CPEUM para aquellos proyectos que buscan cambios estructurales. Ambas mayorías encuentran una diferencia importante también en el quorum en tanto que la mayoría absoluta, la “común”, exige la mitad más uno de los legisladores. Por su parte, la mayoría calificada, la “especial”, por su propia naturaleza, exige un porcentaje especial mayor que por lo general suele ser de tres cuartas partes de los legisladores.

La CPEUM prescribe en su artículo 122 que, bajo ninguna circunstancia puede un partido político ocupar por sí mismo una mayoría calificada dentro de una de las Cámaras, lo anterior con la finalidad de que los cambios estructurales en el país se hagan después de existir un dialogo seguido de un acuerdo entre los partidos mayoritarios y minoritarios. No obstante lo anterior, el constituyente no pensó y mucho menos previó la existencia de coaliciones electorales, de tal suerte que aquello que buscó prohibir en su momento es hoy en día una realidad. Algo como un fraude a la ley, un fin ilícito cometido mediante la utilización de medios lícitos.

Aunque el escenario no es el óptimo y es tarde para iniciar procesos de cambio por la vía legal que tengan lugar en el corto plazo, la ciudadanía debe estar atenta y exigir al gobierno la preservación del diálogo entre partidos, la preservación de un pilar del estado de derecho.

X: @sdehoyosguzman

 

Vox populi en México y su vicio de raíz

Por Javier Antonio Martínez Quintanilla, IBERO

 

Carencia absoluta de propuestas sustantivas, triviales juegos de poder, y, como ya es costumbre, pan y circo: así fue la contienda electoral de 2024 en México. Y nuestro ensimismamiento en la farándula pseudo-política nos ha hecho apartar la mirada, una vez más, de la verdadera y más urgente tragedia de la democracia mexicana: la violencia generalizada.

Incesantes amenazas, ataques y homicidios se han suscitado antes y durante el ejercicio en urnas. Al menos treinta han sido las personas candidatas —o aspirantes a candidaturas— que, hasta el momento, han sido asesinadas desde octubre de 2023 hasta mayo del 2024.

Numerosas casillas de votación, durante la jornada electoral, fueron clausuradas por amenazas del crimen, vandalismos y agresiones —i.e. robos e incendios—.  Los funcionarios de casillas, por su parte, acudieron a las casillas bajo su propio riesgo, o bien, justamente, dejaron de hacerlo por su seguridad y la de sus familias.

Más que nunca, el proceso para hacer valer la voz del pueblo fue viciado por la violencia generalizada, las amenazas incesantes y la justificada ausencia de aquellos funcionarios que procuraron su propia seguridad. La Vox populi en México —contrario a la de un sistema democrático progresivo— fue, de nuevo, viciada por completo por la violencia.

Con todo, ¿pretenderemos decir que lo del 2° de junio fue un auténtico ejercicio democrático? ¿Lo sostendremos a pesar de que numerosas casillas fueron clausuradas por amenazas directas del crimen organizado? ¿Actuaremos como si la supuesta fiesta democrática de este domingo mereciera apenas un aplauso? ¿Fingiremos y afirmaremos que la voz del pueblo fue legítimamente representada a través de un procedimiento que estuvo viciado de raíz?

Claro está que la violencia en un proceso electoral no es algo inédito en México. Pero que no sea nuevo no lo hace justificable. Con sangre, no hay democracia. Porque la violencia hace imposible la libertad y, sin ésta, no hay voto que valga.

Inconcebible es, en un auténtico ejercicio democrático, acostumbrarse a votar en condiciones como estas. Más allá del resultado de las votaciones, la aspiración de nuestra cultura democrática debe ser priorizar y asegurar el voto libre, seguro y pacífico. Dejemos ya de pretender que existe un presupuesto más básico y valioso para el derecho al sufragio que la propia vida, la seguridad y la libertad.

 

La Vox populi no puede, legítimamente, coexistir con la violencia.

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