El domingo 15 de septiembre, antes del mediodía, el ex presidente Donald John Trump (78 años), candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos de América (EUA) —el turbulento magnate neoyorquino que trata de regresar, por lo menos, otros cuatro años a la Casa Blanca, en Washington, Distrito de Columbia (DC)—, de acuerdo con sus aficiones de persona pudiente, jugaba, en compañía de varios miembros de su staff de campaña y algunos selectos amigos, una partida de golf en su Club de West Palm Beach, Florida, anexo a su famosa residencia Mar-a-Lago.
Hoyo tras hoyo, los golfistas disfrutaban del encuentro entre bebidas y entremeses. De pronto, sucedió algo que ya no es extraño en la campaña del magnate. Un agente del Servicio Secreto adscrito al abanderado republicano, advirtió a una persona escondida a 500 metros entre los arbustos que rodean las cercanías del club con un rifle, tipo AK, con la mirilla apoyada en la malla de una cerca. El agente abrió fuego y el sospechoso se dio a la fuga a bordo de un vehículo y poco después fue aprehendido. La policía no aseguró que hubiera disparado a Trump, porque no tenía en línea de fuego al republicano, ni contestó el disparo del agente. La Federal Bureau of Investigation (FBI) informó que investiga el caso como “lo que parece: un Intento de asesinato”, y se trabaja para determinar el motivo del fracasado magnicidio.
¿Qué tan cierto puede ser que el candidato republicano de EUA, es una “amenaza a la democracia estadounidense” como él asegura que lo señala “la retórica de la izquierda comunista” representada por el jefe de la Casa Blanca, y por la Vicepresidenta Kamala Harris, ahora ya la abanderada de los demócratas para suceder en el poder al octogenario mandatario; es decir, que el discurso de la pareja dirigente de la Unión Americana lo ha convertido “en un blanco preferido por algunos extremistas para asesinarlo”. En pocas palabras, Trump aprovecha el momento para victimizarse como lo hizo en julio pasado.
El magnate, pese al apoyo y cuidado del Ejecutivo por su seguridad, y de toda la administración demócrata, en el atentado anterior y ahora, denunció que Biden y Harris provocan que le disparen “cuando soy yo el que va a salvar el país y son ellos los que están destruyendo a EUA por dentro y por fuera”, según declaró a Fox News Digital. En suma, sin presentar una prueba, aseguró que había sido objeto de ataques motivados por cuestiones políticas y por “la retórica de la izquierda comunista”, como suele atacar a la dupla gobernante de la Unión Americana. De hecho, según la policía del condado de Palm Beach, Florida, el expresidente nunca estuvo en peligro inmediato en el “ataque”.
Asimismo, el sospechoso del posible asesinato de Trump, estuvo fuera del campo de golf —según datos obtenidos de su teléfono celular—, con comida y agua, y un fusil durante casi 12 horas hasta que Trump llegaba al campo de golf, antes de que un agente del Servicio Secreto frustrara el posible ataque y abriera fuego —lo que nunca hizo—, según informes policiacos.
Ryan Wesley Routh, el supuestos tirador, cuenta 58 años de edad. Hombre blanco que vivió en Carolina del Norte la mayor parte de su vida, antes de mudarse a Kaawa, Hawai, en 2018. Viajó a Ucrania al comienzo de la invasión de Rusia e intentó reclutar soldados afganos para combatir junto a los ucranianos. Fue condenado en 2002 por ocultar un arma” y por portar “un rifle de destrucción masiva”. En 2020, respaldó la reelección de Trump en redes, pero en fechas más recientes ha expresado su apoyo a Biden y Harris.
Jeffrey Veltri, agente de la FBI en Miami, informó en conferencia de prensa que el caso está abierto y apunta a que Routh actuó en solitario, pero que ya se revisan pruebas de ADN en el rifle recuperado, así como una cámara fotográfica GoPro, dos mochilas, una con alimentos y otra con artículos de cerámica, en espera de identificar el móvil del frustrado atentado. Añadió que para arrestar al sospechoso hay siete testigos, uno de ellos “valioso” porque le tomó una foto, mientras interrogan a algunas personas relacionadas con el tirador, que está obsesionado con la invasión rusa a Ucrania a tal grado que fue voluntario para reclutar afganos mediante redes sociales, en las que era muy activo. Para abundar en su obsesión, en la que habla en su libro que vende en línea, y hasta dio declaraciones al The New York Times.
El mismo día del fallido atentado, Trump envió un correo electrónico para reunir fondos. Parecía que a lo sucedido no le daba mucha importancia. El magnate subrayó que su determinación para ganar la elección del 5 de noviembre “es más fuerte que nunca” …”MI determinación es aún más fuerte que nunca después de otro intento de asesinato”, “¡Estoy sano y salvo!, y nadie resultó herido. ¡Gracias a Dios!, pero hay gente en este mundo que hará lo que sea necesario para detenernos”, aseveró en el correo que envió a sus simpatizantes. “¡Nadie me detendrá!, ¡Nunca me rendiré!, agregó el envalentonado republicano.
Muy a su costumbre, y de acuerdo con información del periódico The New York Times, el abanderado republicano hizo muchas llamadas telefónicas a sus amigos y aliados durante la tarde del domingo en su residencia de Mar-A-Lago, y bromeó sobre “la frustrado que quedó por no haber terminado su juego de Golf”, como si lo sucedido hubiera sido un episodio chusco. Mucho temple o algo menos serio.
Según las investigaciones policiacas Ryan Wesley Routh nunca tuvo a Trump en su campo de visión y se alejó apresuradamente del lugar en un vehículo después de que el agente del Servicio Secreto abrió fuego. El acusado compareció el mismo domingo ante un tribunal federal en West Palm Beach para enfrentar dos cargos federales relacionados con la tenencia de armas, cuando se abra un proceso penal en las últimas semanas de una contienda presidencial ya estigmatizada por la agitación y la violencia.
Este es el segundo intento de asesinato que sufre Trump en poco más de dos meses en la campaña de las presidenciales del 5 de noviembre, después de que el 13 de julio pasado le dispararon durante un mitin en Butler, Pensilvania, hiriéndolo levemente en la oreja derecha, ataque que lo convirtió en “un mártir de la democracia” según los republicanos y otros estadounidenses.
Respecto a las acusaciones hechas por Trump en contra del presidente Biden y la vicepresidenta Harris, porque supone que su retórica lo convierte en blanco de los dos ataques pasados, la encargada de prensa de la Casa Blanca desmintió el martes 17 esa versión, aduciendo que ambos funcionarios “siempre han condenado enérgicamente la violencia en todas sus formas”, señaló la vocera Karine Jean-Pierre, al ser inquirida por los comentarios del abanderado republicano: “Nunca hemos alentado la violencia de ninguna manera”.
Posteriormente, Kamala Harris se comunicó telefónicamente con el candidato republicano “para hablar directamente con él y manifestarle lo agradecida que se siente de que se encuentre a salvo”, según dijo un alto cargo de la residencia presidencial. La conversación entre ambos fue “cordial y breve”, agregó.
En otra entrevista, la abanderada demócrata repitió: “le dije lo que he dicho públicamente: no hay lugar para la violencia política en nuestro país”. No hay duda de que Trump estima que el sospechoso detenido el domingo 15 en la Florida “se creyó la retórica” de Biden y de Harris y “actuó en consecuencia”; Según el magnate, “debido a esta retórica de la izquierda comunista, las balas vuelan, ¡y esto no hará más que empeorar”.
En el revuelo del frustrado ataque, Trump no se cansó de repetir que al polemizar y tacharlo de “extremista” se incita más el odio, pese a que él es más “confrontativo” aunque no desaprovechó el momento para vociferar que “odia a la cantante Taylor Swift” porque ésta respalda a la vicepresidenta Harris para suceder a Biden como presidente.
Sin embargo, el republicano cambia de tono cuando menos se espera. Y dijo que como sucedió hace dos meses, fecha del primer atentado, “resolvemos nuestras diferencias en las urnas, no a punta de pistola”; mientras que Elon Musk, el multimillonario empresario a quien Trump sumaría a un eventual gabinete, avivó la polarización de los estadounidenses al cuestionar porqué nadie atenta con Joe Biden o contra Kamala Harris, mensaje que borró tras las críticas de seguidores, aunque insistió que fue un “chiste”.
Sin duda, la campaña electoral de ambos candidatos en la Unión Americana mantiene en ascuas a todo mundo. A, pocos días de una posible paralización del gobierno estadounidense ante la falta de acuerdo presupuestal —algo que sucede regularmente en el vecino del norte—, la mayoría republicana de la Cámara de Representantes le roció “gasolina al fuego” con una propuesta de ley para exigir a todos los votantes presentar una prueba de ciudadanía y así poder sufragar el 5 de noviembre. Medida que parece más bien un pretexto para molestar a los demócratas que una efectiva orden democrática, algo muy común entre los líderes de ambos partidos. Se trata de “joder”, sería el objetivo, pero así es la política en la tierra el Tío Sam. Cada país tiene sus “tradiciones”.
De tal forma, el republicano James Michael (Mike) Johnson, de 52 años de edad, originario de Luisiana y actualmente representante por Ohio, el 56o. presidente de la Cámara de Representares, argumentó que “el Congreso tiene la obligación inmediata de hacer dos cosas: financiar responsablemente al gobierno federal y garantizar la seguridad de nuestras elecciones”. Es decir, propuso extender el plazo de un acuerdo presupuestal durante seis meses, lo que permitirá tener abierto al gobierno, pero a condición de que se apruebe un proyecto de ley para hacer obligatoria la presentación de prueba de ciudadanía a los votantes”.
Esta jugada se conoce en la jerga legislativa como “píldora venenosa”, una cláusula tan polémica y divisiva que tiene garantizado su rechazo por parte de la mayoría demócrata del Senado, cuyo voto es necesario para mantener abierta la burocracia estadounidense. Poco más tarde después de que se formalizara la oferta republicana proclive a Trump, su líder senatorial Addison Michell (Mitch) McConnell, de 82 años, criticó cualquier acción que dificulte un acuerdo presupuestal a sólo unas semanas de los comicios, pues aseguró que los republicanos serían vistos como los culpables.
Y dijo: “Una cosa que no se puede permitir es un cierre del gobierno. Sería políticamente estúpido que lo hiciéramos justo antes de las elecciones, porque seguramente nos echarían la culpa”. “Uno de mis viejos dichos favoritos es que “no hay educación en la segunda patada de una mula”. Y hemos pasado por esto antes. Estoy a favor de cualquier cosa que evite un cierre del gobierno, y el terminará siendo, obviamente, una discusión entre el líder demócrata (del Senado) y el presidente de la Cámara de Representantes”, dijo el experimentado senador por Kentucky.
Si los representes partidistas no alcanzan un acuerdo antes del último minuto del 30 de septiembre, el gobierno federal y sus más de dos millones de trabajadores quedarán parcialmente paralizados, y sólo podrán mantenerse en sus empleos sin goce de sueldo temporal los trabajadores de sectores críticos como la seguridad nacional, tráfico aéreo y rescatistas, entre otros.
Un panorama nada halagüeño para EUA a pocos días de las disputadas elecciones entre Kamala Harris y Donald Trump. Esto para no restarle emoción a lo que suceda el 5 de noviembre próximo. Siempre y cuando no haya otro “atentado” contra el magnate. VALE.


