Elecciones recientes, celebrándose o que tendrán lugar este mismo año, todas de importancia mundial, producen fundados temores -diríase que terror.
Chucky Trump, el muñeco diabólico
La más lejana, en el tiempo, de estas elecciones es la de presidente de Estados Unidos, que tendrá lugar el 5 de noviembre, y nos ha dejado a través del debate del 27 de junio entre el presidente demócrata Joe Biden y el expresidente republicano Donald Trump, que aspira reelegirse, la imagen de un mandatario senil: trastabillando física y mentalmente, confuso, con frases inacabadas -Trump mismo, al comentar una de las frases del mandatario afirmó, brutal: “no sé qué dijo, pero estoy seguro de que él tampoco lo sabe”. Y no es que el republicano destaque por la claridad de sus comentarios, pero la agresividad y contundencia de sus dichos, su agresivo, seguro lenguaje corporal, contrastaban con la fragilidad física y titubeante mostrada por su adversario.
Trump, para regocijo orgásmico de muchos de sus partidarios, se refirió en todos los temas del debate, viniera o no al caso, a los migrantes que “invaden al país… están envenenando nuestra sangre… asesinando y violando a nuestras mujeres… infinidad de ellos son terroristas, otros sacados de manicomios… y los que llegan a Nueva York viven en hoteles de lujo”. En fin, una letanía de improperios, y la frontera sur -México- como puerta de entrada de estos invasores.
Lo grave de la situación es que la fragilidad personal de Biden es fragilidad política que puede abrir las puertas de la presidencia a Trump, a quien, a pesar de los innumerables cargos penales que enfrenta, le ha sido otorgado por la Corte Suprema de Justicia, que cuenta con ministros que le deben el puesto, el derecho a “inmunidad absoluta contra el procesamiento penal” por aquellas acciones de carácter oficial que llevó a cabo durante su mandato. Bien dice la juez Sonia Sotomayor, una de las tres progresistas del tribunl, que el veredicto hace del presidente “un rey por encima de la ley”.
El retorno de Trump a la Casa Blanca es un peligro grave para la democracia americana: racista y demagogo, MAGA (Make America Great Again), su divisa que, por cierto, no es original pues ya Reagan y Clinton la usaron con variaciones, ha polarizado al país. “Sus partidarios, informa el New York Times, han descrito públicamente una agenda para 2025 que le daría poder para llevar a cabo sus promesas y amenazas más extremas”. El personaje no vacilaría, incluso a convocar de nuevo a un golpe de Estado -y hasta un golpe militar, se ha dicho. Grave peligro, además, es Trump para Europa y Occidente, agavillado con Putin, quien con Elon Musk y Víktor Orbán se solidarizó con él cuando fue condenado por múltiples delitos. Y como comentaré en este artículo las elecciones francesas, me parece pertinente mencionar que Marine Le Pen, la papisa de la extrema derecha, en su visita al Kremlin en 2017, dijo: “Las políticas que represento son las políticas de Putin y de Trump”.
Ante este peligro inminente, se han elevado voces entre personalidades del partido demócrata, analistas e incluso estadounidenses “de a pie” invitando a Biden a renunciar a la candidatura, quien hasta ahora no está dispuesto a ello, mostrándose en cambio, públicamente, como el político lúcido, bromista, a menudo acompañado por su esposa, que también se muestra ostensiblemente juvenil.
El New York Times, por su parte, publicó la extensa nota de un prestigiado grupo de periodistas de opinión, el Comité Editorial, que dice: “Biden ha sido un presidente admirable. Bajo su liderazgo, la nación ha prosperado y ha empezado a abordar una serie de desafíos a largo plazo, y las heridas abiertas por Trump han empezado a sanar. Pero el mayor servicio público que Biden puede brindar ahora es anunciar que no seguirá en la contienda en busca de la reelección”.
Al mismo tiempo, se barajan nombres de posibles reemplazos del presidente candidato, entre ellos los de Michelle Obama, Kamala Harris, que me habría gustado, pero su gestión como vicepresidenta la debilitó políticamente y Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, de la que destacados analistas políticos dicen que “tiene un perfil personal y político interesante, ya que, además de que Michigan es crucial para los demócratas, ella ganó sus dos elecciones con márgenes del 10 por ciento, tiene índices de aprobación entre el 54 y 61 por ciento y cuenta con más experiencia y un perfil nacional más prominente que muchos otros gobernadores demócratas en ascenso”.
La información y comentarios de última hora, antes de entregar mi artículo el 3 de julio, aluden a una desesperada campaña de Biden para lograr que “pesos pesados” demócratas apoyen su permanencia como candidato, señalando, además, que sustituirlo a estas alturas “sería un suicidio político”.
La Unión Europea y la amenaza de la ultra derecha
Otro tema clave de estas elecciones, que me atrevo a calificar de terroríficas para el mundo, son las celebradas por los Estados miembros de la Unión Europea y que se traducen en el fortalecimiento o debilidad de las “familias políticas” europeas que elegirán, este 18 de julio a la presidenta de la Comisión Europea, en realidad la reelección de la alemana Ursula Von der Leyen, al ex primer ministro portugués Antonio Costa, como presidente del Consejo Europeo, la primera ministra Kaja Kalas de Estonia como alta representante -ministra de Relaciones Exteriores- de la Unión Europea y, finalmente la reelección de la maltesa Roberta Metsola como presidenta del Parlamento Europeo.
Las elecciones, en principio, no deberían tener problema para estos candidatos, ya que los grupos que los apoyan tendrían suficientes escaños de los 720 del Euro-parlamento: el PPE (democracia cristiana) 188, la S&D (socialdemocracia) 136 y Renew Europe (liberales) 75, y también, quizá, los Verdes/ALE (ecologistas) 54.
La ultraderecha, aunque es una amenaza para la Unión Europea -ya que es eurófoba- no avanzó significativamente en estos comicios: ID (Identidad y Democracia, a la que pertenece Marine Le Pen, el italiano Matteo Salvini y la AfD alemana) obtuvo 58 escaños, en tanto que ECR (Conservadores y Reformistas, con Giorgia Meloni y Vox) alcanzó 83 curules. Esta es, en breve, la situación, esperanzadora a pesar del “desembarco” de la ultraderecha -de la que destaco al partido de Le Pen- en el Parlamento Europeo.
La audacia suicida de Macron en Francia
El presidente francés, ante el crecimiento exponencial de la ultraderecha en las preferencias políticas de los franceses y, en consecuencia, el riesgo de que Reagrupamiento Nacional (RN) el partido de Marine Le Pen, de añeja tradición fascista, obtuviera en las elecciones de otoño la mayoría absoluta, decidió disolver la Asamblea Nacional -la Cámara de Diputados- y adelantar las elecciones, cuya primera vuelta tuvo lugar el 30 de junio, ¡con el triunfo del mencionado partido! 33.15 por ciento de los votos, contra 27.99 por ciento obtenidos por el Nuevo Frente Popular una coalición de izquierda. Ante ello Juntos (Ensamble), el partido del presidente fue desplazado al tercer sitio, con el 20.04 por ciento del favor electoral.
Un rotundo fracaso para el mandatario, “el solitario Macron, que no ha convencido a los electores que está con ellos y ellos, por el contrario, lo sienten arrogante, que los ve desde lo alto y expresan su cólera apoyando a un partido antinmigrantes”, dice el periodista Brice Couturier, de Le Point, desglosando comentarios de destacados medios de prensa internacional: The Economist, The New York Times, El País, Il Foglio, Die Welt y Svenska Dagbladet (Suecia).
Pero no todo está perdido, porque políticos, analistas, intelectuales y, nuevamente, los franceses “de a pie” se esfuerzan febrilmente para impedir el triunfo de Le Pen y la extrema derecha, pactando, primero, que en la segunda vuelta de este 7 de julio, los moderados de derechas, los centristas, los socialdemócratas, los ecologistas y la izquierda radical se pongan de acuerdo para apoyar en cada distrito al candidato con más posibilidades de batir a los de Le Pen.
Este llamado frente republicano sería el cordón sanitario, contra la epidemia ultra y podría, inclusive, conformar una gran coalición, a la alemana, de gobierno que iría desde la izquierda hasta la derecha moderada.