Controlar la precisión. Ser yo mismo un instrumento de precisión“.

Robert Bresson (Notas sobre el cinematógrafo, Ediciones Era, 1979).

 

El caballo de hierro (The Iron Horse, Estados Unidos, 1924) de John Ford (1895-1973), con George O´Brien, Madge Bellamy, Cyril Chadwick, Fred Kohler, Gladys Hulette, J. Farrel MacDonald.

Vale la pena trascribir mi impresión al verla por primera vez, ahora que se cumple, éste año, 100 años de su realización:

“Teniendo como puntos anécdoticos de partida, intermedios y final, la exaltación respetuosa, exenta de demagogía patriotera, de Abraham Lincoln (interpretado por Charles E. Bull, en varias secuencias memorables), quien por su pensamiento e ideología, ha sido la más gran personalidad de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica, la obra maestra-western silente de John Ford, sigue conservando su frescura estética formal y su indiscutible contenido social, en la que la épica y la epopeya líricas, salpicadas de humor y la necesaria historia de amor, le dan a la conquista moderna del oeste, desde dos flancos, por las compañías ferroviarias capitalistas, una dimensión narrativa que pareciere, mientras más pasa el tiempo, real, tal y como verdaderamente sucedió.”

Los historiadores del cine, al escribir sobre las películas claves de la hisoria del cine, como Claude Beylie, mencionan dos películas de John Ford de pasadita: El caballo de hierro, y El gran combate (Cheyenne Autumn, Estados Unidos, 1964) y la obra maestras La diligencia (Stagecoach, Estados Unidos, 1939), con Claire Trevor, John Wayne, Andy Devine, John Carradine Trevor. Claude Beylie consigna que desde El caballo de hierro hasta El gran combate, John Ford ha pagado un tributo regio al western.

Como si se refiriera a El caballo de Hierro, Claude Beylie escribe, a proposito de La diligencia: “… el gran renovador del western, su Corneille y su Hugo a la vez, fue John Ford. Él introdujo allí un calor, un humor, una generosidad que hacen de éste un género mayor. Sin adornos ni tiempos muertos: nada más que la acción desnuda, que respeta la regla de las tres unidades, una dramaturgia sin notas en falso, una escenografía y una tipología cercana a la abstracción. Ford mismo será consciente de los límites dados a su dominio predilecto.

También menciona la obra maestra, no western, de John Ford, Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, Estados Unidos, 1940), con Henry Fonda, Jane Darwell, de la que dice que “pocos filmes tienen una resonancia social y humanitaria como éste. No obstante, está contruido como una simple aventura. La de los miserables de nuestro tiempo.”

Pero volvamos a El caballo de hierro. Nuestro constantemente siempre citado Jean Mitry señaló en su imprecindible libro John Ford: “Aún más que El caballo de hierro, cuya acción se desarrolla en medio de un paisaje grandioso pero cerrado, Tres hombres malos (3 Bad Men, Estados Unidos, 1926) recurda las mejores películas de Thomas Ince (memorable realizador del cine silente). Ford encuentra su clima poético en un marco que responde más a las coordenadas del “western”. El caballo de hierro relata un hecho situado en el Far-West. Aquél hubiera podido desarrollarse en otro lugares, con tal de suponer la construcción de un ferrocarril y la rebelión de los autóctonos. En éste, el Far-West no sólo justifica la historia que se nos cuenta, le da su movimiento, su color, su escenario, sino tambien las modalidades psicológicas. El comportamiento de los personajes, los personajes mismos, son inimaginables bajo otro cielo. No existen más que en función de un medio y una época, se armonizan tanto con su clima y su geografía como con las costumbres del momento. Un esquema dramático semejante, transpuesto no importa dónde, nos mostraría más que el desarrollo artificial de una acción teórica construida alrededor de personajes imaginarios. Por bien conducido que estuviera el film, el resultado no dejaría de ser más o menos negativo. Una vez más se encontaría dsprovisto de todo carácter de autenticidad, como fue el caso de El águila azul (Estados Unidos, 1926).”

No he tenido el placer de ver ni Tres hombres malos, ni El aguila azul, por lo que no puedo avalar o desaprobar la comparación. Pero, si he visto El caballo de hierro de la que ya di mi impresión al inicio. El caso es que Jean Mitry comenta: “En razón de su unidad de lugar y de acción, El caballo de hierro está quizá mejor construido, es más denso. Las imágenes, organizadas en el espacio dramático preciso, son más rebuscadadas. Pero al “espacio dramático” John Ford opone aquí el espacio en general. En lugar de un cuadro estático, el film crea su universo y lo transforma, en lugar de estar sometido a él inmutablemente; el primero es más arquitectónico; el segundo, más poético en su marcha imprevisible. Al drama cerrado, replegado sobre sí mismo, opone un relato perpetuamente abierto sobre el devenir…”

Vayan ustedes a saber. El caballo de hierro tiene como marco la epopeya-épica. He ahí su construcción de lugar y de acción: Los grandes epacios del lejando oeste por dominar, con las vías férreas y las maquinas de vapor. Las matanzas de los naturales y los conflictos entre los colonizadores. El rebuscamiento se encuentra en la dramatización de las relaciones personales. Cierto, hay espacios generales, pero también hay espacios íntimos. Hay gana de expresar deseos poéticamente,, en fin de romantizar la historia y explicarla en función de la expasión hacia el horizonte casi infinito que tiene como límite el mar y eso ya es otra historia: la conquista del mar, del océano pacífico, del oriente, historias bélicas, documentales bélicos, dónde John Ford también mostró su grandeza creadora. Seguiremos investigando.