La paradoja actual es que la información ahora es abundante, con múltiples canales para recibirla, incluso de manera personal gracias a los dispositivos móviles, pero la desinformación está más presente que nunca.

En un reportaje publicado en el portal web The Conversation, se entrevistó a varios especialistas en materia de comunicación y docencia, quienes coinciden en que es necesaria una educación que permita a los ciudadanos discriminar los contenidos falsos o basura –que sólo buscan visitas a sus sitios de Internet– y la información que representa la realidad que se presenta cotidianamente.

De acuerdo a una de las entrevistadas, Concha Pérez Curiel, profesora de Periodismo y Comunicación Institucional y Política de la Universidad de Sevilla, “el impacto de la desinformación sigue siendo un tema preocupante en cualquier ámbito de la sociedad. Los ciudadanos desconfían de la política y de los medios de comunicación, buscan información en las redes sociales y carecen de recursos para comprobar si se trata de noticias falsas o bulos. Todo se complica con el mal uso que proporcionan las herramientas de la inteligencia artificial, Chat GPT y otras”.

Para Paula Herrero Diz, profesora del Departamento de Comunicación y Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Loyola Andalucía, “unas veces somos víctimas de la desinformación conscientemente, porque nos gusta acomodar la información a nuestra ideología y a nuestros gustos, y otras porque caemos en ella por las prisas o por la falta de exigencia a quien respalda la información que consumimos”.

Así que debemos empezar a aprender a diferenciar la información falsa que circula y que realmente refleja lo que sucede en nuestro entorno.