A mis amigos de la prepa, de más de medio siglo
Cuando muy joven escuché a mi abuela el sabroso dicho “con los pendejos ni a misa, porque se pega”, me propuse que en mis años por venir procuraría mentes brillantes. Encontré estudiosos notables, aunque pedantes, sarcásticos, indispuestos a compartir su sabiduría y menos aún su amistad. En cambio, ha habido otros ávidos de transmitir cuanto saben, con una deliciosa narrativa, sencilla, ordenada. Bastaba interesarse en ellos para que abrieran generosos las alas de una inteligencia bien formada, acogiendo al interesado en un cáliz protector, casi uterino, en donde maduraba el intelecto, hasta el límite de las capacidades de cada uno.
Será por lo anterior que he tenido pocos amigos y, con el tiempo y por mi inclinación por inteligencias maduras y reposadas, con la edad (la mía), los que fueron mi oráculo de frecuente consulta, han ido muriendo uno a uno, hasta quedar ninguno. Me queda, no obstante, la enorme satisfacción de que mis coetáneos, sabios y bien informados, nos reunimos, platicamos, nos sorprendemos mutuamente con nuevos y antiguos saberes. Yo aporto lo que modestamente puedo.
Ni duda cabe: no hay nada más valioso que un amigo, de la edad que sea, rebosante de curiosidad intelectual y capaz de admirarse con nuevas e ingeniosas ideas, como un niño arrebatado de alegría con los fuegos de artificio. Ser niño es una obligación de la madurez.
Todo este circunloquio viene a cuento porque, recientemente, disfruté de un encuentro con un amigo que cumple cabalmente con el arquetipo de persona que siempre he querido tener cerca. No tuvo desperdicio cada minuto compartido. Por nuestra formación, nos enfocamos a analizar las consecuencias de iniciar una reforma al Poder Judicial, en donde Ministros, Magistrados y Jueces son elegidos por el voto popular. Ya otros estudiosos y opinadores han disertado sobre la calidad que tendría la impartición de justicia bajo este método de selección. Debo acotar el hecho de que mi amigo y yo habíamos sido Magistrados en el Tribunal Superior de Justicia de la CDMX y decidimos no abordar el tema por esa óptica, sino abarcando el sistema judicial en su conjunto, es decir, los órganos procuradores de justicia (fiscalías, ministerios públicos), en la esfera del Poder Ejecutivo; y, por el otro, los impartidores de justicia, agrupados en el Poder Judicial.
También decidimos que, si una reforma al Sistema Judicial se iba a decidir por medio de una encuesta, habría de reformular las preguntas e, incluso -basados en los datos disponibles-, anticipar las respuestas, atendiendo a la lógica del ciudadano común. Y así lo hicimos.
Primera pregunta: ¿En qué casos te has visto en la necesidad de acudir a una autoridad judicial para pedir la protección o ejercicio de un derecho que crees legítimamente te corresponde? Respuesta: “Cuando me robaron mi coche; cuando me asaltaron en el transporte público; cuando dañaron o invadieron mi propiedad; por violencia familiar; por abuso sexual”.
Segunda pregunta: ¿A qué autoridad acudiste? Respuesta: “Al policía de a pie; a la patrulla; al Ministerio Público; a nadie”.
Tercera pregunta: ¿Cuál fue tu experiencia ante la autoridad? Respuesta: “Sentí temor; la espera fue excesiva; me pidieron dinero en cada etapa; me convirtieron de víctima a victimario; me chantajearon los policías y los ministeriales; nunca hubo peritajes ni resguardo de evidencias; no consignaron mi caso ante un juez, no obtuve lo que esperaba”.
Cuarta pregunta: ¿En algún momento pensaste o acudiste ante un juez o tribunal? Respuesta: “Tendría que contratar un abogado; es una vía onerosa, tardada y de resultados inciertos; sólo que me fuera absolutamente necesario, ya sea por el daño sufrido o por el monto de los recursos involucrados; lo pensaría dos veces; lo resolvería por mi propia mano”
Quinta pregunta. Ante los hechos adversos que has tenido en tu experiencia personal ¿en dónde has percibido mayor corrupción de la autoridad? Respuesta: “En la policía de mi colonia; en los patrulleros; en el Ministerio Público; con los Ministeriales; los peritos; los notificadores; las secretarias y personal administrativo”.
Así podríamos continuar ad infinitum con esta secuela de preguntas, como también podríamos anticipar respuestas -hipotéticas, claro, aunque lógicas- ante un panorama delictivo basado en información conocida. Veamos.
De los más de 30 millones de delitos estimados que ocurren en México cada año (INEGI. ENVIPE-2023) la autoridad conoce cerca de dos millones, y solo 200 mil son ingresados como causas penales en los tribunales impartidores de justicia. Y, ya sea por impericia o corrupción, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Judicial del fuero federal penal, el 82.3 por ciento de las detenciones fue determinada como ilegal. Estas escalofriantes cifras nos llevan forzosamente al tema de la impunidad.
En 2023 (según el Sistema Nacional de Seguridad Pública) los delitos más comunes reportados en cifras redondeadas fueron: robo (536 mil); violencia familiar (266 mil); lesiones (208 mil); daño a la propiedad (139 mil); amenazas (131 mil); fraude (106 mil); narcomenudeo (83 mil); homicidio (38 mil); abuso sexual (34 mil); abuso de confianza (29 mil), y le siguen en alta incidencia, despojo, incumplimiento de obligaciones de asistencia familiar y violación simple. Estos delitos alcanzan casi 1 millón 600 mil casos ¿Y la impunidad?
De los casos conocidos por el Ministerio Público en 2022 (México Evalúa. Hallazgos 2022) la impunidad a nivel nacional alcanzó una media de 96.3 por ciento (aumentó a 98.4 por ciento en 2023), aunque en algunos delitos -como el homicidio doloso, extorsión y violencia familiar, de 8 a 13 estados se ubican prácticamente entre el 99 y 100 por ciento. Ciertamente -y según este mismo informe-, la percepción de corrupción es alta entre los juzgadores (65.4 por ciento), pero la FGR, la Policía Ministerial, Judicial o de Investigación, la preventiva Municipal y la Policía de Tránsito, van de 54.8 por ciento, la primera, hasta el 73.9 por ciento la última, todos ubicados en el Poder Ejecutivo.
La última pregunta que nos hicimos mi amigo y yo fue: “descontando que es necesaria una reforma judicial, ¿por dónde empezarías? ¿Por el poder Ejecutivo -fiscalías, ministerio público- o por el Judicial? “Caray -diría el ciudadano-; si yo contara con un policía de barrio capacitado y confiable, si la patrulla vigilara mi calle y acudiera en mi auxilio cuando lo necesitara, si ingresara a un Ministerio Público sin miedo y confiable; si éste dictara medidas cautelares, de aprehensión o conciliación en forma pronta y expedita, si yo optara por elegir Policías y Ministerios Públicos del Poder Ejecutivo, o jueces dentro del Poder Judicial, pues yo empezaría por…”
El lector tendrá la mejor respuesta
Mi amigo y yo nos despedimos con un sentimiento de ensoñación: de lo que puede ser y no es; un sentimiento encontrado de desazón y esperanza, y también con un sentimiento alegre de poder especular sin más limitación que el respeto mutuo y el buen juicio. Confirmar, en suma, lo que alguna vez Paul Valéry dijera: “La amistad es una pasión serena”.