La reciente anulación de la elección en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México pone de relieve las complejidades y contradicciones de la política contemporánea en el país. El debate no debería centrarse únicamente en las figuras de Alessandra Rojo de la Vega y Catalina Monreal, quienes, a pesar de su notoriedad, no representan necesariamente los perfiles más idóneos para gobernar una de las demarcaciones más importantes y estratégicas de la capital. La alcaldía Cuauhtémoc, epicentro de la vida política, económica y cultural de México, requiere de un liderazgo con arraigo, visión y, sobre todo, una profunda conexión con los ciudadanos que residen en ella.
Se ha dicho que las mujeres podrían ofrecer una política distinta, más empática y menos confrontativa. Sin embargo, las campañas de Rojo de la Vega y Monreal desmienten esta idea, al menos en este contexto. Ambas candidatas recurrieron a prácticas que, lejos de elevar el nivel del debate político, lo empantanaron en la confrontación y el ataque personal. Si la violencia política de género fuese la razón principal para anular una elección, ninguna de las dos candidatas debería haber aparecido en la boleta, pues durante la campaña se lanzaron acusaciones y descalificaciones que poco contribuyeron al fortalecimiento de la democracia.
El hecho político más significativo ocurrido en la Cuauhtémoc el 2 de junio no fue el intercambio de ataques, sino el mensaje que los votantes de Morena enviaron a su propio partido. El electorado, con notable claridad, decidió castigar el nepotismo y la falta de arraigo local que personificaba Catalina Monreal. A pesar de la fortaleza de Morena en la demarcación, que ganó cinco de las seis elecciones en disputa, el rechazo a Monreal fue contundente. Esto refleja un sentir ciudadano que trasciende las lealtades partidistas y se enfoca en la calidad de los candidatos y su conexión con la comunidad que pretenden gobernar.
La anulación de la elección, más que resolver un problema, ha generado una incertidumbre que podría erosionar aún más la confianza en las instituciones electorales. Alessandra Rojo de la Vega aún tiene la posibilidad de acudir al Tribunal Electoral, el cual tendrá la última palabra en este asunto. Sin embargo, más allá del resultado final, esta situación pone en evidencia un problema más profundo: el uso de la violencia política de género como herramienta para disputar el poder, en lugar de proteger genuinamente los derechos políticos de las mujeres.
En este sentido, el presidente López Obrador tiene razón al señalar que las acusaciones por violencia política de género, especialmente en condiciones tan controvertidas como las que se han presentado, no deberían ser motivo suficiente para anular una elección. La política debe enfocarse en fortalecer los procesos democráticos y en asegurar que los candidatos elegidos sean aquellos que realmente cuentan con el apoyo y la confianza de sus electores. Cualquier decisión que socave estos principios solo contribuirá a la desconfianza y al debilitamiento del sistema democrático en México. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.
@onelortiz